La noche y la madrugada se vistieron de puro fuego con toques de dulzura, volvieron hacer el amor varias veces, no se cansaba de tener a Giuseppe en su interior, cuanto más lo sentía dentro mas quería, «era su maldita droga», fue el primero en caer rendido, aprovecho para verlo con detenimiento, acaricio su largo pelo, hasta dormido se notaba algo serio y temible, sintio vergüenza al ver algunos arañazos en sus hombros, se le había pasado la mano, o más bien las uñas; no habían culpables solo eran producto de una intensa jornada de sexo salvaje. —Eres una bestia bella y deliciosa mi Giuseppe. —Le susurró, para darle paso a un beso tierno en la frente, la mejilla, el mentón y por último en los labios. Después de esto se alejo un poco de el y se acostó dandole la espalda, con rapidez lo s