Prólogo
Era un tarde lluviosa, algo que no pasaba mucho en la cuidad de Prainston.
El joven Azul, se encontraba muy ansioso por salir de clases. No sólo por el hecho de que le aburría está última, sino porque no espera el momento para saboreas los deliciosos pasteles de su madre. Quince minutos después, el timbre sonó, lo que hizo que todos salieran corriendo del salón, el joven pelinegro se encontraba entre ellos. Apresurado por llegar a la pastelería de su madre. Salió del instituto con su paraguas en mano, era azul como su nombre. Algo que a él le encantaba. Todo lo relacionado a su nombre lo hacia. Con su paraguas en mano, corrió lo más rápido posible hacia la pastelería, sin importarle el pasar de los carros por la vía. Tan distraído como siempre el chico choca contra algo. O mejor dicho algo.
—Podrías fijarte por donde caminas —especto una voz algo gruesa. Al levantar la vista, el pelinegro se encuentra con unos ojos color grises.
—Lo siento —se disculpo con un tono no muy apropiado. El chico de ojos grises solo se le quedó viendo, algo que lo ponía un poco incómodo pero no lo daba a demostrar.
—Me llamo Stone —se presenta el ojigris. Azul no pudo evitar escanearlo con la mirada.
Stone era un chico rubio de ojos grises, tenía unas cuantas pecas en su rostros y una sonrisa encantadora. Eso le molestó un poco a Azul, ya que él no era fanático de ese tipo de sonrisas. Decidió ignorar eso y presentarse, después de todo, no lo volvería a ver.
—Azul —dijo después se unos largos segundos o así lo vio Stone.
—Un gusto —contesto el rubio.
—igual —dijo estrechando sus manos. Una sensación rara recorrió el cuerpo de ambos. Esa fue la primera de muchas veces.