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Lo que en ti oculto

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Blurb

Al apuesto, amable y carismático Máximo sólo le importan dos cosas: su éxito y sus conquistas.

Conocido por la famosa frase que utiliza antes de romperle el corazón a cada chica en la que pone el ojo, su mundo se pone de cabeza cuando Catrina, una obstinada e imprudente joven de pocas pulgas, le cambia la jugada.

A ella no le importan los juegos de Máximo, y mientras él la intenta conquistar, sin querer la joven forma una amistad con el extravagante, frío y distante hijo de una familia adinerada, Mateo, quien lidia con problemas de ira, la única persona a la que soporta es Catrina.

Sin darse cuenta cada uno de ellos cambiará la vida del otro, develando secretos y obsesiones que surgirán.

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"La sombrilla de la discordia"
Cuando escuchó por primera vez la famosa, (por no decir ridícula), frase que llevó al práctico estrellado de Máximo Caruso, Catrina Leone no pudo evitar soltar una escandalosa risa, no podía dejar de pensar en lo absurdo que le resultaba pensar que en verdad existían mujeres que cayeran ante tales palabras. “¿Y si nos vemos esta noche, corazón?” Sí, así de simple como sonaba, resultaba ser, dentro del contexto oscuro de una mente sin escrúpulos más bien un “¿Cogemos esta noche?”, aquello provocaba que mujeres accedieran ilusionadas, a sabiendas de que después de ejecutar las acciones esperadas con aquella simple pregunta, usualmente las botaba y olvidaba como si fueran simples objetos, pues creían que serían la excepción, creían que podrían cambiar a un enfermo como él, sin embargo, siempre fallaban. Aquel era el caso de América, la hermosa polemista estudiante en la carrera de ciencias políticas con el mejor promedio y una reputación intachable, quien después de meses de llevar una relación con Máximo, llegó ahí, llorando en el pequeño departamento de Catrina, lo cual simbolizó, durante toda la visita, una tortura para la joven, pues no le hacía ninguna gracia recibir a amigas de Marena, (Quien era su mejor amiga) sólo para que lloriquearan por un tipo como Máximo, ¡Es más! ¡Lo odiaba! Y era peor si le hablaban de él. Por lo que fue un alivio para Catrina cuando América finalmente se retiró, después de haber contado toda una historia de amor y una final y repentina ruptura poco tiempo después de que tuvieron relaciones sexuales, y aunque la joven permaneció callada no dudó en decirle que no debía dejarse engañar y vivir con la falsa ilusión de que Máximo la buscaría, porque seguramente no lo haría. —Y tú Marelita. —Catrina señaló a su amiga con el dedo y una mirada burlona, aunque desaprobatoria una vez se quedaron completamente solas. —No deberías ir esta noche al bar. Tú ya sabes que ahí estará Pablo para atormentarte. — ¿Pablo?  ¡Tonterías! Yo no voy a verlo a él ¿Estás loca? —Preguntó sonriendo, —De todos modos, Máximo es mi amigo, no es mi culpa que también lo sea del gran imbécil de Pablo ¿Entendido? No voy a discutir esto contigo ¿Paso por ti a las nueve, nueve y media? —Preguntó sonriendo con petulancia. —A las nueve y media. —Solicitó Catrina. —Maneja con cuidado, pareciera que va a llover en un rato. —Pidió abriendo de nuevo la puerta, Marena tomó su bolso y camino hacia la salida. —Sí, sí. —Murmuró y antes de irse regresó un momento, apoyando su mano sobre la puerta. —A propósito ¿Se puede ser más tonta? —Preguntó en un cuchicheo burlón refiriéndose a América, Catrina respiró profundo. —No es ninguna sorpresa que Máximo le hiciera eso, ¡Era obvio que no iba a tomarla en serio! —Se mofó. —Incluso hablé con él antes de…ya sabes…por lo mismo traté de advertirle a América que no se acostara con él ¡Y ve! ¡Qué caso me hace! — ¿Y le dijiste que hablaste con Máximo de esto? ¿Le contaste de las intenciones que ese imbécil tenía? —Preguntó Catrina apresurada, si era así entonces América definitivamente sí había tomado malas decisiones conscientemente. — ¿Estás loca? ¿Y traicionar la confianza que Max me tiene? —Preguntó casi ofendida. —No gracias, llevo más tiempo conociéndolo a él que a ella, pero sí le di a entender que eso le podría pasar…En fin, ¿Qué se le hace? La que es imbécil es imbécil, de hecho, me alivia que no venga con nosotros esta noche, ¡Hubiera sido aburridísimo escucharla hablar de lo mismo y de lo mismo! —Adiós, Mar. —Murmuró Catrina sintiendo malestar en el estómago, la incomodaba saber la forma en la que se mostraba como una amiga devota ante América y detrás de sus espaldas la tildaba de imbécil y se burlaba de ella. — ¡Ah! No te hagas la mosquita muerta. ¡Ella ni siquiera te agrada! —Le dijo. —En fin, no te puedo obligar a decir lo que piensas sobre ella. —Se encogió en hombros saliendo del pequeño departamento. —Se lo diré a ella, como lo he hecho todo el día. —Expresó en un tono de voz serio, Marena rodó los ojos ¡A veces Catrina le resultaba simplemente insoportable! —Pues qué aburrida. —Terminó por decir. —Hasta la noche, zorra. —Tras despedirse finalmente se fue, dejando a Catrina al fin sola, aquello era aliviador, el ensordecedor silencio era como un regalo después de todo ese rato. Catrina tomó todas las tazas sobre la pequeña mesa redondea de madera que se encontraba al lado de la larga ventana antigua con vistas a la catedral de la ciudad, así mismo se alcanzaban a ver un par de edificios y el ruido de los autos sonando sus cláxones, personas gritando maldiciones, era tranquilizador. Tras tomar un libro de ciencia ficción al cual se abocó en la siguiente hora, sintiendo calma cerró los ojos un momento, no había planeado quedarse dormida, pero siempre le pasaba lo mismo, principalmente en aquel sillón de terciopelo azul, hubiese dormido ahí hasta el día siguiente, sin embargo, poco a poco al escuchar desde afuera la música de doña Dolores, comenzó a abrir los ojos lentamente. —Demonios. —Susurró levantándose apresurada. Sabía algo como hecho: desde que llegó a vivir a aquel lugar, la dueña del pequeño edificio de adobe de apenas tres plantas y un patio central, a la hora de dormir ponía su música de boleros, era la señal de que ya eran las nueve y media de la noche, siempre a la misma hora. Apenas se estaba terminando de poner su zapato de plataforma cuando a la distancia escuchó el claxon de Marena zona con fuerza por toda la nocturna calle, respiró profundo aliviada, pues no se le había hecho demasiado tarde, sólo le restaba preparar su bolso. Cuando finalmente salió del edificio, tras despedirse con la mano de Melquiades, que se encontraba fumando en el patio central, Catrina sonrió al ver a Marena, su rostro siempre era el cálido recordatorio de que no se encontraba completamente sola, era su única amiga en aquella ciudad. — ¡Mira quién se deja ver! —La voz de Alfonso era agradable, segura de sí mismo. La joven siempre sonreía al verlo. —Creo que podría decirte lo mismo. —Catrina caminó apresurada hacia el interior de la camioneta de Marena, abrazando por el hombro al muchacho de ojos oscuros. Él era en realidad, en aquel auto, el único al que realmente le agradaba Catrina, pues el resto no se encontraba muy conforme con su presencia. Diez minutos después ya se encontraban en el bar de apariencia tropical, la gente se encontraba conglomerada en la terraza, Catrina sonrió mirando al cielo, previendo el desastre, se encontraba completamente nublado, seguro todos terminarían empapados. Mientras ella observaba su silenciosa profecía, Alfonso y Marena lidiaban con el problema que conllevaba una fila larga. — ¿No habías reservado ya, Marena? —Preguntó Gloria con los brazos cruzados sobre su pecho. —Sí, sí lo hice. —Respondió poniéndose un mechón de cabello detrás de su oreja, mientras metía su identificación en la cartera. —Pero llegamos muy tarde, carajo. —Murmuró tropezando con sus propios pies, Alfonso la sostuvo por el brazo. —Pues entonces vámonos a uno que no esté tan lleno. —Resolvió Gloria. — ¿No ves que el objetivo de Mar al venir hasta aquí es encontrarse con su Romeo? Claro que no vamos a irnos. —Se burló Alfonso, Catrina miró a su amiga buscando alguna reacción, no quería que la hirieran. Todos comenzaron a discutir sobre si debían irse o no, es decir, estuvieron ahí por lo menos veinte minutos parados junto con otras cincuenta personas. —Vamos, entren niños míos, tuve que darles un poco de dinero, pero estamos dentro. —Todos se giraron tras escuchar la voz de Alfonso, quien había vuelto de hablar con el guardia, Catrina inmediato comprendió que al referirse con “un poco de dinero” en realidad se trataba de mucho dinero. —Se la robamos a un tipo que todavía no llega así que apresúrense antes de que aparezca. —Todos celebraron el sacrificio económico de Alfonso, abrazándolo y poniéndolo en medio de todos, él se limitó a reír y negar con la cabeza. Los sentaron en una mesa en la orilla posterior, lejos de la terraza, algo positivo debido a que pronto comenzó a llover con fuerza y la gente que se encontraba afuera tuvo que entrar tuvo que entrar y acomodarse en donde pudieron, amontonándose entre las mesas. Catrina era una joven que constantemente se encontraba en la luna, por lo que no fue ninguna sorpresa que ella fuera la primera en enfocar su atención en un joven incómodamente alto y surrealistamente atractivo, él se aproximaba junto con el guardia que Alfonso había sobornado. Catrina ladeó la cabeza analizándolo, era sencillamente el joven más apuesto que había visto en su vida, tenía los labios de un impresionante tono rojizo, aunque se encontraban partidos, seguramente por una pelea. Inmediatamente notó que además llevaba su camisa blanca a medio abotonar, eso le provocó una sonrisa burlona, se veía ridículo, y aun así quería besarlo. —Hola, soy Matteo y ustedes obviamente están en mi mesa ¿No es cierto? —Su voz expulsó de sí una confianza apenas soportable, con una sonrisa poco amigable y descarada.  —Oh…vaya…—Catrina soltó una risa breve e inmediato se levantó, sabía que Marena posiblemente debatiría y pelearía para conseguir que no le quitasen la mesa, por lo que prefirió huir de aquella escena, principalmente porque quería besar a ese tal Matteo. La joven tomó asiento sobre la barra, donde el barista le entregó su bebida, había estado ahuyentando a cada borracho que intentó acercarse a ella, no era ninguno de ellos al que esperaba, se limitaba a beber de su vaso y observar a la distancia a su amiga, Marena, cuidando que no se arriesgara mucho para complacer a Pablo. —Miren quién está aquí. —Catrina miró a su lado, sonrió al notar que se trataba del tal Matteo, tan apuesto, tan angelical. Sus intensos labios rojos le regalaron una sonrisa seductora, Cat no perdió detalle en el ondulado cabello castaño, aún un poco empapado por la lluvia, sus brillantes ojos azules contemplándola como si estuviera embriagado, aun cuando la joven no detectó un rastro de alcohol en su aliento, tan cercano a ella. —La ladrona de mesas. —Miren quién está aquí. —Catrina lo miró de pies a cabeza, Matteo sonrió complacido ante la sonrisa de la joven. —Un completo cretino. —Terminó por decir, Matteo frunció sus pobladas cejas con una mirada interrogante. Catrina bebió a través de su popote, y él enseguida, en un arrebato, tomó la bebida de la joven con una calma casi alarmante, como si tuviese todo el derecho de hacerlo y bebió. —Además toda una fugitiva, en cuanto llegué huiste. —Sonrió sentándose al lado de la joven, seguía siendo el objetivo de Catrina besarlo, por lo que no se lo impidió, sin embargo la tomó por sorpresa la increíble altura de Matteo, pues al sentarse en el banco alto a su lado, inmediato la rebasó en estatura con creces. — ¿Qué estás tomando? —Preguntó haciendo un rostro de disgusto como si hubiesen envenenado la bebida. — ¿Jugo de naranja en el bar con más variedad de bebidas en toda la ciudad? —Verás, es que en la compra de un jugo de naranja te entregan esta hermosa sombrilla en miniatura. —Catrina la alzó a su vista, por primera vez no había una sonrisa arrogante en sus labios si no una genuina, no pudo evitar sentir ternura ante la confianza con lo que había dicho aquello, enseguida, tal como la bebida, Matteo le quitó a Catrina la sombrilla, girándola entre sus dedos índice y pulgar. —Eso es encantador. —Sonrió, cuando el joven notó que Catrina tenía una sonrisa extrañada inmediato carraspeó y tiró la sombrilla morada al suelo, la joven abrió la boca de par en par sintiéndose ofendida, como si él hubiese cometido un crimen de odio. —Claro…si eres esa clase de…personas. —Se había puesto nervioso. —Pero más que por la sombrilla que sin motivo asesinaste. —Matteo soltó una breve risa. —Es porque por lo menos el jugo de naranja sí lo saben preparar. —Bueno, mi padre se sentiría muy ofendido si te escuchara. —Catrina miró a los lados, él parecía en serio orgulloso de decir aquello, por lo que enseguida asintió con la cabeza ante una pregunta no formulada. —Sí, mi papá es dueño de este y otros muchos bares y restaurantes en la ciudad, ¿Imaginas la vida de alguien como yo? Puedo entrar a bares desde los catorce, le debo mi popularidad. —Catrina suspiró, lo había arruinado todo. —Pues…—Tras terminar de beberse el jugo de naranja, lo dejó en la barra. —Me parece lamentable que le debas tu éxito a algo o alguien que no seas tú. —Catrina recogió la sombrilla morada y la dejó sobre la barra, pensando en que alguien tendría que recogerla y no era justo sólo ser grosero, Matteo había perdido todo su encanto. —Tú necesitarías tener todo lo que yo tengo para entender a lo que me refiero, y por lo que veo parece poco probable. —Le dijo mientras jugaba de nuevo con la sombrilla morada. —No tengo tiempo para esto. —Él alzó la sombrilla de la discordia como si estuviera brindando con ella y le guiñó el ojo, Catrina al notar que no lo había afectado con sus palabras se molestó y le hizo una mala cara, enseguida desapareció de su vista con los puños apretados. Matteo la miró alejarse con una sonrisa profunda alojada en sus labios, era una grosera y una maleducada y él estaba intrigado. 

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