Inicios, mi vida
¿Libertad? ¿qué se siente estar libre luego de unos jodidos cinco años que se sintieron como unos veinte o más aún por las cosas horribles que viví? Respiré el aire puro, que no se comparaba ni siquiera un poco al aire putrefacto que se respira en la penitenciaria, aire pestilente y turbio, que reflejaba la envidia, el odio y el resentimiento de todas las reclusas, sumado a la peste en general, porque hacía un calor infernal que se hacía insoportable y mis compañeras de celda, apestaban tan fuerte que los primeros días tuve nauseas sin parar, quería morirme, pero era preferible soportar ese olor si hubiese sido mi único problema, pero no, no era el único. Yo ingresé al pabellón cubierta de golpes, moretones, tenía un brazo roto, quemaduras, cortadas y… ¿mi cabello? No, no tenía ni un solo cabello en mi cabeza, ellos me lo arrancaron, así como mi virginidad, mi dignidad, mi vida, mi familia, mi libertad y todo, todo lo había perdido y no había vuelta atrás. Mi vida era un antes y después de ese fatídico 5 de enero, en que se corrió la voz en el pueblo de que mi novio y yo, éramos los autores intelectuales de los homicidios de las hermanas Romero.
Mi nombre es Irina Velásquez y así es como empezó mi tragedia.
Nací de una buena familia en algún pueblo de Sucre, en Colombia, que prefiero no mencionar el nombre porque ni siquiera soporto decirlo, odio esos instantes que parecen clavados en mi mente, incrustados, incapaces de alejarse. Aún recuerdo esos días y el dolor sigue intacto, enterrado allí, como anclado en mi pecho, impidiéndome avanzar o tener una vida jodidamente normal. Mis padres, eran dos campesinos típicos de la región. Papá venía del interior, pero desde niño se crio en la costa y de él heredé casi todos los rasgos, como la piel blanca, el pelo castaño y también, el rasgo que me caracterizaría y que todos me distinguirían por eso el resto de mi vida: heterocromía, que es una enfermedad hereditaria en la mayoría de los casos y por eso, mi ojo derecho es azul y el izquierdo es verde. Sí, como un gato y podría parecer genial, pero no lo era. Recibí dos intervenciones en los ojos en la infancia porque tenía demasiados problemas de vista y afortunadamente, logro ver mejor actualmente y espero no necesitar alguna otra intervención, pero no se sabe.
En fin, como decía, esos eran mis rasgos más característicos y al ser de esa manera en un pequeño pueblo con tan pocos habitantes, jamás pasaba desapercibida y recibía piropos desagradables, subidos de tono y como desde que aprendí a caminar, fui una niña problemática y rencorosa, a todos los que me morboseaban o me faltaban el respeto, mis primos y yo les jodiamos la vida como podíamos. Así a los quince empecé a vandalizar autos, motos y varias veces prendimos fuego a cultivos, pero solo de pervertidos claro está, aunque hubo un incendio bastante precioso que se salió de control y tardó días en apagarse.
Este era otro rasgo que mantendría toda mi vida, la piromanía.
En casa, las cosas eran a veces buenas, otras malas. Al vivir en un pueblo ganadero, lógicamente todas las familias se dedicaban a esto, tenían fincas, ganado y todos vivíamos de lo que se producía de la tierra. Mis padres, trataban de ser buenos como podían, pero tenían muchas limitaciones. Mamá era analfabeta, papá sí sabía escribir y leer, pero tenía muy escaza educación y eran bastante arcaicos en sus creencias, machistas y demás. Cuando cumplí doce años, para esa época, empezaron los problemas. Como me desarrollé, empecé a cambiar y quise salir más de casa, me la pasaba más afuera con mis amigas de la escuela, jugando o pasando el rato, también andaba mucho con mis primos, Kevin y Ricardo o Ricky como se hacía llamar por la película de Ricky Ricón, quienes serían mis mejores amigos de toda una vida y los únicos que no me darían las espalda con las cosas que me sucederían. Con mis padres empecé a tener problemas cuando se enteraron de mis andanzas, es que en esa época fui demasiado rebelde, mis dos amigas y yo nos llevábamos mal con todo el salón de clases, los dibujábamos y les hacíamos historietas difamatorias, les poníamos los peores apodos posibles y distribuíamos este contenido, pero no nos limitábamos a eso.
Cuando empecé a necesitar dinero y valiéndome de mi inteligencia, mi amiga Andrea se robaba las pruebas de algún profesor descuidado, les tomaba fotos antes de los exámenes y yo, las resolvía y vendía las respuestas, tenía todo un negocio montado dedicado al fraude en los exámenes, pero cuando me pillaron, el negocio cayó en picada y papá, me dio la paliza de mi vida, pero eso me importó poco o nada, así que empecé a buscar otras formas de ganar dinero y con mis primos entonces, conseguimos contactos y usábamos algunos de los vehículos de mis tíos para transportar licor de contrabando, este venía de la Guajira y lo llevábamos por todo Sucre. Esto sí que daba buena plata, pero cuando cumplí catorce años, en un retén, nos pillaron toda la mercancía y estuvimos dos meses en una correccional, pero al salir, mis tíos les dieron tremendas palizas y por supuesto, no me salvé de esto y la relación con mis padres se empezó a deteriorar desde allí, tal vez por mi culpa, pero… era menor de edad y hasta ese momento las cosas que hacía, no dañaban a nadie más que a mí misma y no ascendería a crímenes ni nada así, lo único que quería era plata y no quería trabajar más en la finca, porque mis padres no me pagaban y el trabajo era agotador, así que igual lo hacía, pero buscaba el dinero de otro modo, pero… así poco a poco, mis amigas, mis primos y yo, fuimos agarrando muy mala fama en el pueblo y nos conocían como la “pandilla Velásquez”, pero nosotros jamás hablamos de ser una pandilla, la sola idea me parecía muy puerca, pero bueno, ante los rumores poco podíamos hacer o nada y lo peor, es que estos rumores irían creciendo, diciendo cosas que nunca hicimos, que golpeamos gente, que robábamos y cosas así que por supuesto, jamás hicimos.
Los meses antes de cumplir mis quince años, que sería la edad de mi desgracia, mi fama empeoraba ante los rumores y en la escuela, todos pensaban que yo era lo peor, tenía fama de ratera, de vándala e incluso, hasta alcancé a escucharle a unos chicos de último año, que supuestamente me vieron un arma y que ahora me dedicaría al sicariato, lo cual me sacó de quicio, pero no pude hacer nada. Tampoco le presté mucha atención al tema porque no creí que los rumores me pudiesen afectar de algún modo, pero estaba demasiado equivocada. Esta fama, sería lo que le daría más leña al fuego ante ese hecho que ocurriría.
Para esa época, mis amigas y yo, quiénes siempre tuvimos problemas con media escuela, nos llevábamos mal con las hermanas Romero, que se llevaban un año entre sí, pero el problema con ellas venía de años atrás por cosas tontas, había como una rivalidad sin motivo aparente y ellas, me resultaban un poco desagradables por la forma de ser, eran muy clasistas y andaban con ropa de marca, lujos y cosas de dudosa reputación, lo cual era muy raro porque vivimos en un pueblo humilde. Es decir, todos trabajaban, pero teníamos lo justo y no pasábamos hambre jamás, pero nadie aquí podría comprarse las cosas que ellas tienen, ¡es que ni venden esas carteras en todo el departamento! A mi francamente esto me daba igual, podían usar lo que quisieran, pero sí daba un poco para dudar, pero bueno. El problema con ellas empeoró verdaderamente cuando el Ricky, Kevin y yo, le prendimos fuego al tractor de el padre de las susodichas, porque era un pervertido de quinta. Siempre que podía, le metía la mano entre las faldas de las niñas de sexto y séptimo, varias veces me ofreció dinero por una mamada y la última vez, se puso tan insistente que no tuve de otra más que patearlo y esto, me sacó de quicio. Lo único malo, es que nos pillaron dejando la escena del crimen, pero no nos encarcelaron por eso, pero que nos hayan descubierto esa vez, sería mi sentencia de muerte ante lo que ocurriría tres días después.
Para ese momento, yo salía con un chico de la escuela que se llamaba Mauricio, no llevábamos mucho tiempo, a lo mucho dos meses, pero nos llevábamos de maravillas y él era como mi mejor amigo, me gustaba estar con él y sí, creo que estaba enamorada o muy cerca de estarlo. Para esa noche, en la que ocurrió todo, yo estaba castigada porque papá se dio cuenta de que de nuevo, había vendido licor de contrabando y tenía prohibido salir, me encerró bajo llave en mi habitación, pero ya tenía demasiada experiencia en escaparme, así que fácilmente, abrí la ventana y me ayudé de la tubería para bajar hasta el primer nivel, tomé uno de los caballos y me fui hasta la finca de los padres de Mauricio, quiénes vivían a un par de kilómetros. Pasé la noche en su casa, pero no hicimos nada. Tampoco es que nos atreviéramos, me daba vergüenza pensar en eso, solo nos besábamos mucho y recuerdo que vimos maratón por cable, ya que él tenía una televisión y vimos los power rangers hasta que nos dio sueño y dormimos.
A la mañana siguiente, cuando regresé a la finca, mis padres me esperaban en la entrada y me lamenté por dentro, maldición. Creí que me iban a pegar por haber huido, pero el enojo que sentían era tan grande, que jamás los había visto de esta manera, no los podía reconocer. Sentí temor, ¿qué demonios había pasado? Mamá de inmediato me dijo, que la policía de la ciudad había venido, habían hecho el levantamiento de tres cadáveres que encontraron en la finca de los Romero y estos eran precisamente, los de mis tres enemigas, las hermanas. Fueron brutalmente asesinadas en la noche, pero de una forma escabrosa y horrible que jamás se me olvidaría. Cada una, tenía más de cien puñaladas, fueron violadas, descuartizadas y no conforme a esto, arrojaron las partes en la granja de cerdos que tenían y estos, hicieron de las suyas. Es algo horrible que nadie olvidaría, inimaginable, pero lo que no esperaba, sería lo que pasaría después.
Mis padres no me preguntaron directamente si yo tenía algo que ver, pero… por la forma en que me miraron, sé que estaban sospechando de mí y pude intuirlo, todos van a sospechar de mí y más, por el incendio del otro día… dios. Lo pensé mejor y ese día no asistí a la escuela, por mi seguridad, pero ya en la noche, presentía lo peor, estaba inquieta y es como si mi cuerpo supiera lo que estaba por ocurrir, pero mi mente no, solo quería huir de lo que se avecinaba y por eso, tomé cartas en el asunto.
Mis primos me llamaron, me dijeron que estaban sospechando de Mauricio y de mí, porque nadie nos vio en la noche, es que estuvimos encerrados en su habitación y sus padres no estaban… así que empezaron a recaer las dudas en nosotros y mucho más, porque una mujer mayor, vio salir a una mujer ensangrentada, corriendo de la finca de los Romero y la descripción que dio, fue que tenía apariencia de ser extranjera. No tenía sentido que un extranjero estuviese aquí, este pueblo es una vereda, no entra ni la mala hora y lo más cercano a tener apariencia de extranjera en este lugar, era yo por el pelo claro y los ojos… así que lo sabía, debía huir y ellos me ayudarían. Empaqué lo que pude, solo unas cosas porque no debía llevar peso. Me iría en el caballo hasta la finca de mis tíos y allí, mis primos me sacarían de la ciudad.
Bajé corriendo, tomé el teléfono y llamé a Mauricio, le dije que empacara y huyera, que nos viéramos en el centro de Sincelejo que es la ciudad del departamento y él, tiene auto, así que puede huir. Corrí hasta la entrada, pero papá me detuvo en seco, me tomó por mi brazo y con un golpe fulminante, me aventó al piso.
-Yo sabía que eras delincuente, lo tengo claro hace rato y me avergonzaba, pero… ¡sobrepasaste todos los límites! ¡te vas a quemar en el infierno por hacerle daño a las niñas Romero! ¡malnacida!-Gritó tan enojado, que mis ojos se aguaron y sentí temor. Podía sentirlo por todo mi cuerpo, algo muy malo estaba por sucederme.
-¡Papá! ¡yo no les hice nada!
-¿Ah sí? Justo ayer ni estabas y volviste ya en la mañana.
-¡Estaba con Mauricio! ¡hui para estar sola con él! No iba a huir para matar.
Escuché golpes en la puerta, muy fuertes y murmullos. Me puse de pie de inmediato, a la defensiva y miré una última vez a mis padres, quiénes me miraban con tanto asco que lo sabía, me entregarían, dejarían que me mataran porque esa era la ley del pueblo, no era la primera vez que linchaban a alguien por acusaciones de este tipo y yo, me quedé helada, inmóvil, como si estuviese soñando, pero no, no soñaba. Esto estaba sucediendo. Mamá abrió la puerta y vi entrar de inmediato, al señor Romero, el padre de las hermanas junto a sus colegas, tres tipos grandes, anchos, pervertidos y con muy mal aspecto. Se fueron hacia mi de inmediato y del cabello, me jalaron muy fuerte hasta tirarme afuera de la casa, en el césped.
Lo que sucedió esa noche, es algo que me marcaría por el resto de mi vida. Era un antes y después de que eso pasó.
Me llevaron a rastras hasta una furgoneta y me subieron a la fuerza, es que todo sucedió tan rápido y no recuerdo exactamente todo, tengo lapsos de tiempo que no recuerdo, pero lo que sí recuerdo, es que me llevaron hasta una finca que desconocía, que parecía abandonada y me hicieron entrar a una especie de granero. Estando allí, me arrojaron al piso y entre todos, me empezaron a patear, me pisaban, me gritaban todo tipo de cosas horribles, pero no puedo recordarlo, porque el dolor era tan grande que creí que no lo podría soportar. Mis gritos no sirvieron de nada, ni las súplicas, no tuvieron ningún tipo de clemencia conmigo y alrededor de dos minutos después, el viejo Romero tomó una de las herramientas que estaba en la pared, ni miré que era, pero era cortopunzante y grité tan fuerte que me quedé sin aire cuando sentí que esta atravesó mi piel. Empezó a embestir su arma, una y otra vez por todo mi cuerpo, unas eran más profundas que otras, pero a veces solo la pasaba por mi piel, dejando líneas interminables de sangre, pero cuando se agotó de esto, me quitaron toda la ropa y lo sabía, iban a violarme.
Cerré los ojos fuertemente, como si el hacerlo pudiese mitigar un poco el dolor, pero no, fue horrible, horrible, horrible. Al ver a ese hombre encima de mí, moviéndose sin parar, desgarrándome por dentro lo supe, algo en mí se había roto, me había quebrado y nunca más, lograría juntar las partes. No recuerdo mucho más después, porque los golpes jamás cesaron. Durante la noche entera, esos hombres se dedicaron a jugar conmigo, no solo me violaron, me pegaron, me cortaron, si no que en un momento de euforia, éxtasis, no lo sé porque estaban bebidos… uno de ellos, tomó mi cabello, lo cortó todo hasta que no quedó ni una hebra en pie y luego de tanto, ya ni podía sentir dolor, ni me movía, no podía hacer nada más. Sentía que me iba, pero a lo lejos, escuchaba sus voces y un olor a quemado muy fuerte, pero no podía hacer nada, solo quería irme ya, por dios. ¿Por qué no me iba de una vez por todas? ¿por qué no me mataban?
Le rogaba a Dios que por favor, acabaran conmigo rápido, no así, de esta forma tan lenta, pero cuando empezó a salir el sol, recobré un poco la conciencia, pero aún así no podía ponerme de pie, yacía tirada en el piso y los vi limpiarse el sudor. Parecían exhaustos y en ese momento, sentí algo de paz porque creí que me dejarían, pero no, no lo harían. Después de cambiarse de ropa, vi a uno de ellos tomar un recipiente blanco y empezó a verter ese líquido en todo mi cuerpo y por el olor… dios, no, no, no, ¡era gasolina! Dios, dios, dios, ellos no… no… no me harían eso… dios no.
Intenté moverme, arrastrarme y aún le agradezco a la vida lo que pasó en ese momento. Un grupo de oficiales de la policía ingresaron y lo demás es historia.
Pasé unos cuatro días en cuidado intensivo, con detención preventiva y apenas pude siquiera ponerme en pie, ni me había recuperado del todo, me enviaron a un centro de detención juvenil de mierda, donde todas me miraban y se alteraban enseguida, ¿y cómo no estarlo? Los golpes me habían destrozado el rostro, estaba irreconocible, repleta de moretones, cortadas, un brazo roto al igual que tres costillas, no tenía cabello y de hecho, ni podía caminar. Estuve en silla de ruedas por casi un año en el cual no dije ni una sola palabra, no hablé ni una sola vez porque no podía, algo me lo impedía y… mi vida se fue en picada. Recibí sentencia, la investigación fue una puta mierda y de inmediato, me declararon culpable simplemente por la mujer que aseguró verme, pero no había ADN mío en el lugar ni alguna prueba contundente. De hecho, el que encontraron era diferente, de dos personas sin identificar e incluso, las muestras de semen, tampoco coincidieron con Mauricio, pero él no fue procesado y yo sí, pero nunca volvimos a vernos, su familia no lo permitió y la verdad no le presté mucha atención a eso, por mi cabeza no pasaba otra cosa más que repetir eso que pasó una y otra vez en mi cabeza, como un bucle sin fin, una pesadilla que jamás acabaría.
Desde allí, me convertí en una persona que siempre estaba alerta, desconfiada y odiaba al mundo en general, a todos. Recuperarme por completo me costó años, muchos y la cárcel no era el mejor lugar para sanar, era el peor. Sufrí mucho maltrato, es que en ese tipo de lugares jamás tratan bien a alguien acusado de violar o por el tipo de asesinato, tan brutal y es por eso, que nadie tuvo clemencia de mí. Sufrí incontables palizas todo el tiempo, abusos, humillaciones e incluso, en varias ocasiones fui abusada en las duchas por las mismas internas. Ya después de tantas veces, aprendí a no sentir nada, me hice de piedra y tenía esperanza al menos, porque la condena que me dieron, fue baja al ser menor de edad. La sentencia fue de solo ocho años, de los cuales cumplí solo cinco, porque pasó lo que mil veces soñé que pasara, pero cuando pasó, no sentí nada, ni felicidad, ni alegría, solo un enojo horrible y no veía la hora de salir.
Después de tantos años, lograron encontrar el dueño de ese ADN, era un extranjero, un hombre estadounidense, un chulo de primera categoría, quién luego de verse acorralado por otros casos, aceptó confesar para recibir una disminución en su condena y admitió ser el autor de los crímenes, junto a su esposa. Así que pude quedar libre y no conforme a esto, el estado tuvo que pagarme una indemnización de unos 900 millones de pesos, por haberme tenido en la cárcel siendo inocente, aunque más, por la pésima investigación que hubo.
Luego de eso, jamás regresé al pueblo y sí, justo como esperaba, nadie preguntó mí, nadie se disculpó y los susodichos que me hicieron daño siguen libres, aunque sé que tarde que temprano me las pagarán, eso no lo iba a olvidar. Mis primos me recogieron en la ciudad, pero de inmediato, me fui para Barranquilla, porque quería irme lo más lejos posible de ese lugar. Empleé el dinero lo mejor que creí posible, compré una finca en salgar, que es un pueblo muy, muy cerca de la ciudad y con el restante, compré un par de casas en remate judicial, asesorada por mis primos, las alquilé y ahora, estaba a solo horas de ingresar a la universidad, porque al menos pude terminar el bachillerato en la correccional y esperaba ahora al fin tener una buena vida, decente, pero mis viejos hábitos pronto volverían a salir, la costumbre de delinquir y más, al haber ingresado a esa universidad cara, la más cara de la ciudad para ser exacta, porque quería lo mejor para mí ya que creía merecerlo y justo allí, conocería a aquel chico, que sería mi tormento y tal vez, lo mejor y peor al mismo tiempo que me haya pasado en la vida.
Todo cambiaría cuando conociera a Alejandro.