Al día siguiente. Emmanuel despertó y no encontró a Camila, eso lo asustó, corrió a buscarla por todos lados, hasta que le indicaron que ella estaba en el spa. El hombre respiró y fue hasta ahí, observando a la masajista a su lado, sonriò al verla tan relajada. Camila abrió los ojos y vio al hombre, cubrió su cuerpo con la toalla, y la masajista salió. —Señor Harp, bien dicen que es mejor llorar en un yate, que, en un jacal, eh. El hombre sonrió. —Entonces, ¿no vas a llorar màs? Ella se levantó, envuelta en esa toalla. —Me pide mucho, mis ojos necesitan limpiarse, así como mi alma. No puedo prometer no llorar, pero puedo prometerle algo. Del pozo donde me lanzaron, voy a salir y màs fuerte que nunca. Él sonriò. —Te creo, creo en ti. Prepárate, en unas horas será nuestra gran b