Capítulo 1

3184 Words
Corriendo su cabello castaño rubio de su rostro, Tezza subió más el cuello de su suéter y apretó su bolso a su costado mientras caminaba enfrentando la fresca ventisca que quedaba tras el término de un invierno lluvioso. Sintiendo otra vez la persistente mirada en su nuca, la cambiaformas beta se negó a observar sobre su hombro para comprobar quién era el que le había estado siguiendo desde el mismo instante en que salió de su turno en el consultorio, aunque ciertamente ya se estaba haciendo una idea al respecto. Kenzo. Tezza ciertamente no era adivina y no tenía el poder de sentir el aroma de otros como podían hacerlo los demás cambiaformas alfas y omegas, ser una beta tenía sus desventajas, pero a la vez, tenía sus lados positivos, ya que absolutamente nadie la veía como una amenaza, solo un simple personaje tercero al cual no había necesidad de prestar atención, lo que le había servido de momento para sobrevivir en la manada Terbell junto a su hermano menor, Tristán. Precisamente gracias a que era una simple beta en la manada que solo trabajaba de enfermera en el pequeño consultorio, es que se había enterado de cosas, algunas tontas y otras importantes, como, por ejemplo, que su alfa líder, Omar Terbell, planeaba tomar a su hermano menor esa misma noche luego de las doce, justo cuando cumpliera los veinticinco años. Para muchos, tener veinticinco años no significaba nada más que un número, pero para su hermano y ella, lo era todo, porque confirmaban sus sospechas. Su alfa líder sabía que su hermano era un omega especial sin importar cuánto se habían esforzado en intentar ocultarlo, y eso era malo, porque Omar Torbell solo era un idiota avaricioso y obsesionado con el poder, el definitivamente solo quería morder a Tristán para unirlo a la fuerza y así tener en su poder el don especial de Tristán. Doblando en una esquina, Tezza observó por el rabillo de su ojo al corpulento alfa que le seguía a una considerable distancia, sin estar realmente interesado en perseguirla y vigilarla como tal, lo cual era perfecto para la beta y sus planes. Apresurando su paso tras dejar de estar a la vista del alfa, Tezza utilizó sus largas piernas y corrió hasta su casa, donde inmediatamente cerró la puerta de golpe detrás de ella y se permitió tomar una profunda bocanada de aire. Observando a su hermano detenerse a medio camino con un gran sándwich rompe mandíbulas, sus labios se torcieron al contemplar aquellos ojos ocultos con lentes de contacto color café, que protegían aquel bonito e inusual tono azul violeta que parecía resplandecer cada vez que Tristán utilizaba su don o este comenzaba a funcionar por su propia cuenta. Bajando lentamente su sándwich, sus ojos se ampliaron mientras la observaba fijamente. —Estás... Alterada y asustada —anunció el omega, estremeciéndose y abrazándose a sí mismo—. También estás enojada bajo todo eso —lamió sus labios delgados y bien formados—. Por favor, dime que tuviste un problema con un paciente y no que él ya lo sabe —rogó. Y aunque Tezza quería mentirle a su hermano, sabía perfectamente que no iba a lograr nada con ocultarle la información cuando este podía sentir todas sus emociones que la expondrían. —Lo sabe —anunció la beta, firme y rígida—. Hay que irnos, ahora —declaró, observándole directamente—. Pronto llegará alguien a informarnos que el líder Terbell ha decidido tomarte como pareja esta noche —explicó. Tristán cerró sus ojos con fuerza y su cuerpo se estremeció ligeramente, sintiendo una pequeña punzada en su cabeza ante el enojo que podía sentir de su hermana. —Esto confirma nuestras sospechas entonces, ¿cierto? —pronunció, observando a su hermana con tristeza—. La muerte de nuestros padres no fue solo un desafortunado accidente como él nos aseguró, ¿cierto? La beta abrió su boca, queriendo decir una mentira piadosa para calmar la culpa que seguramente estaba sintiendo su hermano, pero nada salió realmente. La repentina muerte de sus padres nunca calzó para ella. —Lo sabía, lo sabía, lo sabía... —comenzó a murmurar repentinamente Tristán, haciendo tronar cada uno de sus nudillos distraídamente. —Esto no es tu culpa, Tristán —anunció, acercándose e intentando tomar de los hombros a su hermano, deteniéndose a último segundo. Aunque deseaba confortarlo, Tezza no quería que su hermano enfermara tras absorber sus emociones, suficiente debería de estar sufriendo ya en ese momento. —Si hay que culpar a alguien, es a Omar —indicó. —Si él los mató fue por mí, porque soy un omega especial y ellos lo ocultaron como nosotros hemos estado haciendo todo este tiempo —expresó y sus labios se torcieron con disgusto por ello. —Los mató porque Omar es un alfa malvado y avaricioso que solo le interesa el poder y seguramente cree que, con tenerte a su lado, se lo darás aún más —indicó y corrió un mechón rubio de su frente, intentando tocarlo lo más mínimo—. Escucha, realmente me gustaría seguir quedándome aquí y darte todas las razones por la cual no es tu culpa y si la de nuestro líder, pero realmente tenemos que irnos de aquí antes de que te vengan a buscar —le recordó y se esforzó en sellar sus propias emociones para no distraer a su hermano. Asintiendo, Tristán tomó una profunda respiración y exhaló lentamente. —Correcto, sí, puedo hacerlo —pronunció, asintiendo—. ¿Qué necesitas que haga? —preguntó. —Ese es mi hermano —sonrió Tezza—. Saca nuestro equipaje de emergencia y coloca absolutamente todo ahí mientras saco el auto —ordenó—. No estaremos volviendo nunca más y no quiero que dejes algo atrás. —Puedo hacerlo —asintió decidido—. ¿Algo que quieres que guarde específicamente? —le observó. —Todo lo que tenga en el baúl frente a mi cama y los álbumes de fotos en mi escritorio —pidió—. Había querido fingir que no saldríamos por mucho tiempo al dejar cosas importantes, pero eso ya no importa —expresó alejándose—. Agarra todo, incluida la comida y mantas —indicó antes de salir por la puerta trasera tras observar cuidadosamente a su alrededor. Con la puerta cerrándose, Tristán obligó a su lobo a concentrarse y dejar de preocuparse por su hermana, intentando utilizar su don para tomar las malas emociones de esta para que así ella fuera feliz, o estuviera en paz, al menos. Sí, ciertamente él deseaba hacer lo mismo, pero si lo hacían, entonces enfermaría y solo sería una carga para su hermana, lo que definitivamente no podían ser en ese momento. Entrando a su habitación, Tristán sacó su maleta oculta en lo profundo bajo su cama y la abrió para luego dirigirse a su closet, tomando toda su ropa, zapatillas y por supuesto, los supresores e inhibidores de aroma que su hermana había estado robando para él desde el mismo momento en que comenzó a trabajar en el consultorio. Observando a su alrededor, intentó averiguar que más podría necesitar, pero realmente nada era de vida o muerte, por lo que solo tomó el cuadro de sus padres que descansaba en el escritorio junto al dinero que había logrado juntar y luego llenó el espacio de su maleta con mantas. Cerrándola, la sacó dejándola cerca de la puerta trasera y entonces corrió a la habitación de su hermana, repitiendo el proceso. Tomando una mochila, el omega se dirigió a la cocina y abrió cada gaveta y puerta de los muebles, metiendo cada lata, bolsa y prácticamente todo lo que fuera comida y no reventaría ante la presión de otras cosas. Echando el pan horneado junto a una botella de agua, Tristán tomó un cuchillo y lo envolvió en un paño antes de meterlo también. —¿Tienes todo? —preguntó Tezza tan pronto como entró en la casa. —No sé si todo, pero en su mayoría lo que creí que podríamos necesitar —respondió, cerrando la mochila. Asintiendo, la beta se acercó a la pequeña chimenea en una esquina de la sala de estar y metió la mano en el interior, doblando su brazo hacia arriba, sacando una caja de madera. —¿Qué es eso? —parpadeó Tristán. —Un arma —anunció su hermana, sacándola—. Era de papá, la descubrí entre sus cosas y la guardé aquí —explicó, colocándola en el interior de su pantalón, en su espalda. —¿Realmente crees que la necesitemos? —dudó—. Si esto llega a oídos del consejo, estaremos en problemas y desde que Omar tiene contactos allá, ni siquiera nos escucharán —expresó preocupado. —No nos meteremos en problema porque los del consejo no sabrán de nosotros —aseguró, guardando las balas en su bolsillo—. Además, solo la usaré en caso de emergencia —prometió y tomó la liga en su muñeca para atar su largo cabello en una coleta, cosa que no estorbara en su rostro—. Hora de... Cuando la puerta fue golpeada con pesados puños perezosos, ambos hermanos se observaron fijamente, congelados en sus lugares. —Hermanos Simmons, sé qué están ahí —anunció aquella arrogante voz desinteresada—. Será mejor que abran si no se quieren meter en problemas —amenazó con firmeza. —¿Qué hacemos? —susurró Tristán, solo con un poco de pánico. —Las maletas, hay que ocultarlas —ordenó en tono bajo, rápidamente llevándolas a la habitación. Siguiendo a su hermana, el omega dejó la abultada mochila al lado de las maletas y salió cerrando la puerta justo en el momento en que la cambiaformas beta abría la del frente, revelando a un no muy feliz Kenzo. —¿Por qué tardaron tanto? —cuestionó irritado, casi molesto por los miseros segundos que le hicieron esperar. Tristán intentó no estremecerse ni torcer sus labios cuando sintió las emociones vibrando fuera del alfa y mantuvo su distancia del hombre corpulento, no queriendo estar cerca en caso de que su poder decidiera actuar y tranquilizar a Kenzo robándole dichos sentimientos, o peor aún... Que intentara golpearle con una oleada de estos que lo dejara inconsciente. Aunque ciertamente eso les ayudaría y les daría tiempo de escapar, Tristán no creía que valiera la pena gastar toda esa energía necesaria para su cuerpo el hacerlo, ni enfermarse por ello. —Lo siento, ordenábamos un poco la casa, no es común que el hombre de más alto rango en nuestra manada nos visite —expresó Tezza. Cuando los ojos del alfa se posaron sobre él, Tristán inmediatamente entró en el juego, fingiendo ser el omega extremadamente sumiso y callado que todos creían que era. Error, pero Tezza le había asegurado que el no parecer una amenaza les ayudaría algún día y él creía en la palabra de su hermana. —Era así —resopló, y su labio se curvó hacia arriba en una desagradable sonrisa satisfecha. Avanzando como si estuviera en su propia casa, el alfa se dejó caer descuidadamente en el sofá y alzó sus piernas, cruzándolas para colocar sus sucios pies con sus botas llenas de lodo seco sobre la mesita de centro. —Entonces —pronunció, su mirada recorriendo aburridamente a su alrededor de la pequeña casita antes de reparar en Tristán—. Hoy estás de suerte, chico —le sonrió desagradable—. El líder Terbell ha decidido no solo que le acompañes a pasar su celo, sino que también eres lo suficientemente digno como para aceptar su marca —informó. El primer instinto de Tristán fue vomitar todas sus entrañas al escuchar dicha información desagradable, pero se contuvo expresando una pequeña sonrisita de labios apretada. —Deberías de sentirte halagado, el alfa Omar nunca le ha concedido su mordida a ninguno de los omegas con los que solicitó para pasar su celo antes, te convertirás en su pareja —expresó—. O al menos, en uno de ellos, solo que con más privilegios que los demás —rió, como si aquello fuera gracioso. Ambos hermanos sinceramente no le veían lo gracioso de sus palabras, ni de la situación, aun así, guardaron silencio. —De acuerdo, mucha distracción —anunció dejando de reír, levantándose del sofá—. Agarra tus cosas omega, desde hoy no volverás nunca más a esta casa —declaró. —No, no lo haré —sonrió el omega, y alzó su mano sacudiéndola en forma de despedida al alfa cuando su hermana prácticamente reventó la parte posterior del arma en la nuca de Kenzo, dejándole inmediatamente fuera de combate. —Te dije que parecer indefenso tenía sus puntos buenos, ni siquiera creyó que era una amenaza cuando me dio la espalda —bufó, volviendo a guardar el arma a su espalda luego de sacudirle la sangre. —De grande quiero ser como tú —expresó, empujando con la punta de su pie el gran cuerpo inconsciente en el suelo. —Hay que moverse, Tris, no hay tiempo para jugar, estarán enviando a más hombres una vez Kenzo no vuelva contigo —le recordó, volviendo a su habitación sin siquiera importarle pisar sobre el alfa para lograr aquello. Soltando una pequeña risita con ello, Tristán siguió a su hermana agarrando nuevamente la mochila y salió por la puerta trasera de la casa, donde el auto estaba estacionando en su jardín. —Pensé que no habías podido arreglar el auto que te dio la señora Monic, que no encontrabas una batería —recordó, empujando la mochila en el asiento trasero junto a las maletas. —Nuestro vecino cooperó felizmente sin saber con una batería —explicó, subiéndose detrás del volante. —¿Y bien? ¿Cuál es el plan ahora? —cuestionó, cerrando la puerta y colocándose inmediatamente el cinturón de seguridad. —Irnos a la mierda de aquí es el primer paso —respondió, retrocediendo hábilmente y saliendo por el estrecho camino del costado de la casa hasta salir a la calle. —Entiendo muy bien ese punto —asintió—. Pero ¿a dónde se supone que iremos? —cuestionó—. No podemos simplemente llegar e invadir cualquier manada, podrían matarnos —le recordó, pasando sus manos húmedas por su pantalón. —No, no pueden —negó la beta—. Si un forastero invade la manada de otro lobo, tiene hasta tres días para presentarse ante el alfa líder o largarse, si se queda sin informar su motivo de visita, el líder tiene todo el derecho de decidir qué hacer con él, si dejarle vivir o matarlo —explicó. —De acuerdo, eso solo me deja un poco más tranquilo —tragó—. Pero sigue habiendo la gran incógnita de donde iremos —insistió—. No puede ser un lugar cercano porque Omar fácilmente podría encontrarnos y exigirnos volver —le recordó. —Oh, no será ningún lugar cercano —sonrió Tezza—. La manada a la que nos dirigimos, trata a los omegas por igual que a cualquier persona, y según lo que me dijeron, los omegas están bien escasos en dicho pueblo, por lo que no debería de haber muchos problemas para aceptarnos, sabes que siempre es bueno tener un omega en la manada a pesar de que algunos les traten como la mierda —torció sus labios. —¿Cómo se llama esta manada? —La manada Gray —contestó—. Su terreno abarca mucho, desde un bosque, una montaña y un lago enorme —describió—. Prácticamente, está a una semana de aquí, por lo que no creo que el imbécil del líder Terbell nos pueda encontrar fácilmente —expresó—. Es un lugar muy apartado, incluso los del consejo a veces tienen dificultades para ir a verlo. —¿Cómo sabes todo eso? —preguntó observándole curioso—. Porque seriamente dudo que en internet se encuentre mucho de eso —bufó—. Puedes encontrar de todo, pero cuando se trata de otras manadas la información es nula, además, ¿no se suponía que no teníamos internet por la caída de una antena o algo así? —le recordó. —Puras mentiras —resopló Tezza—. El idiota de nuestro líder halló la forma de quitarnos el internet y la señal de nuestros celulares gracias a un aparato, pero en el consultorio no estaba cortado nada de eso, solo necesité conseguir la clave y listo. —Realmente... Parece que tenías todo listo para este momento —parpadeó. —Me comencé a preparar el mismo día en que perdimos a nuestros padres, y me empecé a mover cuando el líder Terbell te reclamó con palabras para que así otros alfas no intentaran tomarte ni marcarte a la fuerza —expresó—. Siempre me pareció sospechoso que no lo hiciera después de perder a nuestros padres, pero siento que su amigo del consejo tiene mucho que decir al respecto —explicó, con su mirada viajando al espejo retrovisor tras finalmente estar cerca del límite de los terrenos de su manada. —Siempre me preocupó ese reclamo de solo palabra, pero... Al menos ayudó a que muchos idiotas me evitaran y dejaran en paz —suspiró y observó por el espejo al costado del auto—. Solo lamento estarte quitando todo otra vez, nuestra casa y tu trabajo, tu vida —expresó. —Ambos sabemos que esa realmente no era vida —resopló—. Desde que perdimos a nuestros padres, los dos pasábamos cada día observando sobre nuestros hombros. Tú eres mi hermano, mi familia, lo demás no importa —le observó rápidamente—. Y no es como si no fuera a encontrar más trabajo, las enfermaras siempre se están necesitando, no porque seamos cambiaformas significa que seamos inmunes a todo, podemos enfermarnos y herirnos, solo mejoramos un poco más rápido cuando cambiamos, pero eso es todo —le recordó. Observándola, Tristán le regaló una pequeña sonrisa en agradecimiento por sus palabras y luego se tensó al sentir a su lobo removerse en su interior, inquieto, alerta. —Necesitas acelerar, creo que nos están siguiendo —informó detectando inmediatamente el porqué del comportamiento de su animal—. Siento a mi lobo ansioso y percibo la excitación que produce una cacería —explicó, estremeciéndose suavemente—. Y el líder Terbell debe de ir en uno de sus autos también porque siendo su furia —expresó, alzando sus manos para presionar sus dedos a los costados de su cabeza. Ah, de todas las emociones que podía sentir, la que más odiaba Tristán era el enojo, aquel sentimiento siempre le provocaba una fuerte jaqueca que le impedía moverse.  —¿Sí? Bueno, solo con eso se quedará, porque no pienso dejar que nos alcance —juró acelerando. Y a medida que Tezza agarraba distancia entre ellos, mejor se veía Tristán. Ahora, si tan solo la beta pudiera seguir manteniendo aquella distancia, todo podría comenzar a mejorar.
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