Esto se confirmó dolorosamente cuando tuvo lugar la visita a su apartamento; el joven mostró tanta cordialidad, gracia, amistad y consideración, tanta atención a la señorita Chancellor, hizo los honores de su nido de soltero con tanta naturalidad que Olive, durante buena parte de la visita, permaneció callada, examinando su conciencia, como si fuera un reloj que no marchara, con el fin de encontrar una razón para que el joven le disgustara. Advirtió que no había ninguna dificultad para que su madre le disgustara; pero esto desgraciadamente no venía al caso. La señora Burrage había llegado para pasar unos cuantos días al lado de su hijo; se alojaba en un hotel de Boston. Olive era consciente de que después de aquella reunión su obligación era invitarla a su casa; pero, por lo menos en ese s
