—Broncos—. De mala gana, asentí. Era demasiado bueno en esto para sentirse cómodo. —¿Qué equipo?— —No sé.— Me encogí de hombros. —Murió cuando yo era joven. Cáncer. Recuerdo que de vez en cuando ponía fútbol, no recuerdo muy bien qué equipo le gustaba. Realmente no recuerdo mucho sobre él—. Dejó escapar un largo suspiro y miró hacia la noche. —Lo lamento.— —Es lo que es.— Él asintió mientras esta extraña incomodidad se instalaba. —Siempre he vivido en esta casa, odio la mantequilla de maní y odio estos malditos rosales—. —Los rosales—. Eran sólo arbustos. Parecía un poco arbitrario odiarlos. —Bebe—, dijo con una oscura diversión en su voz. —¿Por qué?— Tosí después de tragar mal el licor. Por un momento no dijo nada; simplemente dio una calada a su cigarrillo antes de volver a mir