Mi nombre es Fiorella seguro se preguntará ¿qué hace una mujer sola sentada en una silla en Francia llorando? No perdón, es París el lugar del amor. Ahí es donde estoy. Claro que es el lugar del amor. Miras por todos lados y solo ves parejas que se prometen amor eterno. ((Púas que asco)) Todo es un maldito engaño. Pero déjenme contarles porque estoy aquí tomándome un vino tinto, dónde vine con mi esposo de luna de miel. No prometo que no habrá lágrimas, porque si tienes sentimientos llorarás igual que yo. ¿Están listas?
Hace unas semanas atrás.
Mientras seguía en mi habitación pensando en cómo salvar mi matrimonio, o bueno debo decir lo que queda de él. Que si me lo preguntan no es mucho. Me casé a los veintiún años. ((Sí, sé que fue muy joven)) Yo tenía claro que quería mi vida junto a él, se preguntan ¿cuál él? Mi esposo Mohamed el hombre que me robó el aliento desde que lo conocí. Suspiro. Él es tres años mayor que yo, pero lo nuestro fue amor a primera vista. Solo que eso se destruyó con el paso de los años. Volviendo al tema, lo conocí en el instituto yo entrando y él casi saliendo, pero eso no lo detuvo para estar conmigo. Él siendo el hombre más popular del lugar y yo siendo la “come libros” si esa era yo. La joven que pasaba metida en sus libros leyendo sobre cómo quería mi futuro novio. Y pues bueno qué debo decir, ame profundamente a mi querido Christian Grey o a Jess Ward. Pero esos libros los leía a escondidas ya que eran para mayores de dieciocho años y yo apenas tenía quince. Imagínate lo pervertida que estaba. Bueno ese año solo recibí sus miradas y sonrisas, pero siempre lo vi con mujeres. Cuando un día se armó de valor y me pregunto:
—¿Me quieres acompañar a…?
Te puedes imaginar que el hombre más guapo del instituto te hable y tú no le pongas atención por estar comiéndose los labios con la mente.
—¿Me estás oyendo? — me pregunto.
¿Y adivinen qué? Se me olvidó hablar, porque no le conteste. Anastasia estaría igual que yo de mortificada y Ava me daría una buena por ser tan torpe.
—Vamos a ver—me dijo— ¿te pongo nerviosa?
Negué con la cabeza.
Y así fue como empezó todo nuestro amor, él siempre detrás de mí y sacándome las palabras y yo feliz de tener siempre su atención.
No pensé que eso se llegara a acabar después de dieciséis años juntos. ¿Será que no existen los finales felices? ¿Qué piensan ustedes? Y con tanta historia romántica yo sí lo pensé. Pero después de las pérdidas que tuve ya no lo creo. Nuestro matrimonio se vino abajo por muchas razones, pero una fue por no poder tener hijos. Lo intentamos muchas veces, pero no se pudo. Cinco abortos que me los tatué en mi cuerpo, porque nos soy capaz de olvidar las ilusiones, el anhelo de tenerlos, si no has pasado por eso, no vas a entender este dolor que siento. Si estaba bien me deprimí demasiado, pasé días llorando, también había días en que no sabía si me había bañado, otros no comía y caía en un cuadro de destrucción. Ahora me entienden porque mi esposo me mandó los papeles de divorcio. Bueno, que además siempre le gritaba que él era el del problema, porque nunca quiso hacer nada y no me dejó a mí tampoco. Fui demasiado estúpida. Pero aquí no acaba mi triste historia. Cuando perdí a mi quinto bebé, fue donde toqué fondo, me encerré en el cuarto, mi querido esposo andaba de viaje con sus colegas en una reunión fuera del estado. Él es el famoso abogado Mohamed Johnson que con tan sólo treinta y cuatro años ha hecho una gran fortuna y yo pues me quede en casa, haciendo lo que me gusta arte, me encanta la pintura y él siempre odio eso. Volviendo al tema principal, estuve encerrada en el cuarto durante cinco días y quien por fin me descubrió desmayada fue mi ama de llaves Emily. Una joven de mí misma edad. ¡Aja! Todo mundo piensa que el ama de llaves tiene que ser mayores y pues no, yo la escogí a mi gusto y me ha durado bastante, digamos que ocho años para ser exactos. La cosa es que mi esposo llegó de su viaje y no quiso ni verme y eso me mató por completo ¿piensas que es un imbécil sin corazón? Claro, me lo han dicho mucho. No importa las veces que me lo digan, yo sigo enamorada de él y soy de las que creen que uno se casa para toda la vida.
Me levanto de la cama en busca de Emily para que me haga una taza de té, o bueno mejor una copa de vino tinto para bajarme el trago de los papeles de mi divorcio. Mientras bajo veo mi casa, una gran casa en los suburbios donde todos nos conocemos y hacemos cenas familiares todos con sus hijos, solo la familia Johnson no los tienen y ya nos ven con lastima por mi pérdida. Llegue a la cocina donde veo a Emily cocinando el famoso estofado y sé que en el horno hay rebanadas de pan para acompañarlo.
—¿Vienes por tu dosis? —me pregunta con una sonrisa.
Emily me conoce creo que mejor que mi propio esposo, ella sabe que en momentos de angustia una copa de vino tinto es mi solución, aunque esta vez no lo creo, porque mi vida está completamente destrozada.
—Sí, pero no veo solución Emi —dije con dolor.
—No diga eso, todo tiene solución menos la muerte, Fio.
Le había rogado que me llamara así, no soporto que me llame señora. Como me suelen llamar siempre.
—Si tuvieras la oportunidad de un deseo ¿qué pedirías? —le pregunté.
—Que tus sueños se hagan realidad.
Esa respuesta me sorprendió. Dígame ¿usted haría lo mismo? No, jamás. Muchos pedirían pegar la lotería, otros tener siempre dinero. Pero jamás nadie piensa en los demás y por eso la adoro, ella no es mi ama de llaves es mi amiga y ella lo sabe. Ha sido mi luz en mi oscuridad.
—Eso no se vale—me siento en un taburete de la isla— es para ti.
—Ok, tienes un bebé y yo lo cuido.
Solté una fuerte carcajada.
—Emily eres tremenda, quién te ve.
—Me hace feliz escucharte tan tranquila —me miró con mucha ternura.
Eso piensa ella, pero me estoy muriendo por dentro.
—No me animo a leer los papeles del divorcio—le susurré.
—Hágalo cuando tengas tiempo—me dio una sonrisa tranquilizadora— No creo que al señor le precisé, sabes que está apoyando al partido político y eso está mal visto.
—Pero entonces ¿por qué me lo hizo llegar? —dije sin entender por qué se quiere divorciar tan rápido.
Se encogió de hombros mientras me servía un plato de estofado que olía delicioso y pan. Ella se sirvió también para ella y se sentó junto a mí. Ella obvio hacía esto cuando mi esposo no estaba, él jamás se lo permitió.
Sabes que todo es muy extraño, cuando empezamos jamás fue así, él era muy sencillo y aunque era muy popular nunca dejó que se le subiera a la cabeza, claro eso cambió llegado a la cima donde está. Ahora solo ve gente de su mismo nivel.
—¿No te dijo cuando llegara? —le pregunté curiosa.
Negó con la cabeza.
—¿Tú crees que me ame todavía?
—Donde hubo fuego, cenizas quedan. Solo tú la puedes encender.
No sabía cómo hacer eso. Me quedé viendo mi ropa y no era nada sexy, mis dedos siempre llenos de pintura, además me había descuidado mucho el pelo, mis uñas hasta mi cuerpo, me sentía huesuda. Realmente me sentía fea. Pasaba mi mayor tiempo pintando en mi rincón y cuando entraba ahí nada me importaba. Lo que me hizo recordar que Mohamed jamás ha entrado ahí.
—No sé cómo hacerlo—me miré las manos.
—Claro que lo sabrás. ¿Cómo lo conquistaste antes?
Chicas eso si no lo sabía, como les dije siempre fui una invisible para las personas y que él me notara fue lo mejor. Parecía una de las novelas que leo.
—No sé, siempre me he preguntado ¿por qué se fijó en mí? ¿Míralo a él? siempre tan guapo y yo…
—Y tú todavía más, tienes que hacerle caso a tu terapeuta Fio, eres una mujer muy hermosa y atractiva ¿No has visto que cuando tú caminas todos los hombres se paran a verte?
Mi terapeuta, Amber, es una mujer de cuarenta años y es bastante grandiosa, que me ha ayudado a salir adelante, desde que empezamos hace nueve meses, pero la dejo cada vez que se me ocurre. Lo bueno es que me tiene paciencia. Siguiendo el tema, eso que ha dicho Emily nunca lo he visto, porque mi vida gira alrededor de Mohamed y sólo en él. Soy una mujer bastante simple, con el pelo color rubio sucio y unos ojos verdes. Mohamed siempre me decía que era como ver el bosque.
—Me avisarás cuando llegue, quiero irme a dar una ducha y asearme para él.
—Claro que sí — me guiña un ojo.
Terminé de cenar con ella y luego subí a llenar la bañera y buscar un conjunto sexy de lencería. Qué obvio encontré en el fondo de mis cosas. Toque el agua y le eche las esencias que tanto le gustaban a mi querido esposo.
Estando metida, empecé a depilar mis piernas y luego en mi zona íntima, sé que no le gustara a Mohamed, pero a mí sí.
Cuando termine me levante para envolverme en una toalla, y entro corriendo Emily.
—El señor ya subió a la habitación de invitados, dijo que se iba a dar una ducha—me sonrió—creo que es la hora.
Me puse muy nerviosa, tenía más de ocho meses que no estaba con él y yo había perdido el deseo de tener intimidad.
—Y si no quiere tu tranquila, vas a ver que vendrá a ti —me dio ánimo.
Ojalá porque si no muero. Me maquillé, me unté crema Chanel en todo mi cuerpo y me pinté los labios color rojo puta. Sabía que amaba ese color. Busqué entre mis cosas unos tacones altos y me los puse. Emily me dio el visto bueno y caminé decidida hacia la habitación donde se había pasado, porque no soportaba ya dormir conmigo.
Abrí la puerta muy temblorosa y me lo encontré con solo una toalla en su cintura y se le veía la deliciosa V bien marcada.
Sonríe, pero él no me devolvió la sonrisa.
Me dio un vuelco al corazón. “Debo ser valiente” me digo a mí misma.
—Hola— entré y cerré la puerta.
—Hola—su voz tan profunda—¿Qué haces aquí?
Qué horror, como pensé que esto podía funcionar, no es el mismo hombre que conocía, él ya había cambiado.
¡Oyen! Él había cambiado, pero obvio es mi culpa, lo alejé y estoy pagando las consecuencias. Odio esto.
—Venía a decirte que si tú quieres—caminé distraída y yo sentía su mirada en mi cuerpo, me puse una mini bata de dormir— Puedes ir acompañarme a dormir, es que me siento un poco sola…
Él dejó salir un suspiro pesado.
—No lo creo, ya sabes que nos estamos divorciando Fiorella.
Auch me dolió demasiado. Pero yo sabía que jamás iba a ceder, el Mohamed de antes hubiera caído a mis pies. Este hombre no.
—¡Oh! —obvio me hice la tonta— Está bien, buenas noches.
Y me fui contoneando mi trasero. Sin esperarme a que me devolviera las buenas noches.
Cerré la puerta y casi que corrí a mi habitación con mi corazón acelerado y encogido por su rechazo.
Así que me tiré a la cama y estaba dispuesta a llamar a Emily para que viniera a dormir conmigo. Cuando se abrió la puerta de golpe y sabía que era él. Todavía tenía poder en él.
—Si necesitas ayuda, puedo aliviarte un poco…
Sonríe, siempre me salía con eso.
—¡Aja! ¿como? —musité.
Se acercó a mí y se dejó caer encima mío, dándome besos en el cuello hasta mi clavícula.
—Ya verás Fiorella de lo que soy capaz.
—Demuéstrame de qué estás hecho, Mohamed—susurre.
Gimió al escuchar su nombre en mis labios.
—Te extrañe demasiado Fiorella.
Me beso en los pechos, me arrancó la bata para luego demorarme los pezones erectos.
—Sigues siendo tan exquisita que me duele la polla.
—Mohamed por favor.
—Sí, nena yo sé que es eso.
Y así Mohamed me volvió hacerme el amor tan delicioso como siempre. Pero a la mañana siguiente fue lo mismo. Indiferente a mí. Se van a creer dejo una maldita nota diciendo… “Fue un error por favor firme los papeles del divorcio”
Amigas de verdad lloré, porque no sabía cómo salvar mi matrimonio.
—Deja ya el drama y sigue con la seducción, jefa —me dijo Emily mientras me servía el desayuno.
—Me dijo en la nota que fue un error.
—Demuéstrale que no fue un error.
—¿Cómo hago eso? —pregunté frustrada.
—Vea Fio, él es un hombre muy famoso, y sabes que necesitas un poco de cambio en ti. Deja de lado un poco tu pasión por la pintura y céntrate en él por ahora.
—¿Cómo sabes esto? —la miré entrecerrando los ojos.
Jamás había visto salir a Emily con nadie durante este tiempo.
—Yo veo y analizo desde otra expectativa —me dio una sonrisa.
Quiero esa expectativa. Porque lo que veo yo es humillación.
—Que fácil decirlo Emi —recordé lo ardiente que fue ayer— Pensé que lo íbamos a lograr. Fue increíble.
—Aja, te escuché —me guiño un ojo.
No me permito sonrojarme.
—Si escuchaste, ¿cómo es posible que no quiera seguir conmigo?
—Todo es un proceso Fio, y come.
¿Por qué será que tengo que hacerle caso en todo? Aaah hasta la pregunta es tonta, ella quiere lo mejor para mí. Así que en silencio amigas me como el desayuno y veo a Emi usar el teléfono para llamar y sacar citas.
—Listo gracias —se despide.
Me levanta las cejas y yo hago lo mismo.
—¿En serio Fiorella?
No me pueden culpar por no querer salir de mi maldita casa.
—No quiero salir Emi —le dije en voz baja —. Sabes lo difícil que es para mí eso.
—Hagamos algo —me propuso— Llamaremos a la señorita Samantha y la envidiosa.
Solté una sonora carcajada. Emily detesta a Megan, porque dice que ella no es mi amiga, está por qué desear a mi esposo y la vida que llevo. Cosa que nunca me ha dado un solo motivo de eso. Además, les cuento que mi defecto es que soy muy distraída. Confío plenamente en ellas porque son mis amigas desde el instituto. Emily pone los ojos en blanco y hace la primera llamada.
—Hola señorita Samantha — la saluda muy respetuosa —Si igual, es que la señorita tiene cita — hasta aquí escuché los gritos de felicidad —Ajá le diré que irás.
Me dio una sonrisa ardiente.
—Está muy emocionada por ti.
—Sí, hasta aquí escuché los gritos.
Me dio una mirada.
—Hazlo Emi —me tomé mi tiempo para darle un trago al café horriblemente frío y feo — Llámala.
Ella negó con la cabeza y me sonrió.
—Hazlo tú— me señala la taza —Estas que vomitas con ese café.
Todas se las sabía. Puse los ojos en blanco.
—Eres una sabelotodo Emi.
Me levanté y tomé el teléfono para llamar a Megan.
—Hola— me contestó con voz aburrida.
—Hola, ¿Tienes planes hoy? —le pregunté muy emocionada.
—¿Fío? —su voz era de sorpresa.
Chica esto sí me pareció extraño, pensé.
—Sí, ¿no te sale mi número? —le pregunté frunciendo el ceño
—Estaba acostada —se escuchó que se levanta y cierra una puerta, imagino que es la del cuarto del baño —No tengo planes ¿Quieres hacer algo?
Su voz cambió más a la Valentina que conocía de toda la vida.
—Tengo cita en el spa y luego al salón.
—Que emoción claro, ¿llamaste a Samy? —escucho que se abre la ducha y un azote — Nos vemos, ¿dónde siempre?
—Sí.
Y así terminó la llamada. La vida de Megan es muy diferente a la mía, ella anda con uno y con otro disfrutando de conocer los diferentes tamaños de pollas (sus palabras no las mías) Siempre me criticó por casarme tan joven y pronto. Y ahora escucharla la ducha, me dio nostalgia. Recuerdo cuando Mohamed pasaba más tiempo conmigo que en el trabajo. No sé en qué momento todo cambió.
—No haga esa cara, vas a ver que lograrán llegar ahí —me animó.
Me limpié la lágrima que se me escapó.
—Deseo volver a sentir esa emoción de estar enamorada, Emi.
De verdad que si lo deseaba con todo mi corazón.
—Lo sentirás, mi querida Fiorella. Ve cámbiate y llegues con un cambio radical, para que tu esposo se vuelva loco.
Chicas el corazón me duele, no quiero perderlo, yo lo amo, son años juntos y lo que hemos vivido. Tampoco es que sabría qué hacer con mi vida. Mi mundo siempre ha sido el Mohamed. Una esposa muy entregada. Saber que lo estoy perdiendo me duele mucho, amigas.
—Ve mujer que se te hace tarde —me pasa las llaves de mi Audi R8.
Me quedo mirando a Emily y veo que su vida es estar aquí encerrada.
—Ven conmigo —le dije en voz baja.
Lo que no sabe es que me da miedo que me dé un ataque de ansiedad.
—Tienes que dejar eso Fiorella y seguir adelante —me reprendió.
Ella se acerca a mí y me da un beso en la mejilla. No parece que tenga treinta y dos años.
—Ve, a gastar dinero en ti y ponte guapa.
Y sin pensarlo dos veces agarré valor y salí al garaje por mi coche. Al abrir la puerta del conductor me llene de emoción, Mohamed se volvería loco si se diera cuenta que voy a manejar. Por mis ataques de pánico, pero hago lo que me dice la terapeuta. Deja atrás tus miedos y sigue adelante con cada meta. Me subo y arranco el coche y salgo disparada chillando llantas y eso me hace sentir feliz y libre.