—¿Esto es una puta broma? —vociferó Darko—. Arinka acaba de morir por su culpa, y tú quieres que vayamos a la guerra por ella.
—No es por ella, es por proteger al resto de la familia.
Shaindel, dos días después, convocó a los cuatro jóvenes para aumentar el entrenamiento. Todos los adultos pactaron que lo mejor para la familia era entrenarlos tan duro como ellos lo hicieron de jóvenes. Una mafia no sería regida pro personas débiles de fuerza ni de espíritu. Por supuesto no estaban de acuerdo. Ellos siempre imaginaron que la guerra jamás llegaría, y si llegaba, no serían ellos los que la pelearan. Los grandes no entendían qué carajos llevaban en la cabeza. No era una película de mafia. Era su vida; una que parecía importarles tan poco que no se preparaban para afrontarla.
Etlana temía
