Elizabeth Collins. Un viaje corto, pero incómodo. Dante no ha dejado de mirarme ni por un segundo durante todo el camino hasta que llegamos al restaurante. Debo decir que me impresiona lo hermoso que es, nunca había siquiera pasado en frente de un lugar tan elegante y concurrido por la clase alta como este y no puedo dejar de maravillarme ante la vista tan espectacular que se proyecta ante mí. —¿Te gusta? —pregunta cuando una de las anfitrionas nos indica cual es nuestra mesa. —Si —asiento fervientemente. —Es bellísimo. —La comida es exquisita, verás que te vas a enamorar de la sazón, especialmente de la lasaña. No querrás pedir otra comida en la próxima, es simplemente mágica. Vuelvo a asentir, aunque no entiendo mucho que quiere decir con “en la próxima”. ¿Volveremos aquí a menud