CAPÍTULO DOCE Angelica entró a lo grande en la torre de la prisión de palacio, deteniéndose un momento en la entrada porque quería estar absolutamente perfecta. Se aseguró de que la corona también lo estuviera sobre su cabeza e ignoró las reverencias de los carceleros mientras seguía hacia delante. —¿Dónde está? —preguntó. —En la celda de arriba del todo, su majestad —dijo uno de los carceleros. Angelica asintió y se dirigió a los guardas reales que estaban con ella… —Esperad aquí. No lo cuestionaron, no intentaron remarcar el peligro. Parecía que Angelica había escogido hombres obedientes para el trabajo. Empezó a subir por la torre, pasando por delante de puertas firmemente cerradas y preguntándose quién había detrás de cada una. Se encargaría de saberlo. Tal vez algunos de ellos s