Capítulo 2

2119 Words
Cinco años antes; ciudad de Montebello, California; año mil novecientos noventa y cinco. —Buenos días Albert —saluda Frank, al abuelo de Susan que estaba en su casa sacándole brillo a la pintura de una moto. —Hola Frank, ¿Cómo estas muchacho? —Exclama Albert mientras frota con un trapo,  el timón niquelado de su moto— ¿Cómo van tus estudios? —Perfectos , Albert –le responde— ¿esta Susan en casa? —No se encuentra, salió hace un rato —le responde Albert— si quieres espérala; no creo que tarde mucho. —Bien, le esperare un rato —le dice Fran— esa moto es una joya de colección, Albert. —Así es Frank  —exclama Albert sonriendo orgulloso — esta es mi bebe; fue mi primera moto, y la he mantenido atraves de muchos años, reparándola siempre con sus repuestos originales y con ella viaje muchas veces a Georgia. —¿Eres de esa región Albert? —pregunta Frank admirando los detalles de la moto— eso está bien lejos de aquí. —En efecto, soy de allá   —responde —tambien tengo una tierra por allá, que está en manos de algunos familiares que la cultivan, ha sido una herencia que se ha venido traspasando desde mis ancestro y como la madre de Susan murió, le tocara a ella la sucesión. —¿Se encuentran bien ubicados esos terrenos? —pregunta Frank, siguiéndole la conversación a Albert. —son tierras que siempre se han usado para la agricultura —le dice Albert, mientras continua trapeando su moto— no tienen gran valor económico, pero si un valor sentimental, por eso no los he vendido; cuando estén en manos de Susan, ella decidirá qué hacer con ellos. —No me imagino a Susan cultivando la tierra —le dice Frank— pero quizás un buen día , adquieran valor; leyendo la historia de esta ciudad de Montebello, aquella serranía que podemos ver desde acá , eran tierras de poco valor, pero un día descubrieron que había petróleo en ellas y sus propietarios recibieron altas sumas por esos terrenos. —Ojala Susan tenga esa suerte Frank —le comenta  Albert mirándolo con marcado interés, sabiendo que él se interesaba mucho en Susan—quizás un día, se case con un hombre que le guste el campo y decidan hacer algo bueno con esos terrenos; me gustaría verla casada antes de morir, para no dejarla sola. —Ahora es cuando a usted le queda vida Albert —le dice Frank moviéndose algo inquieto sintiéndose descubierto por Albert—quizás hasta conozca bisnietos. —No creas; los años pasan factura —le dice Albert poniéndole una mano sobre su hombro—tu eres un buen muchacho y he visto tu interés por Susan; ¿aún no hay nada entre ustedes Frank? —Hasta el momento, solo somos compañeros de estudio —le explica Frank, muy serio—aunque no puedo negarle que su nieta me gusta mucho. —yo lo se hijo y tambien sé que tú le gustas a ella —le dice Albert con insistencia— me gustaría que fueras tú el hombre de su vida, Frank; no vayas a dejar que otro te la arrebate; Susan es una joya de mujer y me gustaría que se casara con alguien que la valore. —aprecio mucho lo que usted me dice, Albert —le dice Frank, sorprendido por esas palabras—por el momento no le pued… No te preocupes muchacho —le interrumpió—tú eres un joven inteligente y entiendes lo que te he dicho; me da miedo dejar a Susan sola; no te estoy forzando a que te comprometas con ella, pero si lo hicieras, sabes que cuentas con mi apoyo. —Gracias Albert, por ser tan sincero conmigo –le dice el emocionado— por el momento la meta de Susan como la mía es graduarnos; sé que su hija es un tesoro. —Tranquilo hijo —le dice Albert, mirándolo fijamente— te pido que esta conversación no llegue a oídos de Susan. —No se preocupe Albert; entiendo perfectamente su inquietud —le dice Frank, tranquilizándolo—Susan se está tardando, creo que se dónde está; iré a buscarla. Susan está sentada sobre la grama, recostada en un tronco, respirando el aire fresco, en el Grant Rea Park; su mirada, esta posada sobre una niña, como de cinco años que va  muy feliz montada en un pony, tomado de la rienda, por un hombre que lo dirige en un corto paseo, sin alejarse de la madre que la vigila sonriente, y muy satisfecha al escuchar los agudos gritos de alegría, que emite su   hija, mientras se aferra fuertemente a las crines del pequeño caballo. Es una emoción que ella experimento tantas veces, cuando su madre la llevaba todos los fines de semana donde disfrutaba mucho en el pequeño parque acuático, y en los mini trenes, de donde sacaba la mano para saludar a su madre, que le devolvía el saludo con mucho entusiasmo; pero su diversión estelar, era montarse en un pony, repitiendo varias veces los cortos paseos. Dos lagrimas bajaron de sus ojos; poco después de cumplir los quince años, su madre murió de cáncer, dejándola sola, y al cuidado de su abuelo, ya que a su padre, nunca lo conoció; hoy estaba cumpliendo dieciocho años y su mejor manera de celebrarlo, era yéndose al parque donde rememoraba tantos recuerdos gratos con su madre, aunque al final terminaba llorando de nostalgia y añoranza. Allí  tambien se pasaba horas estudiando, porque aquel lugar la llenaba de paz, sintiéndose conectada con su madre atraves de todos los recuerdos tan felices que guardaba de ella. —Ay, Susan amiga mía ,tienes una forma tan original para celebrar —le dice Lauren, saludándola y dándole un beso en la mejilla— es el tercer cumpleaños que te encuentro aquí, con ganas de llorar; me hubiese gustado recordar a mi madre de esa manera tan especial. —Por Dios Lauren; que cosas extrañas se te ocurren — le dice Susan riéndose de la ocurrencia de su amiga— si tu madre aún está viva. —sí, está viva, pero nunca ha hecho nada para que yo la recuerde cuando deje de respirar —dice Lauren, arqueando las cejas y poniendo las palmas de las manos en jarras— ¿tú crees que yo me hice deportista porque quería ganarme una medalla olímpica? —No entiendo que quieres decir, Lauren —exclama Susan extrañada. —Muy sencillo; los deportes eran la excusa para escaparme de la amargura de mis padres —dice Lauren con una sonrisa parecida a una mueca— menos mal que eso me sirvió para ganarme una beca en la universidad. —Lo que pasa es que tú eres indomable —dice Susan sonriendo— siempre quieres hacer las cosas a tu manera, aunque no sea lo correcto; te conozco desde la preparatoria y siempre has sido demasiado impulsiva. —La vida es muy corta Susan, para perder el tiempo en tantos protocolos —dice Lauren con tono despreocupado— las oportunidades se dan una sola vez y hay que aprovecharlas antes que se vayan. —Actúas así porque sientes que la vida no ha sido justa contigo —le dice Susan— tu rebeldía es la forma de cobrarle al mundo lo que consideras que te debe. —Prefiero no complicarme con tantas explicaciones Susan… ¡mira quién viene!; yo no sé, cuando es que ustedes dos se van a quitar esas ganas que se tienen desde la preparatoria. —Sabía que te encontraría aquí, Susan —le dice Frank acercándose a ella con una gran sonrisa, y arrodillándose para ponerse a su altura, la abraza, dándole un beso en la mejilla— te he traído el chocolate que tanto te gusta —le dijo entregándoselo acompañado de una flor— feliz cumpleaños Susan. —¿y yo estoy pintada en la grama, Romeo? —le dice Lauren a Frank a modo de reclamo por no haberle saludado. —Perdón Lauren; ¿Cómo estás?, es que me distraje, saludand…. —Sí, sí; claro siempre andas distraído —dice Lauren Guiñándole un ojo a Susan —Gracias Frank, por el chocolate, y por acordarte de mi cumpleaños —le dice Susan, muy complacida por la presencia de Frak— solo a Lauren le había dicho que hoy cumplía años —En mi agenda de cumpleañeros tu estas de numero uno —dice Frank muy animado— bueno; solo estas tú en esa lista. —Mentiroso, seguro que lo viste en f*******: —le dice ella muy divertida—gracias por venir a acompañarme. —Realmente, si entre a tu perfil esta mañana y te deje un gran me gusta, de este tamaño —le dice el separando los brazos con las palmas de las manos abiertas. —¿Te gusta que?; si hace tiempo que no publico nada —le dice ella riendo. —Que me gusta que seas mi amiga —le dice mirándola a los ojos—traje un chocolate para mí, para celebrar contigo; no te preocupes Lauren, hay chocolate para los tres. —Me alegra que hayan venido a acompañarme los dos; cuando  Lauren llego, estaba casi llorando, recordando a mi madre —dice ella un poco entristecida— este es mi lugar favorito, y aquí hago todas mis celebraciones más importantes, aquí vengo a estudiar y tambien hago mis ejercicios. —¿Qué se siente cumplir una edad tan importante como los dieciocho años —pregunta Frank sentándose en la grama al lado de Susan. —Realmente me siento igual que ayer —dice ella riendo— y para mi abuelo sigo siendo una niñita que necesita protección las veinticuatro horas del día. —En su condición, yo tambien lo haría, Susan, solo te tiene a ti, y tú solo le tienes a él; ¿Qué te regalo de cumpleaños? —Quería regalarme su coche para que me sea más fácil ir a la universidad —responde ella— pero no se lo permití, le dije que con sostenerme y pagarme la universidad, tenía bastante, además no quiero que ande en esa moto tan grande; a su edad me parece peligroso para él. —¿tú has manejado esa moto? —le pregunta Frank a Susan— ya quisieran muchos tener una bestia como esa; he visto a tu abuelo manejándola con mucho orgullo y seguridad. —Mi abuelo me enseño a manejarla y te aseguro que se siente una sensación indescriptible de libertad —le dice Susan, emocionada—él tenía una tierra en Georgia que le cuidaban unos familiares y viajaba constantemente para allá en esa moto, pero después que murió mi madre, dejo de hacerlo y se dedicó a cuidarme y monto un taller donde restaura todo tipo de motos antiguas —Tu sabes que puedes contar con  mi coche —le dice Frank—y que siempre es un placer llevarlas todos los días a la universidad. —yo sé  que es así, Frank — le responde Susan, agradecida— no tengo como compensarte, por las tantas veces que me has llevado en tu coche. —Crees tú que no tienes —comenta  Lauren  a Susan recorriéndole el cuerpo con la mirada.      —Por favor Lauren —dice Susan bajando la cabeza ruborizada sabiendo que Frank se había dado cuenta de aquella insinuación.  Tres años después, en el día que Susan Había recibido su título de Gerontología, y tambien Frank se había graduado en arquitectura, y habían acordado celebrarlo en una discoteca donde compartirían unos tragos y bailarían junto con otros compañeros de estudio que tambien se habían graduado. —Cuanto me alegra verte tan feliz Susan —le dice Lauren, que había ido a visitarla a su casa para felicitarla— por fin lograste cumplir tu sueño de obtener un título en la universidad. —Gracias Lauren —le dice Susan muy satisfecha— este es un mérito de mi abuelo, que se esforzó trabajando tanto  para pagar mis estudios; el esta tan contento, que parece que se hubiese graduado el tambien. —No es para menos, Susan; él ha sido en los últimos años, como tu madre, y tu padre además de abuelo —le expresa Lauren con un dejo de tristeza— ojala yo hubiese tenido quien me ayudara en mis estudios, hoy estaría celebrando tambien mi graduación. —Lamento que hayas perdido tu beca por causa de esa lección que no te permitió continuar en el tenis—se lamenta Susan y luego sonriendo ampliamente— pero igual esta noche celebraras conmigo en la discoteca.  
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