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El Destino De Los Dragones (Libro #3 de El Anillo del Hechicero)

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“EL ANILLO DEL HECHICERO tiene todos los ingredientes para ser un éxito inmediato: tramas, tramas secundarias, misterio, caballeros aguerridos y relaciones que florecen, llenos de corazones heridos, decepciones y traiciones. Lo mantendrá entretenido durante horas y satisfará a las personas de cualquier edad. Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores de fantasía”.

--Books and Movie Reviews, Roberto Mattos

EL DESTINO DE LOS DRAGONES (Libro #3 de El Anillo del Hechicero) nos lleva más profundamente al viaje épico de Thor, para convertirse en un guerrero, en su viaje a través del Mar de Fuego a la Isla de la Niebla del dragón. Un lugar implacable, hogar de los guerreros de mayor élite del mundo, los poderes y habilidades de Thor se profundiza mientras entrena. También sus amistades se hacen más sólidas, ya que se enfrentan juntos a las adversidades, más allá de lo que podían imaginar. Pero al encontrarse frente a monstruos inimaginables, Los Cien pasan rápidamente de una sesión de entrenamiento a un asunto de vida o muerte. No todos sobrevivirán.

En el camino, los sueños de Thor, junto con sus misteriosos encuentros con Argon, seguirán persiguiéndolo, para presionarlo para tratar de aprender más acerca de quién es, quién es su madre, y cuál es la fuente de sus poderes. ¿Cuál es su destino?

De regreso al Anillo, las cosas se están poniendo mucho peor. Mientras Kendrick es enviado a prisión, Gwendolyn se encuentra en la posición de tratar de salvarlo, para salvar al Anillo mediante el derrocamiento de su hermano Gareth. Ella busca pistas del asesino de su padre junto con su hermano Godfrey, y en el camino, los dos se hacen más unidos para lograr su causa. Pero Gwendolyn se encuentra en peligro de muerte al presionar demasiado, y puede estar descontrolándose.

Gareth intenta blandir la Espada de la Dinastía y aprende lo que significa ser rey, embriagarse con el abuso de poder. Él gobierna sin piedad, cae en la paranoia. A medida que la soga aprieta al asesino del rey, los McCloud atacan más profundamente el Anillo, y la corte del rey se encuentra en una posición cada vez más precaria.

Gwendolyn suspira por el regreso de Thor, por estar juntos, para que su amor florezca. Pero con fuerzas poderosas en su camino , es cuestionable si tendrán esa oportunidad.

¿Thor sobrevivirá a Los Cien? ¿Se derrumbara la Corte del Rey? ¿Encontrarán al asesino de MacGil? ¿Gwendolyn terminará con Thor? ¿Thor sabrá finalmente el secreto de su destino?

Con su sofisticada construcción del mundo y caracterización, EL DESTINO DE LOS DRAGONES es una historia épica de amigos y amantes, de rivales y pretendientes, de caballeros y dragones, de intrigas y maquinaciones políticas, de llegara a la mayoría de edad, de corazones rotos, de engaño, de ambición y de traición. Es una historia de honor y valor, de sino y destino, de hechicería. Es una historia de fantasía que nos lleva a un mundo que nunca olvidaremos y que gustará a gente de todas las edades y géneros.

“Me llamó la atención desde el principio y no dejé de leerlo... Esta historia es una aventura increíble, de ritmo rápido y llena de acción desde su inicio. No hay un momento aburrido”.

--Paranormal Romance Guild {acerca de Turned}

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CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO UNO El Rey McCloud bajó por la pendiente, corriendo por el altiplano, en el lado del Anillo de los MacGil, con cientos de sus hombres detrás de él, aferrándose con todas las fuerzas, mientras su caballo galopaba montaña abajo. Puso la mano hacia atrás, levantó su látigo y lo dejó caer con fuerza sobre la piel del caballo: éste no necesitaba ser arreado, pero a él le gustaba azotarlo de todos modos. Disfrutaba de infligir dolor a los animales. McCloud casi salivaba mientras veía el paisaje delante de él: un idílico pueblo de los MacGil, con sus hombres en los campos, desarmados, con sus mujeres en la casa, tendiendo la ropa en las cuerdas, apenas vestidas con el clima de verano. Las puertas de las casas estaban abiertas, las gallinas deambulaban libremente; los calderos ya estaban hirviendo con la cena. Él pensó en el daño que iba a hacer, el botín que podría obtener, las mujeres que arruinaría—y su sonrisa se amplió. Casi podía saborear la sangre que estaba a punto de derramar. Cabalgaron y cabalgaron; sus caballos retumbaban como un trueno, esparcidos sobre el campo, y finalmente, alguien se dio cuenta: el guardia de la aldea, una excusa patética de soldado, un adolescente, sostenía una lanza, estaba parado y se dio vuelta al escuchar que se acercaban. McCloud, observó bien al blanco de sus ojos, vio el miedo y el pánico en su rostro; en este puesto soñado, este muchacho probablemente nunca había visto una batalla en su vida. Estaba totalmente desprevenido. McCloud no perdió tiempo: quería matar al primero, como siempre había hecho en las batallas. Sus hombres lo sabían bien, como para dejárselo a él. Volvió a dar un latigazo al caballo hasta que ése gimió, y ganó velocidad, yendo más adelante que los demás. Alzó la lanza de su ancestro, una cosa pesada de hierro, se inclinó hacia atrás y la aventó. Como siempre, su objetivo era certero: el chico apenas acababa de girar cuando la lanza cayó en su espalda, atravesándolo y sujetándolo a un árbol, con un ruido silbante. La sangre brotaba de su espalda, y fue suficiente para hacer el día de McCloud. McCloud soltó un grito corto de alegría, mientras continuaban avanzando a través de la tierra elegida de los MacGil, por los tallos del maíz amarillos meciéndose en el viento, hasta los muslos de su caballo y hacia la entrada de la aldea. Era un día demasiado hermoso, un cuadro muy hermoso, para la devastación que estaban a punto de crear. Pasaron por la puerta sin protección de la aldea, este lugar estaba tontamente situado en las afueras del Anillo, cerca de las tierras altas. Deberían haberlo sabido, pensó McCloud con desdén, mientras sacaba un hacha y cortaba la señal de madera anunciando el lugar. Pronto podría ponerle otro nombre. Sus hombres entraron en el lugar, y alrededor estallaron los gritos de mujeres, niños, hombres mayores, o quien sea que estuviera en su casa en este lugar desolado. Había probablemente cien almas desafortunadas y McCloud estaba decidido a hacer que cada uno de ellos pagara. Él levantó su hacha sobre su cabeza mientras se centraba en una mujer en particular, corriendo de espaldas a él, tratando por su vida de volver a la seguridad de su hogar. No iba a suceder. El hacha de McCloud le pegó en la parte trasera de su pantorrilla, como era su intención y ella cayó con un grito. Él no había querido matarla: sólo mutilarla. Después de todo, él la quería viva para el placer que tendría con ella después. Había elegido bien: una mujer con larga, salvaje y rubia cabellera y caderas estrechas, de escasos dieciocho años. Ella sería suya. Y cuando terminara con ella, tal vez la mataría. O tal vez no; tal vez la mantendría como su esclava. Gritó de alegría cuando cabalgó cerca de ella y bajó de su caballo a medio paso, cayendo encima de ella y la tiró al suelo. Rodó con ella en la tierra, sintiendo el impacto del camino y sonrió mientras él disfrutaba de algo que parecía estar vivo. Por fin, la vida tenía significado otra vez.

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