Llegaron a un restaurante, el hostess los llevó a un privado donde ya los esperaba el cliente, tomaron asiento y comenzaron a conversar sobre el proyecto. Samanta tomaba notas, pero descubrió que no podía concentrarse, no dejaba de pensar en Darío, en los límites, en el beso y la necesidad de ocultar lo que verdaderamente sentía. Después de un par de horas de conversar las propuestas, el presupuesto final y revisar los planos del terreno, terminaron la reunión con el cliente y se dirigieron a la oficina. — Creo que no es necesario que volvamos, ya es tiempo de salir ¿Nos vamos directo a casa? — le preguntó Darío mientras veía la hora en el tablero del coche. — Debo recoger algunas cosas que olvidé, si quieres déjame aquí y yo tomaré un taxi para la oficina. — No, no tengo ningún