El almuerzo con mis tíos y mi prima Leticia, fue más o menos como me lo esperaba: una situación tensa, llena de máscaras sonrientes y adulaciones exageradas. Me costó mucho trabajo mantener puesta esa careta de niña perfecta, algo que antes solía hacer con mayor naturalidad. Sin embargo en esta ocasión tenía que ocultar grandes secretos, de los cuales la única que sabía algo era mi hermana. Mi tía no tuvo mejor idea que preguntarme si estaba “saliendo con algún chico lindo”. Me apresuré a contestarle que no, y mi padre intervino completando por mí la respuesta: ―Marcela se está concentrando en sus estudios, y hace bien. Ya tendrá tiempo para el romance, más adelante. «Sí, cuando cumpla setenta años», pensé. Caí en la cuenta que el problema no estaba en que mi “novia”fuera mujer, sino e