Habían pasado dos días desde que Giuseppe se marchó a Italia, por alguna razón le incomodaba la lejanía, saber que estaban a miles de kilómetros de distancia, aunque odiaba admitirlo extrañaba esa bestia ególatra, cada uno de sus poros suspiraron al recordár la pasión que existe entre ambos, a pesar de no haber otro punto de entendimiento, se ponía en llama ante su contacto. Miro la fotografía que tenía guardada de el, la misma que le había dibujado dos cachos y un rabo; — Pareces un demonio, señor Giuseppe Ferro.—Sonrio al darse cuenta que su acción al hablar con una foto, podía ser interpretada como una locura. La volvió a guardar. Siguió alistandose para salir, hoy tenía pensado reunirse con la asesora de bodas, su madre no tardaría en pasarla a buscar para comenzar con esa aburrida y