Ana Lago —Arturo…—dije con voz tímida. —Debemos hablar —espetó con seriedad. Asentí en silencio tragando saliva, cada vez que él tomaba esa actitud siempre pasaba algo malo, mi mente viajo a los recuerdos de las veces anteriores en el que se mostraba con ese semblante y a la vez me daba escalofríos. No quería una pelea con él, aunque sabía que estaría enfadado conmigo. Pero ahora no, necesitaba y quería estar sola, tenía atorado en mi garganta el sinsabor que me dejo la despedida de mi trabajo. Lo único que deseaba era que me acurrucará en sus brazos y pudiera llorar todo el coraje que sentía en estos momentos. Giré la llave para abrir la puerta, entramos al departamento, puse las llaves en la mesita de la entrada. Cerró la puerta para después introducir sus manos a los bolsillos de su