DOMINIC
El hombre que acaba de ser condenado a cadena perpetua se retuerce en medio de los guardas que lo rodean, grita y me maldice, también me amenaza y jura que acabará conmigo, pero yo sólo me limito a mirarlo con una expresión fría y totalmente carente de emoción, pues aunque su condena es una pequeña victoria, ya que significa librar al mundo de su inmundicia y actos crueles, aún así no me puede traer alegría pues no sólo se negó a confesar, sino que también se rehúso a dar información sobre ese hijo de puta, incluso cuando tuve que tragarme mi orgullo y estar de acuerdo con la oferta que el fiscal del caso le hizo: inmunidad a cambio de información, fue una decisión difícil, pues no quería que ese animal volviera a las calles, pero sabía que él sería mi última oportunidad de conseguir información sobre mi hijo.
He pasado los últimos veinte años buscándolo y sé que pasaría veinte más, o cincuenta, no me importa cuánto tiempo me lleve pero no me cansaré de buscarlo, y para ello he movido cielo y tierra pero no he podido encontrar ni un ápice de información certera, solo pistas falsas o información irrelevante, y aunque los primeros años me dediqué enteramente a su búsqueda, pronto entendí que debía hacer algo más y por eso volví a trabajar y a tomar casos, especialmente los que tuvieran que ver con tráfico de niños, y a estas alturas ya probablemente soy la persona que mejor conozco de ello sin estar directamente involucrado.
Me he encargado de desmantelar una a una las bandas más grandes de tráfico de niños, he sido reconocido internacionalmente e incluso condecorado por varios países, pero eso no me ha servido de nada, pues parece que cada vez me alejo más de la posibilidad de encontrar a mi hijo, lo único que he logrado es ganar aún más enemigos de los que ya tenía antes de emprender esta travesía, y ello no me importaría si no fuera porque esto implica poner en riesgo a mi familia, así que sólo actúo en contra de alguien cuando tengo las pruebas suficientes y después de haberme asegurado de que esta persona no puede dañar a mi familia.
Alice por su parte ha estado trabajando incansablemente en el área de derechos humanos, no sólo desde la fundación que iniciamos hace muchos años, llamada “Más cerca de casa” que busca dar apoyo a las familias que están pasando por lo mismo que nosotros, y también creó una red de personas a nivel global encargadas de reportar cualquier pequeño incidente que pueda relacionarse con alguno de los niños desaparecidos, y podemos decir con satisfacción que hemos logrado reunir a decenas de niños y también adultos con sus familias reales.
Al principio fue bastante difícil, pues las secuelas de lo que sucedió eran evidentes en Alice, por lo que tardó varios años en volver a la escuela de leyes para terminar su carrera, y nuestro matrimonio, el cual evidentemente decidimos no terminar, tuvo bastantes altibajos, pues ambos nos sentíamos demasiado llenos de culpa como para poder ser realmente cercanos como lo fuimos antes de todo este infierno, y nos tomó muchos años de terapia para lograr llegar a un punto en el que pudimos seguir adelante con nuestra familia, pero sin olvidar nunca nuestro propósito de encontrar a nuestro hijo, y fue solo después de cinco años desde la desaparición de nuestro bebé, que decidimos tener más hijos.
Y ese fue, probablemente, el punto más difícil en nuestra relación, pues aunque al principio fui yo quien lo sugirió y Alice se puso tan molesta porque de alguna forma lo interpretó como un intento por mi parte para reemplazar a nuestro hijo perdido, finalmente entendió que esa nunca fue mi intención y terminó admitiendo que ella también llevaba mucho tiempo queriendo tener más hijos.
“Nuestro hijo tendrá hermanitos cuando regresé y sé que eso le gustará,” ella me dijo, con la mirada perdida y seguramente pensando en lo cercana que se había vuelto a su hermano Aidan desde que ambos se habían conocido.
Pero después, el miedo me invadió y quise echar todos nuestros planes por la borda, me aterraba pensar que algo le pudiera pasar a ella, considerando el mal estado de salud en el que quedó después de tener a nuestro primer hijo, y no fue sino hasta que los mejores médicos que el dinero puede encontrar, le practicaron todos los exámenes importantes y los no tan importantes, para asegurarnos de que todo fuera a salir bien, que finalmente decidimos empezar a intentarlo, y así fue como un año después de empezar ese proceso nació Victoria, un ángel pelirrojo como su madre, pero con el mal genio de su padre, inteligente y sagaz como solo ella puede serlo, totalmente capaz de cambiar las situaciones desventajosas para que de alguna forma le favorezcan, pero tan dulce y generosa que a veces es difícil conciliar esos dos aspectos de su personalidad.
Dos años después de Victoria, nació Alex, quien pareciera ser opuesto a su hermana en casi todo menos en la inteligencia, pues aunque fue diagnosticado con un tipo de autismo leve, el cual no le impide llevar una vida relativamente normal, su inteligencia destaca por encima de cualquier persona que hayamos conocido antes, pero sus habilidades sociales no son las mejores, incluso cuando su hermana mayor se ha encargado de enseñarle con mucha paciencia acerca de todas las interacciones sociales que puede tener un niño de su edad, él siempre ha preferido la comodidad de la soledad y tanto Alice como yo hemos tratado de entender esto aunque no nos agrade mucho.
Ellos conocen perfectamente toda la historia sobre su hermano mayor, al cual decidimos llamar Ryan, como el difunto padre de Alice, de quien solo tiene recuerdos borrosos, pero que, así como nosotros, luchó hasta su último día por encontrar a su pequeña hija.
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Cuando vamos saliendo de la mansión Arlington, vemos a Victoria hablando con Connor, el hijo menor de Lucy y Joshua, quien es sólo un año mayor que nuestra hija, mientras Edward, el hijo mayor de ellos, nombrado así en honor al padre de Joshua, tal y como él se lo prometió antes de que su padre muriera, quien ahora tiene diecisiete años, está discutiendo acerca de las ventajas de la carne roja con su tío Ben, quien acaba de convertirse en el médico más joven en ganar un premio por ser el oncólogo más destacado del estado.
Lucy los mira con orgullo, pero Joshua está entretenido viendo la interacción entre Tom y mi hijo Alex, quienes están hablando sobre los últimos desarrollos tecnológicos de la empresa, y es que la única razón por la que Alex acepta acompañarnos a algún evento en casa de los Arlington es porque sabe que estará Tom y podrá hablar con él de cosas que sólo ellos dos entienden, a veces incluso me hacen sentir celos de que mi hijo tenga conversaciones más largas con alguien más aparte de mí, pero aún así agradezco la paciencia que tiene Tom para responder las mil preguntas que surgen de Alex tan pronto como se ven, y también por haber desarrollado su famoso software de reconocimiento facial que no sólo ha llevado a la compañía a crecer significativamente, sino que de hecho lo creó para ayudarme en la búsqueda de mi hijo, y ahora este mismo software está siendo usado por diferente organizaciones a nivel mundial, incluyendo nuestra fundación, para encontrar personas desaparecidas.
Mientras caminamos con Zara hacia la entrada principal de la propiedad, vemos a Abigail entrar echa una furia, pero no nos da tiempo siquiera de saludarla, pues ella se dirige directamente a la mansión y no le dirige la palabra a nadie, veo a Tom y a Zara intercambiar miradas y cuando el guardaespaldas personal de Abby llega solo unos segundos después, con una expresión que nos indica que claramente ella intentó romper las estrictas reglas que sus padres le han impuesto, no hay necesidad de preguntarle nada más y él simplemente asiente con la cabeza y entra también a la mansión.
“Tal vez deberías reconsiderar el asunto de las reglas,” Lucy le dice a Zara con voz suave, pero con evidente preocupación.
“No hasta que no encontremos a esa maldita mujer,” Zara responde tajantemente y después de despedirse rápidamente de nosotros, entra a la mansión en búsqueda de su hija.
“¿No han tenido suerte con esa psicópata?” Alice le pregunta a Tom cuando él se acerca a despedirse de nosotros.
“No, y aunque la última amenaza la recibimos hace un par de años ya, Zara se ha negado a flexibilizar las cosas para Abby, le aterra pensar que le pueda pasar lo mismo que…” él empieza a decir, pero se detiene y yo completo su frase: “¿Lo mismo que a nuestro hijo?” y él asiente apenado.
“No te sientas mal por pensarlo, lo entendemos perfectamente, a veces quisiéramos poner a Victoria y a Alex en una burbuja y no dejarlos salir de allí nunca,” Alice le responde con una sonrisa leve.
“Si no fuera porque esa loca es demasiado inteligente y sabe de tecnología casi tanto como yo, ya la habríamos encontrado hace mucho tiempo, pero siempre parece estar un paso por delante de nosotros,” Tom responde con tono derrotado y Lucy se acerca para ponerle una mano en el hombro y pedirle que le ayude a recoger el desorden que quedó en la casa por el cumpleaños de Joshua que acabamos de celebrar.
Así que nos despedimos de todos y nos dirigimos de vuelta a casa, Alice está manejando porque yo tomé un par de copas de vino y cuando paramos en un semáforo a un par de calles de allí, ella frena tan bruscamente que todos nos asustamos pensando que nos hemos estrellado con algo.
“¿Qué sucede?” le pregunto, pero ella está con los ojos fijos en un punto al lado izquierdo y con la boca ligeramente abierta.
“¿Cariño?” insisto, sin embargo ella no parece estar escuchándome.
“Mamá, el semáforo ya está en verde,” Victoria le dice con un poco de impaciencia y esto parece devolver a Alice a la realidad.
“Era él,” ella dice con un hilo de voz.
“¿Quién?” pregunto confundido.
“Nuestro hijo, era él, yo lo ví,” ella repite señalando hacia la esquina de la calle y yo frunzo el ceño pues no hay nadie en la calle.
“No hay nadie allí,” Victoria responde.
“Cariño, seguramente estás cansada, ya es tarde,” intento calmarla, pero ella me mira con molestia, y repite:
“Era él, estoy segura de que era él,” me dice con un deje de desesperación y por un momento empiezo a preocuparme que los estragos de la búsqueda hayan empezado a afectarla igual que su madre se afectó con la desaparición de ella.
“Sí había un hombre en la esquina,” Alex dice sin levantar la vista de su teléfono y todos lo miramos con sorpresa, así que él finalmente nos mira y dice:
“Él estaba afuera de la casa de Tom hace un rato también, pero se fue después de que Abby entró,” Alex exclama encogiéndose de hombros y mi estómago da un vuelco, miro a Alice quien me está mirando con tanta intensidad que estoy seguro de que ella es capaz de leer hasta el último de mis pensamientos y sólo me basta esa mirada para entender que ella no está imaginando cosas y es probable que sí lo haya visto.