EBBA FISCHER
Mi día no ha sido del todo malo. Hoy investigué algunas boutique en Chicago para comprar algo de ropa. El dinero que reuní por muchos años ha ayudado mucho a solventar mis gastos. No todo lo paga Federico.
Aunque ahora que lo pienso, necesito un trabajo.
No importa, lo veré después.
Camino por esta increíble mansión, me tomo un par de selfies las cuales subiré a mis redes.
Me topo con el personal de Santino los cuales me saludan de manera cordial.
Alfred está cerca del gran salón dirigiendo a su personal. No se cual es su edad pero se ve en él una persona muy enérgica. ¿50 tal vez?
Camino a la cocina topándome con Olga. La cocinera de la familia.
-que tenemos para hoy- me subo en el mesón probando un pedazo de tomate.
Me sonríe dulcemente.
-Hoy haré pollo con mi salsa especial. Algo de ensalada para el señor y de postre torta de coco- Olga fue una de las primeras personas de las que me hice amiga. Antes era un poco reacia a hablarme casual.
Ahora lo hace para llamarme la atención.
-eso se escucha delicioso, pero…- me bajo del mesón.
Se voltea negando en segundos.
-no- sonrío
-claro que si- abro la nevera y solo escucho a Olga pedir a los cielos que esta vez mi comida no explote.
-Soy Atea, pero señor; cuida el estómago de esta familia- haré un postre de limón con chocolate. Extraña mezcla.
Me paso de un lado a otro tomando ingredientes y escuchando los gritos de Olga al derramar algo de mezcla al suelo.
Me encanta aprender cosas nuevas y cocinar es una de esas.
Cuando trabajaba en el bar siempre nos llevaban la comida y teníamos prohibido hacer una actividad peligrosa que dañara alguna parte de nuestro cuerpo y rostro. Nuestro día consistía en pasar en salones de belleza y spa.
Puede ser muy satisfactorio recibir ese trato pero con el pasar de los años se vuelve insoportable.
Empecé a trabajar allí desde que tenía 14, así que los secretos de la moda me los conozco de memoria.
La tarde pasa volando y mientras Olga hace tres platillos diferentes yo sigo tratando de hacer que la espuma que colocaré encima de mi postre quede perfecta.
Alfred entra un par de veces a revisar que no haya incendiado la cocina. Tan divino.
Me ensucio las mangas del vestido pero no me importa.
Cuando estoy feliz por el resultado dejo mi plato en la mesa.
-perfecto- Olga mira mi creación con recelo.
-se ve comestible- me despido de ella completamente feliz.
Me tomaré una ducha para estar lista cuando sirvan la cena.
Distraída limpiando mi vestido me tropiezo con una pared de carne y huesos. Levanto el rostro encontrándome con mi prometido.
-oh Fede ya estas en casa- me empino para dejar un beso en su mejilla pero de aparta escaneando mi aspecto.
-¿vuelves a ponerte ese tipo de ropa? Por Dios Ebba. Qué son esas fachar y por que..- revisa el escote tocando algo viscoso.
-¿es chocolate? ¡Por Dios, volviste a la cocina aun cuando te lo prohibí!- se lleva la mano al rostro molesto. Me arrastra al área de la piscina Nuevamente escucharé un parlamento.
-eres una dama de sociedad que no tiene por qué estar en la cocina y mucho menos hablándole a personas que están por debajo de nosotros- odio cuando saca a relucir ese lado clasista y detestable. Siempre ha sido así Ebba.
Ya me acostumbré a sus constantes regaños que no me importa si la vena de la frente le explota. Paz mental.
-¿Estás escuchándome?- asiento.
-entonces qué harás- aliso mi vestido.
-No manchar mi vestido de chocolate claro está- no voy a dejar de hablar con el personal solo porque él me lo dice. Su clase y modales se los puede meter por donde sea.
-Ebba, Ebba, Ebba- pronuncia mi nombre con su tono entre calmado y molesto. Sabe que no le haré caso y es mejor así.
Me rodea el cuerpo.
Suspiro algo cansada.
-Podrás seguir haciendo esto por ahora, pero una vez que nos casemos. Se acabó- sus palabras son firmes. Quiero hablar pero lleva un dedo a mis labios. Significa, no me contradigas.
Sus dedos están helados y me estremezco al sentir como estos apartan las tiras de mi vestido y este se retiene en mi abdomen.
Federico aprecia mi pecho descubierto y desliza las yemas de sus dedos por los costados de mi pecho. Es algo que hace desde que empezamos a salir.
Levanta mi mejilla dejando un casto beso en mis labios y me obligo a sentir un sabor amargo. Ha bebido.
Sus manos se deslizan por mi espalda acariciando mi frío cuerpo.
No puedo sentir emoción o placer por su toque, pero me digo a mi misma que es normal.
Su lengua recorre mi barbilla y escucho un jadeo de su parte cuando mi mano toca su abdomen.
Se detiene de golpe aclarándose la garganta. Sus labios están hinchados por el beso. Sube nuevamente mi vestido dejando un beso en mi frente.
Siempre es lo mismo, un poco de besos y caricias, luego todo muere.
Me he mostrado desnuda ante Federico para obtener una reacción de su parte, pero siempre es lo mismo. El sexo solo será hasta el día de nuestra boda.
-estuviste fantástica- ¿fantástica? ¿eso es lo que se dice siempre? Estoy cansada de discutir que simplemente me quedo callada.
Me toma de la mano llevándome hasta mi habitación. Otra de las cosas que hacemos. No dormir juntos, fue por petición de él. Y ciertamente lo agradezco.
Con sentimientos encontrados, ingreso a mi habitación que está en penumbra. Algo tibio jala mi brazo y el grito muere con el beso que recibo. Pero qué…
Un calor surge en mi cuerpo en mi vientre y el frío que sentí siempre se va volando y se pierde en saturno.
-pero que te..- no distingo bien la silueta pero puedo saberlo sin verlo. Mi cuerpo lo sabe.
Sus manos rodean mi cintura y jadeo al sentir el choque de nuestros labios que danzan de manera salvaje y ruda.
Santino recuesta mi cuerpo en la cama y no pierde el tiempo cuando desliza su lengua por mi cuello de manera deliciosa, evocando los recuerdo de aquella noche donde besó cada parte de mi cuerpo cubierto con pétalos rosas que él mismo colocó.
Sus manos se deslizan debajo de mi vestido y me pierdo en la forma en la que palpa mi monte de venus y desliza un dedo en mi parte sensible.
Dios, debo detenerlo.
-espera- intento zafarse, pero baja mi prenda intima. Sintiéndome libre tiemblo al sentir sus dedos largo en mis labios íntimos.
-¿Qué? Federico te dejó cansada- el calor desaparece y de un movimiento lo empujo levantándome y alejándome de las garras del capo de la mafia Italiana.
Lo dulce se convierte en hiel en cuestión de segundos.
Mis muslos están untados con mi propia humedad pero hago caso omiso.
Santino se sienta en mi cama y mi rabia crece más al ver su estúpida sonrisa en el rostro.
Mi reacción es rápida porque estampo mi mano en su mejilla con una bofetada que le voltea el rostro y deja una picazón en mi palma.
-¡pero que tienes en la maldita cabeza para entrar a mi habitación y forzarme!- respiro por la boca.
Mi cabello está revuelto y mi vestido está arrugado. ¿Cómo pude dejar que este hombre me besara de esa forma? Como si fuéramos amantes.
Levanta su mano tomando mi muñeca.
-¿forzarte? no parecía que pusieras resistencia cuando mi lengua entró en tu boca- manoteo su pecho.
Lo odio, no lo haces Ebba.
-¡callate! cállate, eres un maldito hijo de..- me toma de la nuca uniendo nuestras frentes y tiemblo cuando siento el olor de su perfume.
Su aliento choca en mi rostro y me arrodillo cuando su mano hace presión.
Nuestras respiraciones son irregulares, la mía por ira y la de él, solo Dios sabe.
Clavo las uñas en sus muslos pero no obtengo ninguna reacción.
Todo lo contrario cuando visualizo el bulto que crece más en su entrepierna y salivo al recordar que aquello estuvo en mi..
-por qué dejas que te toque..- espeta molesto.
Se aleja un poco para mirar mis labios que de seguro están hinchados.
Habla de Federico.
-por que soy suya- espero firme, lo miro a la cara viendo como sus ojos se convierten en dos témpanos de hielo.
Mueve la cabeza.
-eso no. Tu no eres de ese imbécil- entierro más fuerte las uñas.
Presiona más fuerte mi nuca.
-es mejor que te vaya o..-
-o qué ¿vas a gritar? adelanto. Hazlo- mi labio inferior tiemble.
-pero qué dirá Federico si te ve con esos labios pecaminosamente hinchados, y desnuda allí abajo- me levanta junto con él. Aquellas palabras retumban en mi cabeza. El desprecio que sentía vuelve a resurgir y lo nota.
-te odio- acaricia mi mejilla.
-y yo te quiero para mi Ebba Fischer. Te quiero en mi cama retorciéndote de placer. No te olvido-
-deberías hacerlo ya- lo empujo apartandome de su tacto.
-yo quiero a Federico- mueve la cabeza nuevamente y el miedo recorre mi cuerpo al ver como su traje está manchado con lo que intuyo es. Sangre…
-Y yo te quiero a tí- se acerca y retrocedo. Sus facciones se vuelven duras.
-te quiero esta noche en mi cama luego de la cena- me burlo. Este hombre se volvió completamente loco.
-o qué- levanto mi barbilla.
-o le digo a tu prometido que su querida noviecita se revolcó en la cama y se retorció de placer con el ser que tanto desprecia, y aborrece. Su querido primo- me felicidad se desvanece en segundos.
No se atrevería ¿o, si?