Un nuevo día y comienzo de semana para Scott Dietrich, el mayor de tres hijos de la una de las familias más acaudaladas de Nueva York.
Como todas sus mañanas, después de ejercitarse y ducharse, peina su cabello n***o azabache y aplica una crema preparada con ingredientes naturales para no dañar su cabellera. Alisa su camina blanco inmaculado y se pone una corbata que hace juego con su traje gris, el cual anuncia la estrategia para una nueva batalla en la oficina de la empresa familiar: Una empresa de perfumes.
— ¡Qué hombre tan elegante!
Expresa George Filmore, el mejor amigo de Scott. Un hombre bien parecido, alto, de espalda ancha y piel oscura y cuerpo formidable, ojos castaño claros y cabellera negra ondulada, pero de personalidad un poco fastidiosa.
— Es un día muy importante y debo estar a la altura—, responde Scott ante el halago de su amigo.
— Pues parece que todos los días para ti son importantes, ya que siempre estás cuidando la línea. Eres tan reluciente que molestas a mis retinas.
Scott mira a George con cara seria, ladeando el labio superior izquierdo, al tiempo que se adentran a la sala de juntas para empezar una reunión pautada a primera hora, y dónde todos los accionistas y funcionarios de la empresa fueron convocados.
Para servir como la asistente principal de la reunión, fue propuesta la secretaria de George, Alice Jefferson, una joven vivaz pero bien comportada, cuyo compromiso con su trabajo era impecable.
— ¡Gracias señor Filmore por la recomendación!—, se veía modelar en los labios de la joven al momento que ella le lanzaba una mirada discretamente provocativa al amigo de su jefe.
— Lástima que eres tan tímido con las mujeres.
— ¡George! Este no es el momento ni el lugar para esos temas.
Fue la respuesta rápida y nerviosa del joven Dietrich al darse cuenta también de la propuesta sutil que le lanzó la señorita Jefferson. Y es que a pesar de sus ciento ochenta y cinco centímetros de estatura, figura atlético fornida, su piel perfecta, su atuendo siempre impecable y sonrisa de modelo, él era muy tímido y cerrado con las mujeres; nunca había tenido una relación especial con ninguna mujer. Alice era consciente de ello.
Alice era una mujer atractiva, salvo que no tenía estatura de modelo, pero era lo enteramente consciente de su atractivo, y cuando quería cazar una presa, nadie la detenía... Y su próxima víctima tenía su marca impresa.
— Luego de ver las propuestas de cada uno de los candidatos a la presidencia de la empresa, vemos que hubo una que sobresale por encima de las demás-, explica Steven Dietrich, actual presidente y dueño fundador de la empresa.
— Y sin más que decir—, continúa — Me enorgullece en presentar a nuestro nuevo presidente ¡Scott Dietrich!
Todos los presentes aplauden cálidamente, aunque algunos no dejan de expresar su hipocresía al momento, tal es el caso de Alexander Dietrich, hermano menor de Scott, que tiene envidia de éste a pesar de que en nada de lo que hace compite con él, pero lo considera mejor por ser una persona que en todo se destaca, aunque dicho ser humano no se esfuerce mucho.
— No me sorprende, ya que eres la estrella de la familia.
— ¿Gracias... Alex?
— Se te escurre la materia verde de la envidia, middle Alex.
— Déjame, sombra George.
— Tu sentido del humor nada hilarante, como siempre. Aunque haré algo más productivo con mi tiempo.
El hermano y el colega de trabajo del nuevo presidente conversaban cuando la diseñadora de marca y también accionista de la empresa, Stella Patrick estrecha un cálido saludo a su nuevo jefe general.
— ¡Felicidades, amore! No te preocupes, no te voy a morder, sólo será un besito.
Y es que por alguna extraña razón, Scott Dietrich odiaba las efusividades femeninas cerca suyo.
Salvo la reunión para escoger al nuevo presidente, la empresa no tuvo muchas eventualidades, más que prepararse la rueda de prensa para el anuncio oficial del cambio de mando.
Llegada la noche, ya en casa, la familia Dietrich se disponía a cenar juntos como era su costumbre.
Luego de dar gracias a Dios y degustar la cena que había preparado Jessica, la hija más pequeña de la familia Dietrich, Steven tomó la mano de su esposa Lucille y comenzó a charlar con ellos.
— Niños—, prosiguió, — Como saben su madre y yo teníamos planes de dejar la empresa en sus manos para que continuaran el legado familiar. Fue una grata sorpresa que Scott quedara como el presidente, lo cual me deja muy aliviado—, terminó.
— Gracias, papá.
— No obstante—, retomó Steven la palabra, — Alexander también trabajará a tiempo completo en la empresa... Lo dejo en sus manos, nuevo presidente.
— Papá, no estoy de acuerdo con eso.
— No debes estar de acuerdo, sólo debes disponerte. Ya es hora que hagas dinero con tu propio esfuerzo, Alexander.
Scott y Jessica se reían discretamente y cubriendo su boca para que su padre no los viera, mientras que Lucille les clavaba la mirada en señal de desaprobación.