Luca despertó en su gran cama después del mediodía, claro que se fue durmiendo después de las 5 am, y tenía un dolor de cabeza que no se aguantaba ni solo.
Salió rumbo a la cocina, sólo con un pantalón pijama, tenía las cicatrices en las piernas, pero esas no le importaba. El cuerpo de Luca estaba muy bien trabajado, era lo único que hacía para tratar de sentirme bien con sigo mismo, su abdomen estaba perfectamente marcado.
Iba a prepararse algo para comer, pero antes que nada iba a tomarse dos ibuprofeno, no había pasado ni dos minutos de haber llegado a la cocina cuando Berny llegó.
—¿Quieres almorzar conmigo? ¿O ya has comido? — no lo había visto, pero ya lo había sentido, su guardaespaldas era el amigo más leal que podía tener. Terminó de buscar las pastillas, llenó un vaso con jugo de naranja, y de inmediato se las tomó. El jugo le refresco la garganta, luego se giró hacia Berny que seguía sin contestar. Lo vio algo tenso por lo que frunció el ceño. —¿Que pasa?
—Al parecer la “Señorita” Leticia Jones llegó ayer al departamento suyo, y al no haber nadie para recibirla armó un escándalo poniendo mal su nombre.
—¡Maldita loca!
—Luca, se que soy solo un empleado, pero, ¿hasta cuando va a soportar a esa víbora? Usted es un buen hombre, sabe que mi esposa Ana lo quiere mucho, al igual que su familia, así mismo llegará una mujer que lo ame tal y cual es. — Luca rió amargamente.
—Eres más que un empleado y lo sabes, eres uno de mis pocos amigos.
Tienes razón, pero solo en una cosa y es que tengo que cortar de raíz lo que tengo con ese parásito. En cuanto lo otro, Berny seamos sinceros, nunca ninguna mujer se va a fijar en mí.
—No lo creo así, hay muchas mujeres que se fijan en los sentimientos de la gente, en cómo son realmente y no en lo físico
—Pues Dios te escuche, y en verdad me mande esa mujer para mí. Aunque la verdad yo no quiero sufrir también por amor, por eso mejor no quiero a nadie, mejor vivir como vivo.
Berny puso los ojos en blanco, definitivamente su jefe era terco.
Luca hizo almuerzo para ambos, tuvo dos grandes profesoras que le enseñaron el mundo gastronómico, su madre y Ana y la verdad lo agradecería eternamente.
Cuándo estaba terminando de comer, su celular sonó, al mirar que era su madre quién llamaba, contestó de inmediato.
—Madre —fue lo primero que dijo.
—Cariño, ¿te encuentras mejor? ¿Vendrás hoy?
—Estoy mejor, pero no, no iré hoy ni en estos días, quiero estar solo mamá, y así quiero estar.
—Cariño, por favor….
—Mamá — le cortó antes de que siguiera con lo mismo. —Por favor te digo yo, cuando me sienta de verdad con ánimos te prometo que iré.
Gabriella suspiró resignada.
—Esta bien cielo, solo quería recordarte que April vendrá en dos días, iremos por ella al aeropuerto, y quería saber si ¿querías acompañarnos.? — a él le hubiera gustado decir que sí, siempre le había gustado conocer gente nueva, pero desde el accidente ya no era fan de eso.
—No mamá, la conoceré el lunes, cuando se incorpore a la empresa.
Gabriella odiaba que se negarán cuando ella pedía algo, pero lo comprendía, aunque no sabía qué era lo que realmente pasaba cuando se aislaba de todos, ella nunca se quejaba, por el contrario lo apoyaba.
—Está bien cariño, como tu quieras, no olvides cuanto te amo.
—Gracias mamá y yo también te amo, nos vemos después. — dijo antes de cortar.
Ese día se quedó en su casa, pero jueves, viernes y sábado, fue al orfanato, un lugar que le encantaba ir, disfrutaba con los niños, a pesar de que al principio preguntaban que le había pasado con el tiempo los niños ya no preguntaban, lo querían mucho, Luca era muy bueno con ellos, ese lugar cada día era más moderno, había gastado muchos millones, haciéndolo más grande el lugar, en 5 años había casi 250 niños más, pero el lugar era hermoso, Luca tenía cada habitación con tres camarotes, un baño, un televisor, las habitaciones eran enormes y eran casi 73 habitaciones, claro eso parecía un internado o hospital, eran más de mil metros cuadrados y 6 pisos, tenía dos habitaciones de juegos para niños menores de 12 años y otras dos de 12 hasta los 18. Un gran jardín, Luca estaba por poner más habitaciones, quería que cada niño se sintiera bien, hasta la educación de esos pequeños pagaba, en el transcurso de esos 5 años, muchos habían salido y seguían estudiando y trabajando para él, incluso ellos donaban al lugar de dónde había salido.
Mientras jugaba con los niños, no podía dejar de sonreír esos niños los llenaba, habían dos pequeños, hermanos gemelos de dos años de edad, que eran muy pegados a él, incluso lloraban cada vez que se tenía que ir. Amaba a esos pequeños Emily, y Eddy, una idea pasó por su cabeza y frunció el ceño, ¿porque no lo había pensando antes? Tal vez podría adoptarlos.
Decidió ir hablar con la encargada a ver qué le podían pedir a él por adoptar a esos pequeños, cuando iba caminando se giró un momento para poder ver que los niños siguieran jugando, sin poder evitarlo volvió a sonreír, ellos cambiarían su vida. Al girarse de nuevo chocó con un pequeño y delicado cuerpo.
Una hermosa mujer, con unos preciosos ojos grises estaba delante de él con una encantadora sonrisa.