CAPÍTULO 8

1474 Words
SANTINO LEWIS -que recojan las armas que fueron entregadas por Roe, a mi ningún hijo de perra me va a robar en mi propia ciudad- Me levanto al recibir la dichosa noticia de que uno de mis galpones fueron atacados hace no más de dos horas. Abro la puerta encontrándome con Alfred que sostiene una charola. -que nadie salga hoy de la mansión- empuño mi arme. Al ver la expresión en mi rostro solo asiente. Mis hombres me siguen de cerca mientras salimos de la mansión. Paso por el salón encontrarme con mi tormento que nuevamente viste de forma exquisita. Esta vez no me detengo. Tengo un jodido asunto pendiente. Me he caracterizado por ser un capo mas relajado, mas no blando. Cualquiera que me conoce piensa y asume que solo soy un jodido jovenzuelo que tomó el cargo prematuramente. No todo se soluciona con gritos e insultos. Soy más de ir por objetivo y destrozarlo. Agradezco ser entrenado por el anterior Lewis quien me infundió jamás mostrar lo que soy capaz de hacer cuando algo no sale como yo quiero. Me subo a la camioneta y observo fijamente la ventana. Matteo no ha vuelto aún del operativo pero me dejó un mensaje diciendo que la entrega para King vino con sorpresa. El camino se hace corto y soy el primero en salir. -¿dónde están?- quito el seguro del arma. -solo pudimos atrapar a tres, uno se escapó- sonrío. Las puertas se abren mostrando a tres hombre amordazados completamente desnudos. Mis soldados inclinan la cabeza con mi llegada. El lugar está oscuro pero puedo ver de perfecta manera mis objetivos. Todos miran en mi dirección. Puedo ver el miedo en sus rostros. Son como ratas las cuales quiero aplastar con la suela de mi zapato hecho a la medida. Me acerco observando a los tres cadáveres que me observan. -Señor, estos fueron los que robaron en la bodega 6. Según las cámaras esta es la segunda vez que lo hacen- me relajo observando sus rostros. -con que es así- suspiro. Levanto el arma disparando al hombre del medio. El sonido retumba en el lugar y hago una mueca de asco al ver cómo su sangre manchó uno de mis costosos trajes. Le pediré a Alfred que contacte a la modista. Me concentro en los hombres que observan al cadáver que ensució sus asquerosas pieles con el bello color de la sangre. Arrastro una silla. Me siento de frente y me cruzo de brazos y piernas. -ahora me van a decir como tuvieron las bolas para robar a la Mafia Italiana- sus cuerpos tiemblan y sonrío al ver sus lágrimas. Muevo la cabeza como un lado otro esperando una respuesta convincente. -lo.. lo hicimos por necesidad- traga grueso el de la derecha. Observo al otro que asiente rápidamente. Me llevo la mano a la barbilla. -Necesidad. Interesante defensa- miro a mis hombres. Me relajo en el asiento meditando sus palabras. -algo más que agregar- -solo queríamos tomar algo que nos ayudara a..- levanto la mano para que se detenga. -Rubén- mi soldado se acerca - Adelante- -Agustín Torres y Manuel Disanto ambos criminales con muchos antecedentes penales- observo a los hombres que hacen una mueca de fastidio. ¿A dónde se fueron sus caritas de perros frágiles? -robo, extorsión, abuso a menores y cada uno tienen una orden de alejamiento de sus anteriores parejas- antecedentes comunes para estas mierdas de personas. Me levanto alisando mi traje. Escuché suficiente. -¿algo más que defender?- llevo una mano a mi oído pero el silencio se hace presente. -como lo imaginé- izquierda, derecha. Izquierda, derecha. Izquierda, derecha. Izq.. El de cabello oscuro llama mi atención y estoy empezando a detestar ese maldito color. Levanto mi arma y apunto a su cabeza manchándome con su asquerosa sangre. Quisiera que fuera la de Federico pero el mundo no es como lo queremos. -que torturen a este hombre hasta sacarle toda la información, no le creo que simplemente se haya colado a un lugar lleno de cámaras y seguridad. Sácale el nombre de su capo o mato al infeliz que lo dejó entrar a mi terreno- todos asienten y me apresuro a salir. El auto se estaciona de frente. Me relajo en mi asiento observando la sangre en mis manos. A Ebba no le gustan los colores intensos. Pero el rojo quedaría magnífico en su cuerpo. Su cuerpo desnudo aparece en mi cabeza y me pongo duro al instante. Yo chupé esos pezones y son la delicia más grande que probé o tal vez su coño fue quien me hizo enloquecer más. Me follé sus tetas, boca y coño aquella noche. Su último agujero solo fue tocado por un p.. -Señor. Hemos llegado- me levanto quitando mi chaqueta y dejándolo en el suelo cerca de la entrada. Ha oscurecido muy rápido. Me desvío de las escaleras pasando por el área de la piscina. Las luces están encendidas, de lejos veo a la mujer que a cada nada está en mis pensamientos. Acelero el paso pero me detengo al ver que Federico está a su lado. Sus manos están rodeando el cuerpo de Ebba. Una rabia intensa recorre mi cuerpo poniendo a hervir mi sangre. No la toca en mi presencia. Ella no se aleja lo que me enfurece más. ¿Por qué deja que la toque? No me gusta, me asquea ver sus manos en lo que es mío. No lo es Santino. Me vale mierda, pero nadie la toca. Avanzo y mi cabreo llega toque a ver como desliza su prenda superior y el momento es tan lento que puedo ver como su pupilas se dilatan al ver el torso desnudo de mi mujer. Gli strapperò gli occhi… Empuño mi arma sintiendo un temblor en mi mano. Doy un paso pero mi cuerpo es jalado por no se quien. -¡no me toques!- Alfred me sujeta fuerte de los hombros. -va a cometer un error- me lleva lejos de la escena pero en mi cabeza se repite la imagen. ¿Ella deja que él la toque como si fuera de su propiedad? ¿Han cogido? Acaso ha dejado que toque lo que es mío. Forcejeo pero es imposible. Alfred antes de ser mayordomo se alistó en el ejercito, este hombre sabe como desarmar un arma y volverla a armar. -¡que no me toques!- lo empujo consumido por los celos al vero como.. -¿y qué vas a hacer? ¿prohibirle que no toque a su prometida?- espeta igual molesto. -tú no sabes nada- despeino mi cabello tirándolo furioso. ¿desde cuando la calma de la que tanto me he jactado ha salido volando? Es que esa mujer.. -¿Qué no sé? que le gusta la mujer de su primo- se burla. -no te rías o estampo un puño en tu cara sin importarme tu jodida edad- coloca una mano en mi hombro. -Santino, ella no es tuya es de Fede..- aparto su mano tomándolo del cuello. -No es de Federico ¡es mía! yo la tuve primero, ese imbécil no es nadie- Mi mayordomo se queda en silencio. Lo suelto y trato de calmarme pero no puedo. ¡carajo! ¡qué mierda me pasa! Como puedo perder los estribos por una simple mujer. -¿tuya?- rasco mi barbilla. -¿en donde está su habitación?- no me importa que también sea la de Federico. -¡no vas a ir a ningún lugar!- me grita. -no me das ni puta orden o si no..- -o si no qué ¿me vas a matar?- me quedo en silencio. ¿Sería capaz de matarlo? jamás -Es mejor que te marches Alfred- suspira. -Es mejor que te vayas acostumbrando que esa mujer es de tu primo. Y aunque ahora no duerman en la misma habitación eso no significa que..- no escucho lo demás ¿no duermen juntos? Una sonrisa brota de mis labios. -Santino- Me alejo del hombre luego de prometerle que no haría nada frente a Federico. Es una verdad a medias. Me colo en la habitación de Ebba, me siento en su cama. Toco las sábanas blancas que se manchan con la sangre que aún mantiene mi traje. Quise ser bueno a su lado pero no más. No voy a soportar nuevamente un, No, de sus labios. Las puertas se abren mostrando a la mujer que quería ver. No la dejo reaccionar porque en dos pasos tomo su brazo y estampo sus labios fundiendo mis labios en un beso profundo que despierta una vez más el hambre de su piel en mi cuerpo. -pero que te..- de un movimiento recuesto su cuerpo en la cama y vuelvo a probar el sabor dulce de sus labios. Voy a ser el mayor hijo de puta de la historia.
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