Capítulo 12 “¡April!” Riley gritó. “¡April!” Riley corrió al baño y miró adentro. Su hija no estaba allí tampoco. Corrió desesperadamente por toda la casa, abriendo puertas, buscando en cada habitación y en cada armario. No encontró nada. “¡April!” gritó otra vez. Riley reconoció el sabor amargo de bilis en su boca. Era el sabor del terror. Por último, en la cocina, notó un olor extraño entrando por una ventana abierta. Reconocía ese olor de sus días universitarios. Su terror se fue, sustituido por fastidio. “Ay, Dios”, dijo Riley en voz alta, sintiendo un alivio inmenso. Abrió la puerta trasera. Pudo ver a su hija, todavía en su pijama, en la luz matutina, sentada en la vieja mesa de picnic. April se veía avergonzada y culpable. “¿Qué quieres, Mamá?” preguntó April. Riley caminó