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RORY
Le tomó a Cooper demasiado tiempo abrir la puerta de su habitación de hotel. Tuve que buscarlo allí al no aparecerse para desayunar, y cuando la abrió, supe por qué. “Te ves fatal”.
Cooper hizo una mueca y se retorció ante la luz proveniente del pasillo. Se dirigió de vuelta a la habitación, invitándome a seguirlo, frotándose la nuca mientras caminaba.
“¿Dormiste algo anoche?” Mierda. Odiaba cuando mi voz tenía ese tono de mamá gallina. Yo no era así. O por lo menos, no lo había sido hasta hace un año, cuando Cooper dejó de comer y dormir a menos que alguien lo obligara. El “Desorden de Estrés Postraumático” era un maldito. Un maldito despiadado. Cooper había mejorado en la supervivencia del día a día en los últimos meses, las terapias habían ayudado, pero aún me encontraba pend
