Corazón de Escritora

El amor, ¡ay, el amor! ¿Será posible que exista? Esa es la pregunta que Madison se hace cada día que pasa. A su alrededor, todos presumen un amor bonito por todos lados y le da la impresión de que son felices, de que sí existe el amor. Luego los recuerdos de una pasada traición vienen a su mente y se le hace muy difícil creer otra vez en la posibilidad de encontrar a alguien a quien amar y que la ame con la misma intensidad. ¿Cómo podía olvidar que Jason Myers, el chico que juró amarla hasta la eternidad, solo jugaba con ella para ganar una maldita y asquerosa apuesta? Para Madison era casi imposible sacar de su mente aquel recuerdo tan doloroso que la hizo quedar en ridículo frente a toda la Academia Diamante. En cuanto a Jason, era difícil que Madison lo perdonara, aquella traición no tenía nombre, pero si un adjetivo para describirlo: vil. Eso fue: una vil traición que ella no merecía. Fue un viernes de diciembre del año 2012. Los dos estaban muy cerca el uno del otro. Madison leía un libro en el jardín del instituto mientras Jason, siendo de los más populares, se encontraba con su grupo de amigos a pocos metros de ella, también deportistas, conversaban sobre una apuesta donde Jason debía enamorar a Madison siendo ella el patito feo del salón sin involucrar sus sentimientos y a cambio tendría tres mil dólares. —¿Lo harás? —preguntó Jeydon. —No lo sé, chicos —Desvió su mirada y se encontró con Madison leyendo a pocos metros, bajo la sombra de un árbol. —¡Gallina! ¡Eres una gallina, Jason! —Bueno, hazlo tú si te crees tan valiente —demandó Jason en tono desafiante. Jeydon lo miró y se quedó callado—. Podré ser todo lo que quieran, pero jamás jugaré con los sentimientos de una chica, no importa quien sea. Entonces Charles propuso algo que le despertó la vanidad a Jason, nunca se esperó aquella propuesta pero lo aceptaría. —¿Ni siquiera si aumentamos su valor? —¿A qué te refieres? —preguntó Jason confundido. —Se me ocurre algo… Bueno, es bastante tentador… ¿Qué tal si el auto entra en la apuesta? —habló Charles finalmente. Jason suspiró, ese Porsche era su debilidad. Miró de nuevo, y por última vez, a Madison y se preguntó qué tan difícil sería cumplirla. Después de pensarlo por varios minutos, Jason emitió la respuesta final. —Está bien. —Los otros chicos sonrieron satisfechos—. Acepto los tres mil más —Hizo una breve Ezrasa y miró a Charles— Los tres mil más Claire —concluyó, Charles asintió y le recordó que la misión era enamorarla hasta el baile de graduación—. Sí, ya sé, no me puedo enamorar de ella, ¿algo más que no me hayan dicho? —Sí, comienzas mañana. —habló Ashton antes de irse y dejarlo solo por completo. Jason se quedó pensando en lo que iba a hacer, dudaba de si era buena idea, ya había aceptado y no podía arrepentirse, había mucho en riesgo. Miró a Madison, sabía que ella tenía sus sentimientos, buscando una justificación para correr y decirles a sus amigos que declinaría la apuesta pero pensó en lo que ganaría, había mucho en juego. —¿Qué más da? Me importa más el Porsche y lo conseguiré como sea. Así empezó aquella apuesta. Al día siguiente, en la hora del receso, Madison se encontraba leyendo bajo su árbol favorito. Su mejor amigo de la infancia, Christian, y su amiga Valery estaban en clases de francés y matemática respectivamente, por tanto, Madison encontraba su refugio en aquel lugar, para desconectarse de las personas. Sin embargo, siempre había uno que la molestaba. Especialmente, Kelly, Selena y Kendra del grupo popular. Se burlaban de ella por su aspecto físico y su forma de vestir, le lanzaban apodos, insultos y demás. Madison se cuestionaba al principio si era un fenómeno de la naturaleza, pero se acostumbró tanto a aquellos comentarios que de un tiempo en adelante ya no les daba importancia. Aun así, Madison quería cambiar su forma de vestir. Sentía en su interior una fuerza mayor que la impulsaba a hacerse un cambio de look. Aunque deseaba también que alguien por primera vez valorara lo que ella era, sus sentimientos y no por su apariencia. Sentía la mirada de alguien sobre ella pero ignoraba de quien se trataba. Pensó por un momento que era su mejor amigo pero no se acercaba en lo más mínimo. Miró su reloj y se percató de que ya era la hora de su próxima clase: biología, una de las muchas que compartía con los chicos. Se levantó del césped y limpió su pantalón, no le daría razones a Kendra y Selena de seguir burlándose de ella. Cerró su libro, lo guardó en su mochila y se dirigió al salón. Caminaba con la sensación de que alguien la observaba sin saber que era Jason Myers, el soltero más codiciado de la academia donde estudiaban. Aquel día, Jason se acercó a Madison en el salón de clases y a partir de allí, se enamoró. A medida que pasaba el tiempo y las citas a diario con Madison, Jason cambió su actitud con Valery, ya no le coqueteaba, ahora solo iba pendiente de Madison y todo giraba en torno a ella. Madison era su vida, se había enamorado perdidamente de ella. Sin embargo, la tragedia ocurrió tal cual lo habían prometido. Semanas antes del baile de graduación, Selena y Kendra descubrieron que todo era una apuesta y se ocuparon de mostrarlo en el baile. Desde ese momento, Madison cerró sus puertas al amor. De hecho, fue la causa principal por la que nunca se atrevió a escribir romances. Aunque intentara crear una historia que se centrara en el amor, no resultaba y eso agotó su paciencia. Tampoco quería enamorarse de nuevo. Hasta que lo conoció a él. Cuando sus caminos y miradas se encontraron, todos los miedos de Madison se disiparon, las barreras se hicieron nada, como si nunca existieron y los esquemas que ambos tenían en sus vidas fueron rotos para siempre. Él no solo la desafió como escritora sino que le demostró que el amor de verdad existe.