Después de dar vueltas y vueltas, durante quién sabe cuántas horas más después de mi pesadilla recurrente, había perdido toda esperanza de que el sueño viniera a mí de nuevo. Aunque, de alguna manera, creo que el sueño era algo que temía porque traía esa visión una y otra vez. Significaba perder a Isla una y otra vez. El sufrimiento había sido el peor que podía imaginar. Yo, como tantos otros, había oído hablar de lobos que perdían a su compañera y el daño que eso podía causarles, pero nunca pensé mucho en ello. Aunque, supongo, como un chico joven y despreocupado, disfrutando de mi vida y divirtiéndome, ¿por qué lo haría? Pero, a la edad de diecisiete años, el destino había decidido que eso era lo que me tocaría. Iba a descubrir exactamente qué podía ser el dolor. Descubrir la sensación