Capítulo XII El intervalo entre el segundo y el tercer episodio de la tragedia de los Trastulli fue bastante breve. No habían pasado ni siquiera tres semanas desde el funeral de Arturo cuando, a las ocho y diez de la mañana, se recibió en la comisaría una llamada telefónica de un Clemente sin aliento: —Mi madre se ha caído y se ha golpeado contra la esquina de un mueble, está en el suelo y no consigo reanimarla, ¡llamen por favor a una ambulancia, rápido! No encuentro el número, solo recuerdo vuestro 117.42 —Había dejado el apellido y la dirección de su domicilio y había colgado. Luego, preocupado, dejó a su madre en el suelo, corrió al rellano y llamó a la puerta de la casa de D’Aiazzo. Le abrió Carmen. Clemente la empujó, alterado: —¿Está aquí el doctor? ¿Sí? Después de un primer