CAPÍTULO 3

1438 Words
SANTINO LEWIS Las cortinas se abren de golpe logrando que la luz golpee mi rostro. Las sábanas son arrancadas de mi cuerpo. Gruño en respuesta. Todo el alcohol que bebí anoche hace efecto porque siento ganas de vomitar. -señor pasan de las diez. El desayuno fue servido a las nueve. Todos lo esperan en el comedor- me tapo con la almohada volviendo a dormirme. Algo helado baña mi cuerpo y es allí cuando reacciono tomando mi arma de la mesilla de noche y apunto. -¡te atreves a mojar a tu capo hijo de perra!- una camisa es aventada a mi rostro y me duele tanto la cabeza que siento que me va a estallar. -tome una ducha y báñese, señor- Alf está parado en frente de la cama con su singular rostro calmado. Toma las sábanas sucias y las recoge. -¿tienes ganas de morir a las 9 de la mañana?- espeto molesto y a nada de volarle los sesos. -pasan de las 10 Señor. Puede matarme una vez que baje a desayunar- camina muy tranquilo a la puerta del baño. El maldito anciano se cruza de brazos esperando que me levante. Perezosamente me alejo de las suaves sábanas y camino. Extiende la mano para que le entregue el arma pero en el último segundo presiono el gatillo. -su ducha está lista. Anunciaré que bajará en minutos- da una pequeña reverencia y se aleja. -¿lo volviste a hacer?- levanto una ceja. -las municiones están en el primer cajón- se aleja y sonrío de lado. Alfret ha sido mi mayordomo desde que tengo uso de razón. Es al único que he tolerado su comportamiento. Me conoce y lo conozco. Es momento de que se retire pero sigue aquí para atormentar mis mañanas. Me doy la ducha más larga de todas. Vuelvo a ser el capo hijo de perra. Peino mi cabello y bajo las escaleras. Me encuentro con algunos soldados que rodean el área. Las grandes puertas del comedor se abren y sonrío al ver la cara agria de Giuseppe y Federico. Perfecta mañana. Todos inclinan la cabeza a mi llegada. Todos excepto la rubia de ojos grises que no me mira pero sé que mi presencia no le es indiferente. Ya platicaré con ella más tarde. -buenos día Familia- espeto sarcástico. En el momento que tomo asiento las empleadas empiezan a servir los platos. -al parecer nuestro capo ha vuelto a llegar tarde- oigo decir a Federico que se lleva un trozo de fruta a la boca. Su prometida degusta un pan con mermelada y el recuerdo de lo que aquella boca le hizo a mi polla aviva los recuerdos. Hoy usa otro de sus tan peculiares vestidos en tonalidades pasteles. Le queda de maravilla. Esta vez el cabello se lo ha dejado suelto en ondas y como puedo apreciar nuevamente no está usando mucho maquillaje. -cómo puede controlar una organización si no puede ni levantarse temprano- Giuseppe se limpia la comisura de los labios con la servilleta. -nuestro capo ha hecho crecer los negocios de esta familia en comparación con el anterior Lewis. Que se levante tarde no lo hace menos productivo- espeta Matteo bebiendo una taza de café. Me inclino en mi asiento ignorando las demandas de mi Tío. Vuelvo a fijar la vista en la feliz pareja. Mis ojos se conectan con la rubia de boca apetecible. No baja su mirada y es lo que me gusta de ella. Cualquiera ya habría perdido la vida por tal atrevimiento. -espero que la fiesta haya salido tal como lo habían planeado- Federico toma la mano de Ebba dejando un beso en su dorso. Presiono el cuchillo que tengo en la mano. -Fue perfecta. La Mía Regina y yo disfrutamos nuestra unión- Ebba sonríe recostando su cabeza en el hombro de Federico. Me mira con una maldita sonrisa. -Lo que no vimos fue su presencia. Mi capo- mi cabeza solo procesa las últimas palabras que salieron de su provocadora boca. Ebba Fischer. -me aburrí del ambiente y para matar mi aburrimiento me revolqué con una exquisita mujer. Lo lamento si mi ausencia les dañó la fiesta- El rostro de Ebba se tensa pero vuelve a su expresión original. Vuelve a sentarse erguida en su asiento, pero nuevamente Federico toma su mano en donde se posa el insignificante anillo de compromiso. ¿A eso le llaman anillo? -claro que nó, Mi capo. Aun sin su presencia pude disfrutar con mi prometido- deja que mi primo le bese la mejilla. No pierdo de vista la mirada de mi Tío. Vuelvo a presentar atención a mi plato pero tengo el estómago revuelto. Me pongo de pie dejando la servilleta a un lado, Matteo hace lo mismo y con un movimiento de cabeza abandono la mesa llena de hienas y una preciosa conejita apetecible. Ajusto mi arma tras mi espalda y camino directo a mi despacho. -qué sucedió con la entrega de Rivas. Se seguirá retrasando- me acerco a la barra tomando un vaso de tequila y lo bebo de golpe. -King no nos ha dicho nada aún, pero según fuentes, el barco arribará en unos días- King no pidió ayuda pero quise dársela. Mis intereses son otros, así que necesito aplanar mi terreno. -Qué me dices de los Romanov. Supe que organizaran una fiesta en la que obviamente no fui invitado- Matteo sonríe. -se llevará acabo en dos días en una de sus mansiones. Hay una extensa lista de invitados. Sabes que esa gente no duda en querer mostrar sus riquezas- Anton Romanov es el Líder de la Mafia Rusa. Una mafia muy sanguinaria y muy conocida por sus métodos de tortura. Es un perfecto socio y sé de buena mano que hace tratos con King. -Necesitamos llegar a ellos. Envía un presente a Romanov- Matteo asiente tomando su celular. Me concentro en revisar unos documentos. Unas de mis empresas aquí en Chicago está teniendo problemas y necesito corregir ese problema. Tomo la computadora leyendo los informes y frunzo el ceño. -quién confirmó un cheque en 15.000 dólares- espeto furioso. Reviso los movimiento percatándome de la fecha. Fue hace apenas una semana. -Estoy en ello- Espero unos minutos hasta que Matteo termine de hablar con el gerente. -claro. Entiendo- me mira y por su expresión intuyo quien fue. -lo sabes, verdad- mi ira estalla. Golpeo la mesa fuerte. -Llama a Federico ¡ahora!- Matteo sale y vuelvo a revisar si hay algún otro movimiento en las empresas Legales Lewis y lo mismo. 10.000 hace tres semanas, 25.000 hace un mes. Este hijo de perra tiene ganas de morir. Cierro la computadora y mi ira estalla al tener al maldito aquí. No lo dejo terminar porque conecto un puño en su mandíbula mandandolo al suelo. -¡en tu puta vida vuelvas a tomar dinero de mis empresas!- se lleva la mano al rostro y me mira una mirada que irradia odio. El sentimiento es mutuo. Y si no lo he matado es porque todavía no ha hecho nada estupido. -solo fueron unos cuantos dolares- se pone de pie demostrando el cinismo que lo caracteriza. -Te has gastado más de cincuenta mil dólares de las empresas y dices que son unos cuantos dólares- mi vena de la frente quiere estallar y mis manos quieren golpear su maldito rostro. Se arregla la chaqueta pero no me mira a los ojos. -Ese dinero también es mío o se te olvida que soy accionista- su descaro no tiene límites. -tus putas acciones no podrían pagar ni la mitad de lo que te llevaste- me acerco a su rostro apuntando con la punta del dedo en su pecho. -en tu puta vida vuelves a tocar mi dinero o tu bella prometida quedará viuda antes de tiempo- solo asiente con la cabeza. Me relajo o juro que soy capaz de matarlo. -ahora lárgate. No te quiero ver- empieza a caminar pero algo da vuelta en mi cabeza. -en qué gastaste tanto dinero- se queda en el umbral de la puerta. -Llené a mi mujer con las mejores joyas. Es una reina y se merece lo mejor- empuño las manos y expulso el enfado. -piérdete- cierra la puerta y me relajo en mi asiento. regina que apodo tan insignificante. La puerta es abierta mostrando al ser que quería ver. -Alfred me pidió que tarjeta esta charola a este despacho- La luz choca con este ser irreal sacado de un cuento de hadas. Volvió a cambiarse de ropa. Esta vez lleva un vestido crema con algunas flores esparcidas y un gran lazo en el pecho. Nuevamente lleva un adorno en la cabeza. -Hera…- espeto
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