El primer rayo de sol me despierta, y la conciencia de dónde estoy me invade.
Chris duerme profundamente a mi lado, y, por un segundo, me quedo observándolo, entre sorprendida y aturdida.
Mil imágenes de lo que pasó ayer invaden mi cabeza. Mi corazón se salta un latido al darme cuenta de que nos quedamos dormidos juntos.
De repente, escucho el sonido de risas y voces en el pasillo. ¡Los chicos están despiertos!
Mi corazón se acelera; no tengo idea de cómo voy a salir de aquí sin que nadie me vea.
—Chris —digo bajito, sacudiéndolo suavemente—. ¡Despierta!
Él abre los ojos, y mil emociones pasan por su rostro: primero confusión, seguido de alegría, y en cuanto entiende la situación, se incorpora rápidamente.
—¡No puede ser! —grita al escuchar a los chicos jugando en la sala de estar.
Sin pensarlo, me inclino hacia él y coloco mi mano sobre su boca, ahogando cualquier sonido que pudiera delatarnos. Mi mirada desesperada encuentra la suya, suplicándole que entendiera la gravedad del momento.
—¡Shhh! —susurro, llevando mi índice a mis labios en señal de silencio.
Chris se echa el cabello hacia atrás, visiblemente frustrado.
Nos miramos en silencio, esperando una señal divina.
Pero, como si el destino se burlara de nosotros, una voz se alza entre las demás: la de mi padre.
La sangre abandona mi rostro.
Me levanto de la cama y empiezo a dar vueltas, intentando idear un plan para regresar a mi habitación sin que nadie se diera cuenta.
—Si tan solo trajera un pijama decente, podría bajar en una distracción y fingir que acabo de despertar —murmurl—. Pero no, la señorita quería ser sexy.
Chris intenta calmarme, abrazándome por detrás.
—Solo hay una forma —dice finalmente, mordiéndose el labio con nerviosismo—. Tengo que salir y distraerlos. Podría invitarlos a desayunar y rogar que todos acepten.
Analizo su idea en silencio. Parecía descabellada, pero no tenemos otra opción.
—Está bien —respondondo finalmente—. Iremos improvisando en el camino.
Lo observo cambiarse rápidamente y lavarse el rostro.
—En cuanto escuches que la puerta se cierra, corre a tu habitación —dice antes de depositar un beso ligero en mis labios.
Mi preocupación y miedo no me daba espacio a procesar mi posición sentimental con Chris, si mi padre nos descubre sería horrible, se decepcionaría aún más de mi, y se me quemaría la cara de vergüenza con los chicos.
Cuando sale de la habitación, me acerco a la puerta para escuchar lo que ocurre.
El silencio se me hace eterno. Pegada a la puerta, contengo la respiración, escuchando los murmullos apagados en la cocina.
Cada segundo parece un siglo, y mi mente no deja de imaginar el peor escenario: que alguien, en un descuido, subiera las escaleras y me encontrara aquí, atrapada, sin salida.
Me siento en la alfombra para intentar calmarme y miro alrededor.
Es una habitación que conozco desde hace varios años, y no ha cambiado, es la habitación más sobria, en tonos azules y grises. Me sorprendo al notar que Chris es bastante ordenado y limpio.
Llevo mis rodillas a mi pecho cuando finalmente, escucho la puerta principal cerrarse con un fuerte golpe y las risas desvaneciéndose al alejarse el tumulto de gente.
Cuento mentalmente hasta cinco y salgo corriendo hacia mi habitación.
Apenas cerré la puerta, el alivio me invadió. Como cuando de niña apagaba la luz de la habitación y corría a mi cama donde el monstruo en la oscuridad no pudiera atraparme.
Me baño y cambio de ropa mientras preparo mi discurso acerca de por qué no bajé a primera hora a saludar. Me regañaran por dormir hasta tarde y olvidarme de los demás, pero no tengo opción.
Minutos después, escucho cómo todos regresan, las risas y charlas llenando nuevamente la casa.
Bajo las escaleras con naturalidad fingiendo tranquilidad saludando a todos con una sonrisa en el rostro, parece que todos se divirtieron.
Hasta que mi padre sobre sale del resto y mi sonrisa se desvanece y mi corazón cae a mi estómago.
Se ve enojado.
—¡Areum!
Mi espalda se pone recta en señal de alerta y lo miro a los ojos cómo él me enseñó, a la par puedo sentir cómo todas las miradas se clavan en mí.
Decido no prestar atención a los demás.
—¿Puedo saber qué estabas pensando? —exclama, cruzándose de brazos—. Haces lo que quieres sin importarte cómo afecta al resto de la familia.
—No sé de qué hablas -balbuceo.
Lo sabía. Lo sabía desde que escuché su voz. Siempre encuentra algo malo en mí. Debería haber sido más cuidadosa y menos impulsiva.
—¿No sabes? —dice, sarcástico—. ¿Crees que no sé que anoche no dormiste en tu cuarto? -no controlo mis expresions cuando mis ojos casi caen de mis cuencas por la sorpresa, la expresión de Jeongin es de sorpresa y enojo - ¿Es lo que hace una mujer de casa que se dá a respetar? ¿Crees que una mujer así puede ser tomada enserió, cuando te comportas como una cualquiera?
Las palabras me golpearon como un látigo.
- ¡Es mi deber mantener el orden! Si no lo hago yo, ¿quién más lo hará? -continúa.
Papá tiene razón. Quizás exagera un poco pero yo provoqué todo esto. Siempre lo hago.
Mi cara arde en llamas por la vergüenza y mis ojos empiezan a escocer, lágrimas amenazan con salir.
Mi hermano pasa del enojo a la confusión.
Jeongin siempre ha visto a papá como un modelo a seguir. No puedo ser yo quien le muestre la verdad... no quiero destruir lo que él cree.
Se levanta del sofá y se pone entre los dos.
—No es para tanto, papá. Deja de controlarla como si tuviera 12 años.
—¡No lo entiendes! —ruge mi padre—. Las mujeres necesitan ser corregidas, ella debería ser como tu.
La expresión asqueada de Jeongin hace que se revuelva el estómago.
- ¿De qué hablas, papá? -dice confundido.
- No puedo visitar a mi familia unas horas tranquilo sin que haya problemas - dice mi padre apretando los dientes.
Se acerca a mi para susurrarme al oído.
-Todo lo echas a perder, no sabes hacer nada bien - dice solo para mi.
Sus palabras son como un trago amargo de pasar, su desprecio es como un veneno para mi corazón.
- Y la próxima vez que hagas algo así, olvídate de quedarte en esta casa - dice entre dientes mientras se da media vuelta esquivando a mi hermano que estaba detrás de él.
Toma su maletín y se dirige directo a la puerta para salir dando un azote fuerte al cerrarla.
Inmediatamente bajo la mirada, no quiero ver la mirada de asco de los chicos, no quiero, me niego a hacerlo.
No puedo soportar perder el respeto de quienes siempre habían sido como mis hermanos, quienes me apoyaron en mis momentos más oscuros.
Ellos no, no deberían estar decepcionados de mi.
Mi padre jamás me había humillado delante de ellos.
Doy la media vuelta para correr escaleras arriba.
- ¡Areum! -escucho gritar al unísono a Chris y Jeongin.
No volteo, la vergüenza me carcome.
Cierro la puerta y puedo sentir como el temblor se apodera de todo mi cuerpo. Me falta el aire, y me mareo, logro escuchar voces fuera de mi habitación. Pero las ignoro.
Mi pecho sube y baja con rapidez en busca de aire.
Mis dedos empiezan a hormiguear. Mis manos tiemblan tanto que ni siquiera puedo sostenerlas contra mi pecho. Es como si todo mi cuerpo estuviera desconectándose.
Me falta el aire.
Me duele el pecho.
No me siento bien.
Doy vergüenza.
Solo sirvo para dar lastima.
Me hago bolita en el piso, tratando de abrazarme a mi misma.
"Areum, cálmate. Respira". Me hablo a mi misma.
"Inhala, exhala.
Inhala, exhala.
Tranquila, todo estará bien.
No pasa nada".
De repente las lagrimas empiezan a caer a borbotones de mis ojos, se deslizan calientes por mis mejillas.
Intento tranquilizarme por todos los medios.
Sigo el consejo que hace años me dio mi psicóloga. Nombro cuatro cosas que ver, miro las cortinas, la televisión y la cama; tres cosas que puedo tocar, la alfombra, mis piernas y la puerta; dos cosas que pueda oler, el aromatizante y mi perfume; y una cosa que pueda degustar, el sabor salado de mis lagrimas.
Mientras mi mente se distrae siento como la tensión baja y mi respiración se tranquiliza.
De repente soy consciente de lo que pasa a mi alrededor y aprecio el ruido, y puedo notar lo mojado de mis mejillas y cuello debido a las lagrimas.
Me quedo en ovillo meciendome ligeramente a mi misma mientras tarareo una canción suave.
Pierdo la noción del tiempo. Hasta que un golpe a mi puerta me regresa a la realidad.
-Areum, soy yo, ábreme la puerta - escucho a mi hermano.
Cierro los ojos resignada al saber que tendré que enfrentarlo.