CAPÍTULO TRECE Anvin abrió lentamente un ojo y alcanzó a ver un mundo lleno de polvo y muerte. Su ojo sano estaba cubierto de polvo y tierra y, abriéndolo solo un poco, trató desesperadamente de recordar lo que había pasado mientras seguía recostado sobre el suelo desértico. Las extremidades le dolían más de lo que parecía posible, su cuerpo pesaba un millón de toneladas y se sentía más muerto que vivo. Anvin oyó un ajetreo en la distancia y, levantando la mirada hacia el horizonte, pudo ver la tenue silueta de un ejército brillando en amarillo y azul que se alejaba marchando. Levantaban una nube de polvo mientras avanzaban hacia el norte alejándose de él. Lentamente, empezó a recordar. La invasión. Los pandesianos. La Puerta del Sur. Duncan nunca llegó. Él y sus hombres habían perdido,