Sostengo la taza de café entre mis manos, en mis labios permanece marcada una enorme sonrisa a la vez de que inútilmente, trato de concentrarme en el periódico frente a mí. Los huevos revueltos y el pan tostado frente a mí ya se han enfriado ante mi falta de interés por terminarlos, pero es que, ¿Quién podría culparme? Me sentía empoderada, orgullosa de mis actitudes, una vez juré que no dejaría que ningún hombre se sobrepasara conmigo y era lo que estaba haciendo ahora con el vaquerito Green, aunque por dentro me estuviera muriendo de ganas por cogérmelo. Es que, j***r, ese hombre sí que se veía comestible; de solo imaginarme semejante cuerpo cubriendo el mío mientras se mueve en mi interior, hacía que todos los vellos de mi cuerpo se me erizaran. —¿No es que tienes el día libre? ¿Qué