Capítulo 7

1637 Words
Guardo silencio unos segundos esperando que Jeongin desista de hablar conmigo, pero al minuto vuelvo a escucharlo tocar la puerta. Cierro los ojos y suspiro, resignada. Me incorporo del suelo con lentitud mientras pienso en qué explicación darle, pero mi cabeza parece no colaborar. Me miro rápidamente en el espejo de mi vanity y trato de borrar lo mejor posible los rastros del llanto. —Ya voy —le digo para que sepa que le abriré la puerta. Me apresuro y la abro. Lo veo con el hombro derecho recargado en el marco, su expresión es de preocupación. —Pasa —lo invito, extendiendo mi brazo hacia dentro como señal. Él asiente con la cabeza y se sienta directamente en el borde de la cama. En momentos como este, me siento como su hermana mayor. Lo observo y encuentro sus facciones tan infantiles, tan inocentes, que quisiera protegerlo siempre. Mi hermanito… No sé en qué momento creció y de repente se hizo un hombre. Pero uno con un corazón muy sensible e inmaduro, podría decir. Muchas veces me pregunto cuánto pudo haber sufrido (como yo) en silencio. Él, en el mundo del entretenimiento… cuántos desvelos, cansancio, dietas estrictas y regaños habrá soportado. Me acerco y le acaricio el cabello con ternura. No puedo evitar esbozar una sonrisa. No sabes cuánto te quiero, hermano, pero me cuesta demostrarlo. Sé que, si dejo que mi coraza se rompa, acabaré contándote todo, y yo quiero que seas feliz siempre. Jeongin me mira, confundido, pero acepta la caricia como un cachorro. Me devuelve la sonrisa. —Siéntate —me invita con voz dulce, y lo hago. —Venía con toda la intención de estar enojado, pero no puedo enojarme contigo —suspira y me mira de lado, como intentando racionalizar su actuar hacia mí—. ¿Qué fue todo esto que pasó hace un momento? —pregunta preocupado. Me quedo en silencio, incapaz de encontrar una respuesta, y bajo la mirada. —Todos están preocupados, pero quieren darte tu espacio —confiesa. La vergüenza me invade al recordar las expresiones de los chicos. —Lamento mucho que hayas visto eso —murmuro—. Y avergonzarte delante de ellos. —Areum… —dice con tono preocupado— no son mis amigos, es nuestra familia. Yo solo… —mira al techo, buscando las palabras— estoy confundido. Como tu hermano, claro que quiero saber dónde pasaste la noche, pero me preocupa más la reacción de papá. Se veía muy molesto, jamás lo había visto así —dice con los ojos muy abiertos, reflejando lo que sintió en ese momento—. Y tú… tu expresión era de absoluto terror. ¿Qué pasó? Suspiro, planeando mi mentira. —Solo estaba molesta —miento—. Porque ustedes se fueron a divertir sin mí. Quise salir con una amiga y, cuando me di cuenta, era muy tarde. Él me mira, desconcertado. —Podría jurar que te vi anoche en casa —dice frunciendo el ceño. Intento ocultar mi sorpresa. Pensé que no lo recordaría, dado su estado etílico. —Entonces debí imaginármelo, estaba muy borracho —murmura. —Bueno, y eso es todo —digo, queriendo acabar esta incómoda conversación. Retuerzo mis manos en mi regazo. —¿Y la reacción de papá? ¿Y la tuya? —insiste, sin querer soltar el tema. —Tú sabes cómo es papá —alzo los hombros, restándole importancia—. Y yo estaba sensible, eso es todo. Además, me dio vergüenza. Eso último es cierto. —Aun así, hablaré con él. No te puede tratar así, ya tienes casi 25 años —dice molesto. No puede decirle nada a papá; él se enojará más conmigo. —Está bien —tomo sus manos con firmeza—. Seguro tuvo un mal día. Y, como dices, nunca se había puesto así —le sonrío para darle más realismo. —¿Segura? —me mira dudoso. Yo asiento con entusiasmo. —Bueno… —dice, no muy convencido—, pero dime la verdad, Yang Areum. ¿Estás saliendo con alguien? —me escruta con la mirada. No puedo evitar reírme de sus expresiones. —¿No que ya tengo casi 25 años y puedo hacer lo que quiera? —le respondo burlona. Me mira, indignado. —Si hay alguien, necesito hablar con él. Ruedo los ojos, fingiendo fastidio. —No, no hay nadie —digo, aunque una pequeña culpa se instala en mi corazón. —Bueno —dice, dándose por vencido—, pero si lo hay, me lo tienes que contar, ¿sí? —Jeongin, cuando alguien se robe mi corazón, serás el primero en saberlo —le sonrío—. Pero tú dime, ¿estás viendo a alguien? Me mira sorprendido y empieza a reír. En lugar de contestarme, grita: —¡Chicos! Me tapo los oídos por el volumen. Acto seguido, escucho una estampida de pasos que suben las escaleras hasta que todos cruzan mi puerta. En un abrir y cerrar de ojos, vienen hacia mí como locos, se empujan entre ellos y se lanzan sobre la cama sin hacerme daño. No puedo evitar reír hasta que me duele el estómago. Mis ojos se llenan de lágrimas al darme cuenta de cuánto los extraño cuando no están, de cuánto los necesito. Son mi refugio, mi paz, mi hogar. Los quiero con todo mi corazón, aunque no siempre lo diga. Felix se sienta a mi lado y me abraza, mientras Changbin empieza a hacer bromas para animarme. Hyunjin, siempre dramático, se tira en la cama como si no pudiera más con la vida, arrancándonos una carcajada. —¿Qué te pasa ahora, Hyunjin? —pregunto entre risas. —Estoy agotado de tanta preocupación —responde, llevándose una mano a la frente como si estuviera a punto de desmayarse—. Areum, ¿cómo puedes hacernos esto? Me río mientras Minho le lanza un cojín, golpeándolo en la cabeza. —Deja de ser tan dramático, Hyunjin —dice Minho, rodando los ojos—. Aunque tienes razón, no nos hagas esto de nuevo, ¿sí, Areum? Nos preocupas mucho. Asiento con la cabeza, tratando de calmarme. —Lo siento, chicos. No era mi intención preocuparlos tanto —digo con sinceridad. Se quedan en silencio por un momento, y luego Felix habla. —No tienes que cargar con todo sola, ¿sabes? Para eso estamos nosotros. Sus palabras me calan hondo, pero solo sonrío y asiento, porque no sé cómo responderle. Changbin suelta un largo suspiro. —Mucha tensión – bromea y empiezan a pelear entre ellos de nuevo y revolotean por toda la habitación. Jeongin y Chris son los últimos en incorporarse de la cama. Ambos me miran y abren la boca al unísono para decir algo. —Habla —le dice mi hermano a Chris en un tono serio, lo cual me desconcierta. —Voy a hacer unos pendientes rápidos, pero quería preguntarle a Areum si quería acompañarme —me dice, aunque parece más que está pidiendo permiso a Jeongin. Prefiero no responder directamente, pero Jeongin toma la palabra antes que yo. —¿A dónde irían? —cuestiona con suspicacia. —¿Qué es ese interrogatorio? —interviene Hyunjin, llegando y colocando un brazo en el hombro de mi hermano—. No es como si Areum nunca hubiera salido con nosotros. Es más nuestra hermana que tuya —ríe. —Sí —se suma Felix, sonriendo—. Creo que sería bueno para ella despejarse. —Y nosotros podemos quedarnos a jugar PlayStation —añade Lee Know, quien también se une a la conversación. Jeongin, rodeado y evidentemente superado, se encamina hacia la puerta con resignación. —Pero vamos a cenar juntos, así que no tarden —dice antes de salir de la habitación. Chris y yo cruzamos miradas por primera vez desde la mañana. Siento cómo el calor sube a mi rostro al ver su amplia sonrisa, mientras una se asoma involuntariamente en mis labios. Para escapar de la incomodidad del momento, me dirijo hacia la puerta y, antes de salir, recuerdo: —¡Largo de mi habitación! —digo con fingida autoridad, señalando afuera con mi índice. —¡Buuuuh! —¡Qué mala! —¡Sí, qué mala! Escucho las quejas burlonas de los chicos mientras empiezan a salir. —Sin quejarse. Y tú, Lee Know, deja ese labial —le digo al verlo acercarlo peligrosamente a sus labios. Él pone su típica cara de queja, pero Felix lo jala del brazo mientras ríe. —Vámonos, chicos. Somos demasiado ambiente para este lugar —dice Minho, liderando la salida con su característica energía. No puedo evitar reír al verlos desaparecer en dirección a la cocina. Una calidez inunda mi pecho, porque con ellos todo parece más ligero, incluso en los días más oscuros. Cruzo la puerta de mi habitación y Chris me sigue en silencio. Atravesamos la sala y salimos por la puerta principal, donde su coche está aparcado. —Permíteme —me dice mientras me abre la puerta del auto con una sonrisa. La cierra cuidadosamente después de que tomo asiento. Lo observo cruzar frente al coche para subir al asiento del piloto, y una sensación de paz me envuelve. Es difícil explicar cómo alguien puede transmitir tanta tranquilidad sin decir una sola palabra. Se coloca el cinturón de seguridad y enciende el automóvil. Antes de arrancar, toma mi mano entre las suyas. —Listo, ya nos vamos —dice mientras deposita un beso cálido en mi mano. El gesto me toma por sorpresa, y las emociones me invaden hasta hacerme tartamudear: —S-si. Mientras el coche avanza hacia el gran portón de esta enorme casa, siento el calor de su mano transmitiéndose a la mía. Es un sentimiento que me gusta más de lo que estoy dispuesta a admitir.
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