Narra Johana Leandro tomó el contrato y salió de la habitación. Mis ojos se dirigieron desde el espacio vacío donde había estado Leandro hasta la mesa. Lentamente encontré las flores en el jarrón, las servilletas, el salero y el pimentero y luego mi copa de vino. Estaba medio lleno y no perdí el tiempo cogiéndolo y bebiéndolo. —Johana— habló Mateo en voz baja. Su voz llegó a mis oídos como un eco—¿Johana? Lo miré y mis ojos se fijaron en los suyos en un instante. Había puesto su mano sobre mi brazo, pero yo estaba demasiado ocupada con los pensamientos en mi mente para darme cuenta. —¿Sí?—tragué fuerte. La frente de Mateo tembló con curiosidad. —Si te sientes incómoda... —No—sacudí la cabeza y levanté la barbilla. Estaba asustada por perder mi virginidad, sí, pero no incómoda. La