Las contestes palabras que las Omegas le estaban diciendo a Katherine hacían que esta frunciera su ceño al escucharlas en la lejanía, su visión se encontraba borrosa y apenas podía visualizar las personas que estaban al frente de ella. Pero el dolor que sentía en su vientre ocasionaba que de sus labios soltaran gritos de agonía, sentía como algo la apretaba y quisiera salir. El rostro pálido de Katherine se encontraba húmedo de su propio sudor y lágrimas, que en ningún momento se detuvieron. Brunilda al ver el estado de la mujer no podía evitar sentirse mal, podía notar como esta estaba sufriendo y no podía ayudarla. Las Omegas le gritaban a su Luna que debía de pujar para que saliera el bebé, pero Katherine apenas tenía fuerza. El rostro de su Luna comenzó a colocarse de un color rojizo