EBBA FISCHER
Mi pecho late con fuerza y no se detienen hasta que llego a la mansión Lewis. Me acosté con Santino. Me acosté con el capo de la mafia Italiana y me gustó. Mierda.
Me quito la ropa y nuevamente me sumerjo en agua cálida tratando de borrar la vergüenza.
Qué me pasó, por qué cedí. ¡¿Acaso te volviste loca, Ebba?!
Cierro la llave y una vez limpia por fuera, pero sucia por dentro, me miro en el espejo. Los labios hinchados, el cuello lleno de marcas. Qué no decir de mi cintura y pechos. Todos llenos de moretones.
Me alejo para sentarme en mi cama. Nada pasó, Federico no se enterará, a Santino no le importará porque ya obtuvo lo que quería. No soy estúpida para creer que después de esto algo cambia. Me entierro bajo sábanas cubriendo mi cuerpo. Fue algo de una vez.
Cierro mis párpados para buscar la paz que tanto necesito.
No sé cuántas horas pasan porque cuando me despierto ya todo está oscuro. Es ahora cuando siento dolor por la actividad en la tienda de lenceria.
Me coloco un camisón de seda con algunas plumas. Mi estómago gruñe así que opto por conseguir algo de comida. No he sabido nada de Federico, es mejor así.
Ya en la cocina empiezo a rebuscar en los anaqueles y el refrigerador. Un sándwich de pavo y algo de helado. Me esmero colocando los ingredientes. Se ve delicioso.
-el hambre pos-sexo es tan comun- me sobresalto al escuchar una voz profunda. La mayonesa cae al piso hasta hacerse pedazos. No tengo que voltearme para saber quien es.
-gracias a Dios el hambre es muy común en mi- trato de actuar normal ¿pero, cómo se comporta una después de gemir en los brazos del enemigo? Es una pregunta sin respuesta.
-lo descubrí hace poco- su respuesta en doble sentido me hace voltear y querer abandonar la cocina. Paso por su lado pero el que me agarre del brazo manda un choque eléctrico a mi entrepierna.
-cuando hablo respondes- es ahora cuando lo veo mejor. Lleva solo unos pantalones de dormir oscuros, el cabello lo trae revuelto dándole un aspecto relajado.
Me aparto de su tacto y muestro la mejor sonrisa que tengo.
-que desea que le responda al señor. Si me pregunta de armas o alguna mierda de mafioso, no lo sé, porque no veo otro tema de conversación entre nosotros- su maldita sonrisa es sexi a más no poder. Clamate Ebba, es tu enemigo.
No me responde porque me toma del brazo y empieza a jalar como si yo fuera algún animal.
-¡es mejor que me sueltes o…!- me sujeta más fuerte.
-adelante. A ver cómo le respondes a tu prometido- me muerdo el labio inferior y creo que las ganas de matar nunca habían pasado por mi cabeza. Una cosa es que lo diga, otra es que realmente lo quiera hacer. Y Santino se quiere ganar lo segundo.
Abre la puerta de su despacho y cierra con un golpe seco logrando que la madera cruja. Estampa mi cuerpo, acorralandome sin opción de escapar porque plasma ambas manos a los costados de mi cabeza. Su mirada es siniestra y denotan furia. Adiós al capo con sentido de humor.
-a qué juegas Ebba- baja su cabeza hasta dejarla a mi altura. Los músculos de sus brazos me distraen, pero el que golpee más fuerte la puerta me sobresalta. Está más que molesto.
Paso saliva por mi garganta. Lo miro fijamente sin mostrar miedo.
-no juego a nada Señor, el que me trajo aquí y me acorraló fue usted- levanto el mentón. Una leve sonrisa escapa de sus labios.
-te vuelvo hacer otra vez la misma pregunta- su tono es más desafiante.
-A qué juegas Ebba Fischer- su aliento toca mi rostro. No aparto mi vista. Es como aquella lucha de miradas a las que jugaba cuando era pequeña.
-y a ti te vuelvo a responder lo mismo. No juego a nada- Baja una de sus manos y empieza a reírse llevando su cabeza a mi hombro. Su mano se desliza hasta perderse dentro de mi camisón, toca el lugar donde están los moretones.
-¿Por qué cediste fácilmente? Dónde quedó la mujer altiva que no se dejaba tocar- me encojo de hombros.
-tal vez quería comprobar algo- su mano llega a mis costillas y desliza los dedos de forma lenta. Su caricia es pausada. Deja una sensación placentera en mi cuerpo. Este hombre podría enviarme al infierno si se lo promete.
-¿comprobar qué?- se inclina más.
-que solo fuiste un polvo de una noche. Solo quería recordarme a mí misma por qué te detesto tanto- su mirada se endurece y me felicito por causarle ese sentimiento.
Después de él viví más que penurias. Después de él yo acc…
Ahora soy yo quien levanta la mano tocando su pecho duro. Deslizo las yemas de mis dedos tocando su pectoral. Su piel dura deja una picazón en la yema de mis dedos. Está frío y yo más que caliente.
-debo agregar que lo hiciste bien Santino. Sabes complacer a una mujer en lo s/xual. Y se sintió bien quitar la tensión- Acaricio su mejilla.
Una idea vaga pasa por mi cabeza y empiezo a maquinar una estrategia para arrastrar a este hombre al infierno al que me mandó hace años.
-Y tú también lo disfrutaste, porque el que te corrieras dentro de mí, me lo confirma- mira la dirección de mi mano y como esta se desliza a sus abdominales. Dios dame fuerzas para no hacer una locura.
-te odio, pero follas bien- termino hasta tocar la cinturilla de su pantalón. Si mi plan marcha como quiero voy a poder destruirlo. Algo me dice que no le soy tan indiferente, que no soy un polvo más. Es mejor que no te equivoques Ebba Fischer porque si este hombre no cae seré yo la que se arrastre.
-así que este es tu juego- desata la bata deslizandola al suelo. Mi pecho queda al descubierto y solo mi parte inferior está cubierta por una fina tela.
-yo no juego- respondo. Trayendo la mentira a la ecuación.
-Dirò che ti credo.. Ebba- me levanta con un solo brazo y no dudo en rodear mis brazos a su cuello. Me sienta en su escritorio. Santino observa las marcas que dejó en mi cuerpo. Pasa los nudillos por mi pecho. La piel se me pone de gallina. Dios, apoya lo que estoy a punto de hacer. Voy a jugar con el Capo de la Mafia Italiana.
traducción:
Dirò che ti credo. (Diré que te creo)