Dante Edwards —¿Señor? —Lorena me habla desde la puerta. —Hay una mujer en la puerta y dice que es su esposa. Cierro la carpeta de los informes que me trajo Ariel y me concentro en lo que me dice. ¿Qué vino a hacer aquí Andrea cuando le prohibí que lo haga? No puedo evitar sentirme molesto. —¿Te dijo que quiere? —cuestiono masajeando mi entrecejo. —Dice que no se irá hasta hablar con usted. Está muy nerviosa, por poco le sale fuego por los ojos. Será mejor que la atienda antes de que eche todo el edificio. Esa mujer no me gusta para nada. La forma en que habla me produce gracia, pero viniendo de Andrea la creo capaz de absolutamente todo. —Está bien, Lorena. Hazla pasar, voy a recibirla aquí en el despacho. Miro la hora y aún tengo tiempo suficiente para saber qué diablos quiere y