CAPÍTULO 10

1378 Words
EBBA FISCHER Ahora creo que de verdad el alma abandona mi cuerpo. Proceso las palabras creyendo que lo que acabo de escuchar no es cierto. ¿se volvió loco? Solo así puede haber alguna explicación a la estupidez que acaba de decir. -no te atreverías- su aura peligrosa crece mas y me estremezco al sentir la palma de sus manos en mi cuello. Aquel tacto me repugna y me alejo una vez de este maldito monstruo. -no tengo nada que perder- se encoge de hombros como si lo que acabara de decir fuera algo coherente. -¡soy la mujer de tu primo!- grito empujándolo histérica. Retrocede riendo como el imbécil que es. -¡cómo me puedes pedir esa estupidez! se te fundió el cerebro o creo que la pólvora realmente te afectó…- vuelvo a empujarlo pero sostiene mis muñecas. -¡Suéltame! no me toques. Me repugnas Santino. Eres un maldito- suelto los peores insultos y creo que no le afectan ¿Cómo pueden afectarle? hasta una roca podría tener más sentimiento. -¡te quiero en mi cama esta noche!- grita más fuerte. -¡no!- grito más fuerte. -es una orden, porque tu capo lo demanda- lo vuelvo a empujar pero es como una jodida pared de concreto. Caigo al piso y por segundos puedo ver como su mirada se suaviza. Este hombre no quiere a nadie. Siento un ligero dolor en la muñeca. -tu no eres mi capo, solo eres un bastardo que no sabe escuchar un NO como respuesta- empieza a caminar rodeando. Atrapa una hebra de mi cabello pero lo manoteo. -toma una ducha y vístete bonita. Quiero saber que nuevo traje tienes para mí- abre la puerta saliendo y solo cuando escucho el cierre me llevo las manos a la boca intentando callar el grito de impotencia que siento en este momento. ¿Cómo llegamos a esto? es que de verdad creo que ese hombre se volvió completamente loco. Me levanto corriendo al baño y al ver mis labios siento un escalofrío. Su beso.. Sus labios lograron doblegarme por un instante. Su tacto logró quitar el frío que sentí por años. Pero no… No puedo caer. Con su amenaza en la mente tomo la ducha más larga. Tocan mi puerta un par de veces para anunciarme que Santino está ya en la mesa. Me vale mierda su capo. Abro mi armario buscando lo más normal y horrible que tenga mi guardarropa. Saco unos Jens de tiro alto junto con una blusa en color crema que tiene un moño en el escote. El cabello me lo dejo suelto y me coloco unos zapatos altos que tiene un lazo igual que la blusa. Cuando salgo me encuentro a una de las empleadas. -el señor no ha empezado aun- ¿y me importa? -¿sabes cuántos pasos hay de aquí al comedor?- niega. -entonces lo averiguaremos- la pobre mujer suspira y juntas empezamos a contar. 250 en total. Llego al lugar y todos se ponen de pie a mi llegada. A excepción de Santino claro está. -Qualcuno non sa come calcolare il tempo.- espeta llevando una copa de vino a los labios. Repara mi atuendo y frunce el ceño. Federico me extiende su mano y dejo que me bese el dorso. No pierdo de vista la expresión del Italiano. Mi prometido arrastra mi silla y dejo que bese mi mejilla. -hoy estás perfecta- me siento horrible, pero llevarle la contraria a su primo es mi objetivo. Los empleados empiezan a traer los platillos. Degusto el pollo que sabe a gloria. Le pediré a Olga la receta. Los hombres empiezan a hablar de asuntos de capo. Que solo es muerte, sangre, dinero. Bebo el licor de mi copa diciéndome una y otra vez que no aceptaré las demandas de ese imbécil. Decirle a Federico podría empezar un conflicto y ciertamente este hombre no querrá eso. Solo es una absurda amenaza. -te noto muy callada hoy Ebba- el tono que emplea logra hacer temblar mi cuerpo. -No tengo nada que decir. Mi capo- siento su mirada y me odio a mi misma por dejar que este hombre logre afectarme. Retiran los platos de la mesa para dejar mi postre en los platos de cada m*embro de la familia. Santino es el primero en probar el postre y creo que algo le disgusta por que llama a Alfred y este le susurra algo al oído. Una leve sonrisa aparece en su rostro y de la nada arrasa con todo lo que tiene en su plato. -¿Qué mierda es esto?- Giuseppe escupe en el plato. Se lleva la servilleta a los labios. -¿Limón y chocolate? qué es esta combinación- Federico avienta la cuchara a un costado. ¿Qué tiene de malo? a mi me sabe muy bien. -regina, no lo comas podrías enfermarte- intenta quitar mi plato. -oye, eso es mío- le entrega mi postre a la empleada -luego de una deliciosa cena por qué no charlar un poco- Santino se recuesta en su silla desabrochando los botones de su camisa. -no hay nada que decir por mi parte- espeta el padre de mi prometido. -hoy llegó un nuevo whisky al bar y….- el capo levanta su mano para que se detenga. -No quiero saber nada de trabajo. Por qué mejor no me cuentas tú Ebba ¿Cómo se conocieron Federico y tú? y como es que lograste atraparlo- una risa brota de mis labios y el recuerdo aún me hace reír. La sonrisa del capo desaparece. -una noche llegó a un bar y por accidente tropezó conmigo- el recuerdo aún me causa algo de gracia. Al ver mi sonrisa frunce el ceño. -te falta decir que llevabas un vestido largo- toma mi mano. -cliché- espeta el capo carraspeando algo molesto. -fue perfecto- espeto sonriente. -Conocí al hombre más maravilloso del mundo que me quiere y respeta. Estoy agradecida por ello- me inclino besando la mejilla de la persona que me salvó. Su padre sonríe igual feliz. -un gran hombre merece una buena mujer y Ebba lo es. Bella, inteligente y sobre todo fértil. Ya espero a mi nieto corriendo por la mansión- me separo de Federico. Tomo otra copa de vino. Aun no hemos hablados de bebé con Federico. -¿bebé?- se ríe Santino. -fabricas de popo y baba con un llanto que podría tortura el tímpano de cualquier persona- me rio por sus palabras pero los disimulo. No veo a este hombre como papá. -Me encantaría un bebé que se parezca a ella- toma mi mano. -ya nos estamos poniendo a trabajar en ello. Tal vez en unos meses damos la noticia..- el ruido de una silla arrastrando detiene las palabras de Federico. -creo que es momento de descansar- me mira fijamente. -buenas noches Ebba- soy de la única que se despide. Nuevamente en mi habitación ya en pijama camino de un lado a otro. No voy a ir. No debo ir. No voy a caer en sus amenazas. Me recuesto en mi cama cubriéndome con el edredón. No iré. ¿Qué podría pasar? Me fundo en un sueño profundo. Algo acaricia mi mejilla y levemente manoteo. Un olor amanerado avasalla mi nariz. Me volteo subiendo mi cabeza en algo duro pero agradable. Deslizo mi mano por un lugar rocoso, como pequeñas montañas. -si bajas un poco más, encontraras algo divertido- me sobresalto y el grito muere en los labios de la silueta que se cierne encima de mi. -odio la desobediencia conejito- -¡que haces en mi habitación!- me retuerzo. -todo menos hablar- desliza una mano en mi pierna. -voy a odiarte si haces eso- la punta de su nariz toca mi cuello. -viviré con eso- mi pijama sale volando en cuestión de segundos dejando mi torso descubierto. -me vuelves loco Ebba y te quiero para mi- se lleva un pezon a los labios y muerde logrando que de mis labios broten un gemido. -estoy celoso y cachondo. Pero más lo Segundo- une su frente. -vamos Ebba, sigue el juego. Prometo jamas decirle a Federico- sus ojos brillan y muerdo mi labio inferior al sentir como una de sus manos se deslizan a mi coño. Su orgullo crece. -al parecer alguien ya empezó el juego-
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