EBBA FISCHER
Camino por la gran mansión Lewis. Aun no puedo acostumbrarme a las excentricidades de esta. Todo está pulcramente colocado. No hay ni un solo gramo de polvo, y cómo no haberlo si hay demasiados empleados.
El sonido de mis tacones se pierde por la gran alfombra blanca que cubre el suelo. Con que así vive el hombre al cual entregué todas mis primeras veces.
Vagos recuerdos atormentan mi cabeza pero los hago callar enseguida.
Los acontecimientos del desayuno pasan por mi cabeza. Me detengo al ver mi reflejo en el espejo.
La mirada penetrante de Santino Lewis aún logra poner mi piel de gallina. La forma en la que me observaba, con absoluta atención, demostró una vez más que me recuerda. Que recuerda lo que pasó años atrás.
Pero debo olvidarlo, necesito borrar de mi mente aquel horrible recuerdo. No debo pensar en el hombre que inició con mis fatalidades. Porque después de él solo quedó un cuerpo sin alma.
Soy de Federico…
Lo soy. Soy suya y así lo será siempre. Fue mi salvador y lo sigue siendo. Aunque su carácter cambie de un momento a otro. Soy suya..
Eres fuerte Ebba, no caigas en las garras del lobo feroz, no dejes que te desgarre el alma y luego desaparezca.
-oh, señorita Fischer- me detengo de golpe al ver al mayordomo de la familia.
-oh. Buenos días Albert- recuerdo su nombre por que lo escuche de la boca de Federico. Dice que este hombre no le cae bien, pero a mi no me inspira nada malo.
-Sabe si el señor Federico ingresó al despacho del señor- su pregunta me toma por sorpresa. ¿Santino lo mandó a llamas? y si le cuenta que..
Mi cuerpo empieza a temblar y creo que el hombre que está frente a mi lo nota.
-sucede algo- me escanea.
Niego.
-no lo sé, subí a mi habitación luego de desayunar- el hombre mayor suspira.
-entonces entregaré esto al señor- se voltea pero soy mas rapida y tomo lo que tiene en las manos.
-yo podría entregar esto- el hombre niega enseguida y da un paso para tomar el objeto en mis manos. Necesito hablar con el idiota de Lewis.
-Es usted la futura señora Lewis y..- me volteo.
-le diré a su señor que Federico salió- puedo ver cómo se forma una sonrisa en el rostro del mayordomo. Quito cualquier absurdo pensamiento.
Presiono la charola en mis manos y medito lo que le voy a decir al hombre más peligroso del planeta.
No puedo ser altanera porque estoy segura que me cortaría la lengua antes de que pueda objetar algo. Solo le diré que haga como si nunca nos hubiéramos conocidos o cualquier cosa que pase por mi cabeza en ese momento.
Doblo la esquina pero un golpe fuerte me detiene. ¿Federico? Retrocedo enseguida. No puede verme.
Se va por el otro lado. Suspiro aliviada.
Me planto en el que podría ser mi infierno. Tu puedes Ebba. respira.
Aclaro mi garganta y pongo el tomo más dulce que tengo
-Alfred me pidió que tarjeta esta charola a este despacho-miento. Doy dos pasos e ingreso viendo al hombre que aún logra hacer temblar mi cuerpo.
-Hera…- su voz es gruesa.
Avanzo lentamente hasta dejar el objeto de metal en el escritorio. Ajusto mi vestido y observo s Santino Lewis, líder de la mafia Italiana.
-mi Señor- me quiero morder la lengua por llamarlo así, pero fue una de las cosas que Federico me obligó a aprender. Venerar tal si fuera un Dios, pero no el mío.
-a qué debo el honor de tu visita principessa - mi cuerpo tiembla llevando un pequeño cosquilleo a mi vientre.
-Alfret me..- una sonrisa brota de sus labios y es la cosa más sexi que he escuchado. Controla tus hormonas Ebba. Es solo un cuerpo lleno de músculos, de increíbles músculos.
-miente nuevamente Ebba. A qué debo el honor de tu visita- levanta una ceja. Paso las manos por mi abultado vestido. Levemente detallo el arma que se posa en la mesa.
Odio esos malditos objetos. Los aborrezco.
-yo..- de repente me siento ridícula. Vuelvo a mirar el arma y…
Él lo nota porque lo esconde en su cajón. Espero alguna burla de su parte.
-respira Ebba- asiento acariciando mi brazo.
Su silla se arrastra y en cuestión de segundos lo tengo frente a mi. Por acción propia bajo la cabeza.
La valentía que tenía se fue volando por el gran ventanal que nos rodea.
-estas bien- toca mi barbilla y lentamente levanta mi rostro. El color de sus ojos son más claros que nunca, y con la luz del sol su cabello rubio brilla más.
-necesito palabras principessa- saco mi lengua para humedecer mis labios. Su mandíbula se presiona y lentamente siento como su pulgar acaricia mi labio inferior.
-no me gustan las armas- miro su pecho.
Vuelve a sonreir.
-Vas a casarte con un hombre de la mafia. Veras aquel objeto siempre- ahora es cuando la noticia choca en mi mente.
-le diré a Federico que las oculte de mi- Santino me suelta y se aleja volviendo a su lugar. Esta vez me da la espalda.
-a qué viniste Ebba- el tono delicado que empleó hace un momento se pierde y esta vez es más rudo.
-si no viniste a hablar es mejor que te vayas. Por si no lo ves estoy muy ocupado- frunzo el ceño. Volvió a ser el de siempre. Pero que tonta eres Ebba, cuando ha cambiado realmente.
-vine exigir que..-
-¿exigir?- se voltea y puedo ver que está molesto.
-yo se que tu recuerdas lo que pasó años atrás y necesito que..- golpea la mesa fuerte y me sobresalto.
-¿Y qué fue lo que pasó años atrás si se puede saber?- su tono es agrio.
-lo de nosotros, ahora yo estoy con Federi..- vuelve a reírse de mí y estoy a nada de aventarle el maldito jarrón en la cabeza.
-Ebba, hablas del polvo insignificante de hace dos años- mi corazón se detiene y la vergüenza tiñe mi rostro al ver cómo el hombre al que le entregue mi virginidad lo toma como algo insignificante.
-si, eso- trago grueso queriendo devolver el desayuno.
-¿crees que llevo la cuenta de las mujeres a las que me tiro? Por Dios, no seas tonta niña. Por mi parte ese asunto estaba olvidado pero eres tú quien lo saca a relucir- se acerca con esa maldita sonrisa en la cara. Intenta tocarme pero aparto su mano. No quiero que me toque.
Miro al suelo completamente avergonzada. ¿qué esperaba? que me tuviera en su mente todo este tiempo. Vaya tonta.
Mira mi vestido y yo hago lo mismo. Está limpio.. Lo comprobé antes de ingresar. ¿o acaso estoy sucia nuevamente?
Llevo una mano a mi nuca y rasco levemente. Me prometí estar limpia, por eso uso colores claros. O tal vez el hedor nauseabundo sale por mis poros.
-Ebba- llevo una mano a mi pecho. Estoy sucia, y él lo nota.
-Ebba, estas bien- toca mis hombros y me aparto de su tacto.
-¡no me toque! mi vestido está manchado. Sucio, no lo ves- frunce el ceño.
-¿Estás teniendo un ataque de pánico?- llevo las manos tras mi espalda y deslizo el cierre para quitarme esta sucia prenda.
-¡Ebba! que haces- respiro por la boca y los días en los que vivía en la basura se hacen presente en mi cabeza.
-el olor se impregnó ¿¡no lo huele!?- una lágrima se desliza por mi rostro. Retrocedo dos pasos dispuesta a salir de este lugar pero su mano me alcanza y en segundo me siento rodeada por unos fuertes brazos.
-tienes prohibido salir así- respiro por la boca y no se que pasa pero me mantengo abrazada al líder de la Mafia Italiana por no se cuanto tiempo.
-Tienes el olor más delicioso del mundo. Eres hermosa Ebba, lo eres- su tono volvió a ser Dulce. Su calor calma mis nervios. El recuerdo de mi niñez pasa por mi cabeza, mis párpados pesan y no entiendo por qué mi mundo se oscurece en cuestión de segundos. Yo estoy limpia, lo estoy.