Prácticamente se quedó dormida muy acurrucada entre los brazos de Giuseppe, apenas pudo observar la vista exterior, estaba agotada por el largo viaje. Cuando el vehículo freno y sintió la luz de los faroles penetrar sus ojos ligeramente cerrados, supo que habían llegado, sin ánimos de cambiar su cómoda posición entre sus brazos ya que sentía su aroma tan vigorizante, masculino, incluso podría decir que afrodisíaco, siguió haciéndose la dormida.
—¡Despierta gata dormilona!.— Entreabrió los ojos, noto que este la miraba como si estuviera analizando un animalito exótico.
—Uhmmm, Giuseppe deseo seguir durmiendo.—Este no se trago su cuento y le dió una nalgada. No pudo evitar dar un leve salto y llevarse las manos a esa parte que empezaba arder para sobarse.
—¡Ya despertó la bestia!, como
