Imelda aún seguía incrédula, ella desde un principio vio algo en Kenji que no le gustó, eso lo sabía de sobra, pero… la verdad es que nadie se esperaba que él fuera tan cobarde como para hacer eso. Había pasado ya una semana desde entonces y siempre –y cuando digo siempre es siempre—, salía él en el tema de conversación y era maldecido por mi amiga sin parar, no era de extrañar. Miré a mi babosa Polita y sonreí ampliamente, hacía una semana que volví a insinuarme a Julian y él estuvo de lo más raro, se puso nervioso, jamás le había visto de ese modo. Sabía que reprimía sus sentimientos, estaba más que claro que no quería verme más que como a su pequeña hermana, pero no podía evitarlo y ahora siempre que podía me esquivaba, otra vez. Abracé el conejito de peluche que me regaló hace t