Beatriz permanecía sentada en la pequeña cafetería ubicada al sur de la florida, exactamente en 'Pembroke', estaba a la expectativa de la mujer que la había citado para encargarle un trabajo investigativo, amaba ese tipo de desafíos.
Su espera llegó a su fin cuando una mujer de aspecto refinado entro al lugar, la pudo distinguir gracias a la pañoleta azul cobalto que llevaba en el delgado cuello, parecía una gacela en su andar, su delicadeza daba un aire de realeza, incluso parecía un ángel, su inmaculada melena rubia, unos ojos azules como el cálido mar, su piel se veía tan blanca como si nunca hubiera recibido los rayos del sol.
Caminó hacia ella.
— Bonjour, ¿c'est toi Beatriz? — Esta se dirigió en su perfecto francés, como si cuando la contacto no le hablo en español, acaso le veía cara de idiota.
— Si, parle-moi en espagnol. — Le indicó, ni loca que estuviera para ahora intentar descifrar lo que decía, de francés sabía lo básico.
— Disculpa, mi español no es tan bueno.
— No me pareció cuando hablamos la otra noche. Entendi perfectamente, por eso estamos aquí.— Esta vaciló un poco ante su postura acertada.
— A veces fluyó mejor.—Sonrrio la francesita con un ritmo casi forzado. Pobrecita no se le daba bien fingir.
— Vamos a lo que vinimos, que trabajo necesitas, soy todo oídos señorita Fabiola Leroy, ¿así es cómo se llama en verdad?...aún lo dudaba pero de no ser cierto se daría cuenta, por momentos percibió un ligero acento italiano en su voz y ese idioma lo dominaba bien.
—¡Si! ¿Es seguro hablar aquí?—Confirmo algo nerviosa, luego pregunto mirando a todos lados como un armadillo asustado.
— Claro, no hay micrófono, ni cámaras por algo lo elegí.—Despues de sus palabras la chica se relajo y comenzó a relatar la raíz de sus problemas en esos momentos, nada más ni nada menos que un tío llamado Giuseppe Ferro, sabía de quién se trataba, sus andanzas habían llegado a sus oídos, lo interesante es que se vende como un impoluto hombre de sociedad pero esconde pasiones oscuras, tiene alguna páginas adelantadas de un blog que está preparando con apreciaciones de ese personaje, entre otros iconos de la perversión enmascarada, una lista larga de lujuriosos de la sociedad italiana, todo arderá si tiene la fortuna de publicarlo, aunque necesitaría más prueba para reforzar esos señalamientos que hace en el artículo. Al parecer tendrá que sacar este del paquete para darle un trato especial.
— Necesitaré algo de ayuda, que te enteres de sus pasos para yo poder seguirlo, incluso puedo viajar a Italia, pero primero debes de hacer una lista con los sitios que suele frecuentar.
— Se muy poco de su vida privada, mi único interés es cancelar la boda, si descubres algo sucio y lo publicas podría ser posible. Mi familia es muy moralista y de una vez se detendrían los planes de materializar el absurdo enlace.
—¿Qué ganaría yo con eso?, una noticia de escándalo s****l, que es lo máximo que se puede obtener de ese espécimen, no me garantiza alcanzar la fama, oh lograr ser una periodista de gran relevancia, razonó ella de manera contundente frente a la cara pálida de su clienta.
— Tiene muchos secretos oscuros, incluso se presume que es m*****o de la mafia italiana, con tentáculos que llegan hasta asia y parte de sur América, no es justo que mi familia me obligué a casarme con un hombre así de detestable, lo peor, no lo amo, incluso le implore desvanecer sus pretenciones y se nego. — Betty estaba fascinada con el giro de la historia, de ser así, podría volverse toda una heroína al descubrir los secretos más oscuros del misterioso caballero.
— En ese caso tomaré el caso. Desde ya empezaré a investigar.
—¡Merci!, salvarás la vida de muchas personas. — agradeció la joven mujer, haciendo gestos de tristeza, como si quisiera causarle compasión.
—Sera mejor que demos por finalizado este encuentro, en lo adelante le mandaré reportes de lo que descubra, usted debe cooperar, cualquier prueba que encuentre me la puede enviar, sería de mucha ayuda.
La mujer asintió, luego de despedirse con cordialidad se esfumó, está también hizo lo mismo, p**o su café y algunos bollos que había consumido y subió a la camioneta negra que había alquilado para esa ocasión.
Algo le decía que dicho trabajo podía ser bastante excitante mientras miraba la foto de su nueva víctima, un hombre con el encanto físico de volver loca a cualquier mujer, menos a ella, su apetito s****l nunca había aflorado, ni con su difunto novio Benjamín, su alma gemela, por lo menos eso pensó antes de descubrir que su falta de motivación para consumar o dar un paso más adelante en su relación fue por culpa de Fedora Rossetti, la amo tanto que no soporto verla con otro hombre y acabo con su vida.
Le dolió descubrir esa relación, pero también le ayudo a darse cuenta que Benjamín lo quiso más como un amigo, algún día encontraría alguien que la desquiciara como a su tía Serafine, cuando venía de sus innumerables viajes por el mundo solo se dedicaba hablar de su espléndido novio italiano, el cual al parecer no quería nada serio con ella, pero eso no se podía decir en voz alta, oh volaban los platos de la casa de sus padres que era donde solía quedarse durante sus estancias en Miami.
Miro su teléfono, tenía un sin número de llamadas, sus padres, su hermano Dereck y por supuesto de su mejor amiga Alexa, igual lo dejo a un lado, más tarde tendría tiempo para contestarle a todos, en esos momentos le urgía llegar a su casa para empezar su investigación entorno a Ferro entre otros artículos que estaba preparando, ya esos los tenía casi listos, a punto de explotar. Le encantaba ver a la crema innata de la sociedad arder, por eso se había dedicado al periodismo investigativo.
Tomo la autopista principal, al cabo de dos horas estuvo en su casa, cenando en silencio absoluto, recién duchada y con su pijama de Bob esponja puesta.
Cuando tuvo tiempo entro a su ordenador y Google: Giuseppe Ferro, no había mucha información, parecía ser muy hermético, osea todo un desafío para ella y eso le gustaba.