Un grito agudo salió de mi boca. Sentí como si ese lobo rebelde estuviera mordiéndome la pierna otra vez. La cicatriz se sentía como si alguien le hubiera echado gas y le hubiera prendido fuego. El dolor subió por las venas de mis piernas con furia, atravesando el resto de mí con una ardiente malicia que me provocó un grito silencioso. Se movió hasta mis pantorrillas mientras también golpeaba mi estómago. Sentí mi espalda arquearse sin contemplaciones. Mis dedos arañaron la cama mientras mi mente daba vueltas en círculos. Intenté escuchar el latido de mi corazón nuevamente, pero cuando el dolor se trasladó a una nueva parte de mí, me vi obligada a escucharlo a él y solo a él. Intenté respirar un poco, respirar a través de él, pero estaba enojado y me atacaba como si me gritara que prestar