Sin pretenderlo, le di dos días de descanso a mi torturada psiquis. No pensé en cuestiones sexuales ni medité acerca de mis posibles inclinaciones lésbicas. Supongo que esto se debió a la culpa que sentí por haberme ausentado en la universidad durante un día completo. Los dos días que siguieron a mi rebeldía académica me los pasé estudiando y prestando exagerada atención a lo que explicaban los profesores. Supuse que mi rutina diaria se encargaría de tapar mis dudas y dejarlas sepultadas en el olvido; pero me equivocaba al presumir que mis vacilaciones sexuales estarían dispuestas a ser asesinadas sin oponer resistencia. Una mañana en la que transitaba por los pasillos de la universidad me llevé una sorpresa al ver a una chica, a la cual no conocía, inclinada hacia adelante, buscando algo