La mayor parte del tiempo las relaciones se mantenían por medio de la comunicación, pero en el caso de Alenka, su insana relación con Shurik se mantenía gracias al sexo. La primera semana de entrenamiento fue tan brutal, que Alenka no tuvo oportunidad de escaparse para encontrarse con Shurik en el bosque. Extrañaba tanto el sexo, que cuando logró escaparse después de uno de sus entrenamientos, y él le quitó el abrigo, notó los cardenales en su piel, las heridas de bala, los cortes de navaja. Notó que su piel lucía amarillenta y no era más la hermosa princesa de la mafia roja. —Estás herida —dijo él. Alenka miró el lamparon violeta que él tocaba bajo su ombligo. —Solo son rasguños —respondió Alenka. Shurik sujetó su mentón y lo hizo mirarlo. —Soy un perro, Alenka. Sé lo que son pu