—Me imagino que ahora se presenta usted sin su padre. —¿Sin mi padre? —Sí, sin que él tenga que producirle algún estímulo psíquico como en aquella ocasión. —Ah, ya veo, creía usted que había comenzado una conferencia. —Y soltó una risa alegre—. En efecto me han dicho que hablo en público como lo hago en privado y me imagino que también sucede a la inversa. Pero entonces no me pregunte qué fue lo que vi y oí en Europa. Ese será el tema de una conferencia que estoy preparando. Sí, ahora ya no dependo de mi padre —continuó, mientras el sentimiento de Ransom de haber dicho algo demasiado sarcástico se hacía más profundo ante la perfecta indiferencia que la joven mostró—. Sus pacientes le absorben ahora demasiado tiempo. Pero se lo debo todo; de no haber sido por él, nadie hubiera descubiert