No podía creer su hazaña, cerro bien la puerta, se vistió con rapidez para luego respirar profundo y salir con total calma. Ambos seguridad se apartaron, para hacerle paso, con suavidad se desplazo para no levantar sospechas, llegó al accensor, cuando la puerta de este se cerró pego un brinco por su exitosa travesura, aunque no podía negar estar loca por caer rendida en sus brazos. Era detestable, lujurioso, una bestia absoluta pero despertaba un deseo que hasta le asustaba sentir. Al parecer todo marchaba bien, cuando llegó al primer piso, tomo su auto y se marcho, pronto estuvo en su morada, duchandose nuevamente, olía a el, a su esencia embriagadora que la perturbaba a morir. Tomo dos copas de vino más, hasta lograr dormirse plácidamente en su cálida cama. Giuseppe Ferro en cambio, n