Las palabras de la monja aún hacían eco en mi cabeza. Me acababa de pedir que me quitara la ropa y mi reacción hasta ahora había sido quedarme muda, mirándola como si ella fuera un ser de otro planeta. ―Perdón, creo que te lo pedí de forma muy brusca ―dijo, noté cierto arrepentimiento en su mirada. ―Eh… no, no… Lo que pasa es que nunca me hubiera imaginado que fueras a decir eso. Sólo me tomó por sorpresa. ¿De verdad querés que me saque la ropa? ―Si no te molesta… ―¿Con vos? ¡No me molesta para nada! Es solo que… ―Frená un poquito esos pensamientos, Marcela. No te estoy pidiendo que tengamos sexo, es sólo que… me gustaría… ―¿Verme sin ropa? ―Asintió con la cabeza, noté una leve chispa de picardía en sus ojos―. Entiendo… creo… sí, creo que ya voy entendiendo. Te prometo que no estoy p