Capítulo 4: ¡Es él!

1597 Words
Tenemos aquí en la empresa aproximadamente media hora esperando al que próximamente será mi jefe y ya tengo una inmensa curiosidad por conocerlo. Este nuevo proyecto es magnífico poder hacer una campaña y con lo que más me gusta obviamente después de la pizza y el chocolate claro está. Pero le voy a poner mi cien por ciento y así lo haré como todos. —Vanesa, el señor que ya puedes pasar a su oficina—indicó su secretaria. Asiento con la cabeza y le doy una sonrisa a modo de gracias. Entro al interior de la oficina y el señor Lara me espera de inmediato. —Mi hijo viene en camino—responde—. Le dije que venga enseguida, pero tome asiento por favor—dijo sonriendo. —Está bien—murmuré llegando a las sillas que están delante del escritorio. Tocan dos veces a la puerta y el señor responde. —Adelante...—informa él alzando un poco la voz. —Permiso papá—escuche detrás mío. Esa voz... Esa voz... ¿De dónde la conozco? Estoy pensativa en mi asiento y con los ojos a punto de salirse literalmente. —Pasa, pasa, hijo quiero presentarte a la señorita Rodríguez auxiliar de publicidad—agregó él. Me levanto y nuestras miradas se cruzan ¡Es él! No, esto es una maldita broma. Es el hombre que nunca pude sacar de mi corazón durante todos estos años. Él no dice nada y ambos nos miramos pensativo. —¿Se conocen?—pregunto confuso él señor Emilio. Ambos negamos con la cabeza pero él extiende su mano y yo decido dándole un apretón de mano. Siento una especie de cosquilleo y una electricidad por todo mi cuerpo. Mi respiración se vuelve pesada y es ahí cuando vuelven todos mis recuerdos del pasado y que tienen que ver con él. Flashback Era un viernes cuando lo conocí por uno de los pocos amigos que tenía. Hablamos de tarea y ambos descubrimos que teníamos muchas materias juntos. Yo de por sí soy tímida y él era un chico muy guapo e inteligente. Desde que lo conocí me dio muy buenas vibras. Nos fuimos tratando prácticamente todos los días y se nos hacía costumbre siempre antes de empezar las clases ir a tomar un café y platicar sobre las tareas que habían dejado el día anterior. Yo sentía que mientras más hablábamos más nos entendíamos y más él me demostraba su confianza. Mi corazón latía muy fuerte cuando estaba cerca de él, o cuando se preocupaba por mí. No podía dejarlo de mirar, de saber si estaba bien y de hecho buscaba la excusa perfecta para estar de alguna manera cerca. He investigue y lo que sentía era amor, un amor puro y verdadero que llegó a mi sin ni siquiera buscarlo. (...) Hoy es sábado y como de costumbre lo espere afuera de la universidad para ir a tomar un delicioso café. —¡Vane!—exclama él cuando me ve enseguida. —¡Hola Eduardo!—respondí con una enorme sonrisa. —Vamos a la cafetería por nuestro café preferido y yo invito—comentó caminando delante de mí. Caminamos un poco para llegar a la cafetería y nos sentamos para poder esperar nuestros cafés. Aprovecho que no me está mirando para fijarme en que lleva puesto hoy y es que siempre anda lindo. —Vane ¿Yo te gusto?—preguntó sacándome de mis pensamientos. Abro los ojos demasiado sin poder creer lo que había escuchado ¿Cómo me pregunta eso? —¿Por qué lo dices?—pregunté bastante nerviosa y sin mirarlo. —Por cómo me miras, como me cuidas, siempre estás al pendiente de mí con la universidad—responde sin más. —Tú me caes muy bien eres uno de los mejores amigos que he tenido y además te conocí por una gran persona—digo tratando de ocultar mis nervios. —La pregunta fue ¿Si yo te gusto? Es un sí o no, y listo. No hay porque preocuparse—reveló tomando un poco de su café. Es que he pensado mucho en este momento y mírenme una chica como yo al lado de un chico como él. Somos de dos mundos muy diferentes. Yo soy una chica Voluptuosa y él tiene muchas niñas fresas detrás de él. —No...—susurré mirando mi café y respirando profundo. Él me mira sorprendido pero no dice nada por varios minutos. —¿Nos vamos? Ya va a empezar una clase—expresó respirando profundo. —Sí, claro—murmuré muy apenada por la situación pero además muy triste. Nos levantamos y nos dirigimos hacia la universidad en todo el trascurso él no dijo nada más bien podría decir que estaba pensativo. (...) Salimos de las clases un poco tarde y Eduardo decidió acompañarme hasta mi casa, nos paramos afuera de la universidad para esperar el bus y lo observo que está muy inquieto y ansioso. —¿Te pasa algo?—pregunto preocupada. —Es que quiero decirte algo...—expuso respirando profundo. —Dime...—respondí esperando lo que me iba a decir. —Tú sí me gustas y mucho—confiesa con una pequeña sonrisa. —Eduardo... Yo...—me interrumpe uniendo nuestros labios en un maravilloso beso. ¡Me besó! ¡Me besó! Sorprendida ya estoy pero le correspondo el beso con las mismas ganas que él, nuestros labios se mueven torpemente y es él que decide separarse. —Perdón, perdón. Te pido una disculpa—dijo nervioso y llevando sus dedos hacia sus labios. —No te preocupes—susurré bastante sorprendida y nerviosa. Ambos nos miramos fijamente y con la respiración muy rápida mis mejillas están calientes y no tengo donde poner mi cara literal. —Es... Es mejor que yo me vaya sola ¿Si? No te preocupes no me va a pasar nada—respondo para alejarlo de mí. —Está bien, cuídate—murmuro. En ese momento llego el bus y me subí para luego ver cómo me alejaba más de él. ¡Nos besamos! Yo todavía no puedo creerlo, estoy prácticamente asimilando todo lo que pasó hoy. ¿Y con que ojos lo miraré mañana? Será un día difícil y lleno de nervios. Al día siguiente como de costumbre lo espero fuera de la universidad y mis nervios no me dejan tranquila ¿Y si no quiere hablar conmigo? Bueno al fin y al cabo él fue quien me besó aunque yo le correspondí pero él tuvo la iniciativa. Pasan algunos minutos y lo veo qué está caminando hacia mí ¡Diosito ayúdame! —Hola...—saluda sonriendo como siempre. —Hola...—respondí asombrada por como sonríe. —¿Entramos?—me pregunta mirándome por solo unos segundos. —Si—conteste haciendo lo mismo. Mientras vamos caminando hay muchos rumores entre todos incluyendo las risas. Verifico que todo esté bien con mi ropa y mi cabello porque ya esto no es normal. Eduardo me mira confuso pero luego decidimos ignorar todo a nuestro paso. —¡Miren quiénes llegaron!—exclama una chica fresa de la universidad con un micrófono que se escucha todo. Eduardo y yo nos miramos confundidos y preocupado ¿Qué pasa ahora? ¿Por qué todo esté escándalo? —Sí, aquí está en esta fotito de anoche la gordis y mí Eduardo—reveló haciendo eco para todas las personas del lugar. Mis ojos están abiertos de par en par, mi cuerpo se tensa demasiado y es que tiene unas fotos en sus manos del beso que nos dimos Eduardo y yo. —¿Qué haces?—le preguntó Eduardo a la chica. —¿No me digas que te gustan las gordas? Yo pensé que estabas con ella porque te ayudaba con las tareas y nada más. Pero veo que te gustan las horripilantes— comentó haciendo cara de asco. Todas las personas se ríen y empiezan hacer escándalos, a gritarnos cosas horribles e incluso a tirar las fotos donde estamos nosotros dos juntos. —No puede ser—susurré para mí misma sin poder creer lo que está pasando. ¡A Eduardo le gustan las gordas! ¡Vanesa es muy fea! ¡Vanesa está rellenita! Cosas así es como dicen y exclaman con burlas. Eduardo llega donde la joven que tiene el micrófono y se lo rebata de sus manos muy enojado. —A mí no me gustan las gordas solo la bese a modo de un reto—confiesa mirándome directamente. Y les juro que me sentí la mujer más idiota y estúpida de éste planeta. Durante todo este tiempo solo ha jugado conmigo. Ya pensaba yo que un chico como él nunca se fijaría en una gordita e insegura como yo. Tomo una de las fotos que cayeron al suelo y me voy a toda prisa para mi casa. No puedo evitar que esa situación me duela y es que lo amo, este día jamás lo voy a poder olvidar. Una humillación como esa y de la persona que menos creía me parece muy descabellado. ¡Ya desde hoy te odio Eduardo! ¡Te odio! Fin del Flashback —Es él...—murmuré muy afectada por la situación. Yo soy la primera en quitar mis manos y él mira fijamente mi cuerpo. Justo ahora siento un escalofrío y unas ganas inmensas de salir corriendo igual que lo hice la primera vez. ¿¡Pero porqué Diosito!? ¡Eduardo! ¡Mí Eduardo! ¡Tú y el café siempre han estado en mi vida!
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