Podría decirse que su mirada era aún más terrible que la de la última vez, y no me extrañaba, ya que el último momento en el que le vi tenía estampado un bonito jarrón antiguo en su rostro, y no me arrepentía para nada de haberlo hecho. —Hola, preciosa —dijo él fríamente, estaba definitivamente cabreado—. ¿Me recuerdas? —¿Cómo no hacerlo? —pregunté. Mi voz temblaba y mis labios estaban secos, no obstante, me escuché bastante segura—. ¿Qué haces aquí? —Vendrás conmigo. —Tienes que estar loco —retrocedí cuando él avanzó un paso hacia mí, ¿en verdad esperaba que me acercara a él?, ¿que le hiciera caso?—. ¡Te odio! Observé lo que tenía en sus manos, ¿eso era una navaja?, ¿había sacado un cuchillo?, ¿qué pretendía? Mi vida era una mierda, pensé que podría olvidarme de Kenji, pero ahora n